Una casa de cambio de criptomonedas, Crypto.com, envió por error 400 millones de dólares a un destinatario equivocado. Menuda metida de pata. Los recuperó, eso sí. Eso fue después de la bancarrota de FTX, otra casa de cambio cripto, cuyo CEO, Samuel Bankman-Fried, renunció y recurrió al Capítulo 11. A propósito, Bankman-Fried es su verdadero apellido, aunque ahora parezca una broma de mal gusto; sus padres son Barbara Fried y Jopseph Bankman, profesores de leyes en Stanford. A todo esto, Binance, la mayor casa de cambio del sector casi compra FTX, pero recalculó. La cotización del Bitcoin traspasó el piso de los 16.000 dólares y la lista de traspiés de las criptomonedas en los últimos tiempos parece no tener fin. Ya acuñamos neologismos: criptocrash y criptoinvierno. Solo con el colapso de FTX, sus clientes perdieron unos 1000 millones de dólares.
OK, como también tenemos criptogrieta, aclaro: ¿significan estas noticias que la cadena de bloques es un fraude? No, lejos de eso (aparte de que la cadena de bloques está empezando a ser reemplazada por otras formas de validar transacciones). Pero aplicada al dinero, cualquier tecnología –la de ahora o la del siglo XI– tiene dos reglas, una vieja como el mundo y la otra, también. Esas reglas son: una, que a mayor rentabilidad, mayor riesgo; y dos, que saber es poder.