Mientras la cuarentena nos mantiene quietos en casa, una selección de textos que dan la vuelta al país con diferentes miradas y que invitan a soñar con el próximo y ansiado destino
La extensa y pródiga Argentina siembre fue una tierra fértil para la literatura de viajes, para inspirarse con paisajes de los más variados, grandes extensiones con horizontes lejanos, desiertos, montañas y selvas, pero especialmente con su gente, para comprender sus tradiciones y costumbres de tierra adentro, para bañarse de experiencias, para escribir con una mirada diferente, para ver más allá de lo que se ve a simple vista.
Lejos en el tiempo llegaron los relatos de los pioneros que se animaron a desafiar las distancias y los climas extremos, travesías de descubrimiento en épocas en que los viajes no tenían nada de turísticos. Por esos años eran exploradores hechos y derechos. Esos diarios de viaje, todavía vigentes, quedaron plasmados en libros que le contaban al resto de la humanidad cómo era el Fin del Mundo.
Como el perito Francisco Moreno, con su saga sobre viajes a la Patagonia, escrita en la década de 1870, por tierras todavía habitadas por los pueblos originarios, donde plasmó su deslumbramiento por los paisajes del sur. Y el naturalista inglés Charles Darwin, que retrató con lujo de detalles buena parte de nuestra geografía, flora, fauna y habitantes con una mirada extrañada, entre 1833 y 1835 en Viaje de un naturalista alrededor del mundo.
También hubo exploradores contemporáneos que, por medio de sus crónicas, pusieron en el mapa turístico lugares hasta entonces desconocidos, como Federico Kirbus, que dedicó buena parte de su vida a viajar por la Argentina y a contarlo, a manejar miles de kilómetros por rutas intransitables, para descubrir tesoros ocultos. Hasta tiene una duna con su nombre cerca del poblado de Tatón, en Catamarca.
Viajes y viajeros que cumplieron al pie de la letra lo que muchos años después diría el escritor polaco Ryszard Kapuscinski: "El viaje significa desafío y esfuerzo, cansancio y sacrificio, cometido difícil y proyecto ambicioso".
La Argentina también les dio letra a grandes plumas como Roberto Arlt, que después de las aguafuertes porteñas, siguió con sus aguafuertes por el Litoral (remontó el Paraná hasta Chaco a bordo de un barco de carga) y por la Patagonia. Beatriz Sarlo, por ejemplo, recrea sus viajes iniciáticos enViajes. De la Amazonia a las Malvinas, donde afirma: "Se viaja buscando esa intensidad de la experiencia, algo que asalta de modo inesperado y original, fuera de programa y, por lo tanto, imposible de ser integrado en una serie". Y Martín Caparrós revive pequeñas historias de medio país en El interior, mientras se pregunta a quién se le ocurrió que un viaje se podía contar.
Estas páginas invitan a dar una vuelta por nuestro país, a un gran tour federal (también, en muchos casos a hacer un viaje en el tiempo), por medio de crónicas y películas, mientras estamos en pausa por la pandemia y las posibilidades de viajar, vedadas, todavía son lejanas. Pero las ansias palpitan con fuerza en cada uno.
Un momento en que la actividad turística atraviesa una de las peores crisis de la historia, con hoteles cerrados (algunos quizá no abran nunca más), aviones en tierra, rutas vacías, ciudades desangeladas y paisajes sin nadie que los contemple ni los disfrute.
Un buen momento también para dejarse envolver por esta atmósfera viajera y desde el sillón de casa planificar –¿por qué no?– el próximo itinerario para cuando el coronavirus nos dé una tregua. Quizás cercano, o en plan aventura, tal vez un clásico como las Cataratas del Iguazú o de descanso absoluto por nuestras ciudades y provincias, que tanto lo necesitan, muchas dedicadas ciento por ciento al turismo, una usina de inspiración y placer.