Crónica de un refugio literario
La historia del hotel Formentor, en Mallorca, está ligada a varios escritores argentinos.
EN el hotel Formentor, de Mallorca, acaban de realizarse unas Jornadas de Poesías presididas por Camilo José Cela en las que participaron cuarenta y siete poetas, entre españoles y extranjeros. Estas líneas no tienen el propósito de referirse a esa reunión sino a la historia del hotel en el que durante setenta años se desarrollaron múltiples actividades culturales, reseñadas en este encuentro con una amplia exposición gráfica y documental.
A los argentinos el Formentor nos interesa por dos motivos, el primero es que el hotel fue creado por nuestro compatriota Adán C. Diehl, poeta, crítico de arte, compañero de viajes y concuñado de Ricardo Güiraldes (Güiraldes casó con Adelina del Carril y Diehl con la hermana de Adelina, Delia, la que después de su separación de Diehls fue esposa de Pablo Neruda. El segundo motivo es que allí se otorgó en 1961 el premio Formentor a Jorge Luis Borges, acontecimiento decisivo para su consagración europea.
En el invierno de 1921, Adán C. Diehl viajó por primera vez a Mallorca, desde París, con Ricardo Güiraldes. Ambos eran escritores y gozaban de una holgada posición económica. Permanecieron una temporada en Pollensa, al norte de la isla, y Diehl, atraído por la belleza del paisaje balear, imaginó la posibilidad de fijar allí su residencia. Volvió a Mallorca en varias ocasiones y en 1926 decidió comprar allí una mansión del siglo XVII, próxima a Pollensa, en el cabo Formentor, de la que era propietario Miguel Costa Llobera, curiosamente también poeta, además de sacerdote. Diehl adquirió la casa, que el dueño anterior había convertido en oratorio, así como los terrenos aledaños que incluían una playa y un bosque de pinos, por 520000 pesetas.
Amigo de Diehl era otro compatriota, el pintor Tito Cittadini, alumno de Anglada Camarasa y creador de la escuela posmodernista de Pollensa. Cittadini aconsejó a Diehl transformar esa mansión, que poco antes había sufrido un incendio, en un hotel de gran categoría, para fomentar así el turismo hacia esa región, actualmente una de las más concurridas de la isla. Diehl obtuvo entonces un préstamo de la Banca Tornquist de Buenos Aires en cuyo consejo de administración figuraba un pariente, y recicló (como ahora se diría) el antiguo edifició dotándolo de sofisticadas comodidades, así como de un campo de golf.
El establecimiento se inauguró en 1929 e inmediatamente se efectuó allí una Semana de la Filosofía para la que llegaron, invitados por el argentino, el conde de Keyserling, Joseph Kessel y Francis de Miomandre. Posteriormente, ocuparían sus lujosas habitaciones personajes tales como Eduardo de Windsor, el Marhajá de Kapurtala, el duque de Alba, Winston Churchill y Charles Chaplin, entre muchos otros.
Pero Diehl era más poeta que empresario y terminó fundiéndose. En 1936 se vio obligado a vender el hotel y regresó a Buenos Aires, donde moriría en 1953. El suntuoso edificio pasó luego por varias manos, pero siempre mantuvo su prestigio y no dejaron de realizarse en él actividades culturales. En 1955 albergó el Congreso sobre Ramón Lull y comenzaron los actos públicos del Club de los Poetas, con presentaciones y recitales. En 1960 se creó allí el Premio Internacional Formentor, con el auspicio de los principales editores europeos, y un año después el galardón fue otorgado, en forma compartida, a Jorge Luis Borges y Samuel Beckett.
Cuando Italo Calvino estuvo en Buenos Aires, en 1984, nos contó que él había sido uno de los jurados y merced a su insistencia, logró que el premio, que se pensaba adjudicar únicamente a Beckett, también se entregara a Borges. El autor de El Aleph , introducido ya en Francia por Roger Caillois, no había conquistado todavía la fama y la difusión universal que tuvo a partir del premio Formentor.
La distinción le llegaba desde Mallorca, donde Borges había residido de joven -durante todo el año 1920- y vivido importantes experiencias. Y le llegaba, además, desde aquel hotel creado por un compatriota al que conoció en los años de la revista Martin Fierro , un establecimiento que, setenta años después de su creación, sigue siendo escenario de importantes encuentros literarios.