Cuando cumplió 90, la última entrevista con LA NACION
"Pienso que voy a vivir hasta los 100, tengo buena salud, pero cumplir años más allá de los 100 no tiene mucho sentido", dijo, antes de realizar un austero festejo
En la última entrevista que Ernesto Sabato le dio al diario LA NACION, el escritor afirmó: "Pienso que voy a vivir hasta los 100; tengo buena salud. Pero cumplir años más allá de los 100 no tiene mucho sentido". A continuación, la nota completa realizada por la periodista Susana Reinoso que fuera publicada en el periódico el 24 de junio de 2001, día de su cumpleaños 90. *
Ernesto Sabato, el escritor vivo más prestigioso de la Argentina, celebra hoy 32.873 días de vida; son noventa años o millones de instantes felices y desdichados que han poblado una vida en la que descuellan su literatura, su compromiso cívico y su actitud ética. En la paz de su casa de Santos Lugares, a orillas del ferrocarril, el escritor habrá despertado hoy muy temprano, como siempre, para no perderse el derroche de vida con que la naturaleza pinta los días en su frondoso jardín.
En sus respuestas a LA NACION se percibe que los 90 años vividos no le han restado vigor a su voz o a su carácter. "Lamentablemente nuestra época tiene su mirada en las figuras del espectáculo y en el triunfo fácil e inmediato. Los propios medios los han encumbrado. Hasta los políticos aparecen vinculados a hechos propios de un folletín. Todo eso genera un gran vacío. Pienso que los referentes en los que se puede hallar un valor están fuera de la pantalla. Están metidos en los intersticios, no en los grandes salones". Sus horas transcurren sin prisa, con los detalles de su vida silenciosa, aunque en la última semana esa rutina mansa se vio interrumpida por una catarata de pedidos de entrevistas de todo el mundo, a los que el escritor atendió, con equidad, por orden de llegada.
Justo él, que amanece lentamente en la quietud de Santos Lugares, entre un follaje tupido y un trinar inagotable de aves, tuvo que sumergirse en la urgencia de responder casi un centenar de preguntas periodísticas llegadas de todas partes.
Sabato bien podría declarar en este día, al filo de un siglo de vida, con palabras de Jorge Luis Borges seleccionadas por él en su libro "Cuentos que me apasionaron" (Planeta): "El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego".
Los llamados que inundan desde hace días su teléfono, desde Europa, América latina y nuestro país, no lograron torcer su ritmo cotidiano. Sin vértigo, asido a su oficio de vivir, continuó con el trajín de sus instantes, durmió la siesta y hasta quiso conocer a la nieta recién nacida de su fiel colaboradora Elvira González Fraga.
Sabato respondió por escrito las preguntas de La Nación y eligió otro orden de respuestas, que por cierto resultó muy interesante. Su asistente, Diego Curatella, fue el responsable de volcar a la computadora las páginas que el reconocido autor de "Sobre héroes y tumbas" llenó de puño y letra para cumplir con la prensa mundial, desafiando la resistencia de sus ojos cansados. Hasta hubo un periodista francés que, vencido por la ansiedad, se tomó un avión desde Brasil para pedirle personalmente una entrevista.
El hombre y el tiempo. Este domingo de invierno, Sabato reiterará el ritual que, cada año, se espera en el mundo de la cultura: compartirá con amigos y familiares el chocolate y los pasteles preparados por Gladys, su asistente en la casa. Y quizá juegue a desafiar la sucesión temporal, como hace dos años, cuando le dijo a La Nación : "Pienso que voy a vivir hasta los 100 años; tengo buena salud. Pero cumplir años más allá de los 100 no tiene mucho sentido".
-"Antes del fin" fue un legado de un maestro para sus discípulos en la vida. ¿Qué le agregaría a ese libro que no incluyó en su hora?
-Si tuviera esa novedad habría encontrado la respuesta a los interrogantes que tanto me preocupan en este tiempo de crisis. Pero creo que la falta de respuesta no justifica la pasividad. Todo lo contrario; debería empujarnos al compromiso del mismo modo que uno reacciona instintivamente ante un gran terremoto. Cuando vemos la tierra resquebrajarse no nos quedamos sentados pensando que nada se puede hacer. Rescatamos de entre los escombros al menos esa vida que está a nuestro lado, hundida, sufriendo. En esos momentos advertimos que es en medio de una grieta donde se nos manifiesta una salvación. Las grandes crisis exigen nuestro compromiso.
-¿Eso sería asumir nuestra ciudadanía?
-Replegarse en el individualismo me parece un acto de mezquindad. No podemos desentendernos, ya que todos tenemos una responsabilidad en momentos tan decisivos de la historia. En medio de la estampida se ignora la magnitud del desastre. Pienso que algo de eso estamos viviendo. Necesitamos el valor de ir hasta los márgenes, de penetrar en las grietas.
-Su relación con los jóvenes es afectuosa y fluida. ¿Qué le preocupa hoy de ellos?
-Cada vez que me encuentro con jóvenes me hablan siempre de la angustia que viven por la especie de naufragio en que estamos metidos. Es casi imposible avanzar cuando se carece de un horizonte hacia el cual dirigir la mirada. Hacia dónde los muchachos y las chicas pueden proyectar su futuro, si vivimos con la sensación de que nos queda país para uno o dos días. Lamentablemente esto está produciendo la estampida de jóvenes al exterior. Fíjese qué triste: un país donde los hijos de inmigrantes llegaron a ser presidentes de la Nación acaba convertido en otro con un índice elevado de emigración.
-¿Cuáles son las cualidades de las jóvenes de hoy que lo sorprenden por comparación con su propia juventud?
-Suele decirse que los jóvenes son escépticos, que se desentienden y no les preocupa lo que pasa a su alrededor. Cuando yo era joven, los que nos volcábamos al comunismo no lo hacíamos luego de haber leído "El Capital", de Marx, sino porque nos sentíamos identificados con el digno reclamo del movimiento. Con los años, la quiebra total de valores, el fracaso de las ideologías, la mediocridad de la clase política, la falta de dignidad y de honor que observamos en tantos hombres generan angustia en los jóvenes que, por su sensibilidad, sufren la gravedad de estas crisis sin saber dónde dirigirse.
-Aumenta su desencanto ciudadano.
-Muchos bajan los brazos. Pero pienso que no es ésa la situación de la gran mayoría. La desazón que sienten es un signo evidente de que no son apáticos. Se rebelan como pueden, a veces de modo violento e ilógico. Pero una rebelión no tiene por qué ser razonable. Además, cuántos de ellos trabajan en tareas solidarias, en zonas de emergencia, en hospitales y villas. El crecimiento de personas que realizan tareas solidarias es también un signo de nuestro tiempo.
-¿A quiénes podemos recurrir hoy para obtener una mirada esclarecedora de nuestro tiempo?
-Lamentablemente nuestra época tiene puesta su mirada en las figuras del espectáculo y en el triunfo fácil e inmediato. Los propios medios los han encumbrado. Hasta los mismos políticos aparecen vinculados a hechos y actitudes propios de un folletín. Todo eso genera un gran vacío; estos falsos pilares son incapaces de otorgar sentido en el momento en que se busca a quién recurrir. Los referentes en los que se puede hallar un valor, que abren un camino, están fuera de la pantalla. Son los que asumen ese compromiso del que le hablé. Están metidos en los intersticios, no en los grandes salones. No producen imágenes ni discursos sino actos. No brillan con reflectores, pero son los que en verdad iluminan este período tan oscuro de la historia.
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