Crecen los circuitos culturales alternativos en Buenos Aires
Algunos se conocen sólo por el boca a boca; hay jornadas de poesía, teatro y baile
Buenos Aires es una ciudad sitiada por la cultura. No hay barrio que escape a los entusiastas de las formas y el color. No hay emprendimiento inmobiliario que no incluya un SUM para exposiciones o galeristas que marquen las tendencias. Y la gente va, se muestra, entra y compra; se dirige a esos lugares donde los famosos se codean con su público.
Pero hay más. Rincones ignotos fuera del circuito donde cantantes, poetas, músicos y expositores pueden disponer de sus obras sin pasar por un intermediario; recovecos tomados por viejos hippies o nuevos jóvenes que siguen apostando por una contracultura popular; ochavas intervenidas por anarquistas que permiten a los artistas realizar el sueño de instalar su producción en forma gratuita, y poetas que recitan mientras toman un whisky, o performers agigantados por sus propios trajes. Es decir, un nuevo circuito rico, libre, barato, under y culto.
¿Dónde? Haga la prueba en el corazón de la ciudad, en Caballito, en Bacacay 1600, donde sorprendentemente la metrópoli se convierte en campo abierto. Allí funcionó hace mucho tiempo un patio de lechería, donde los tamberos dejaban su carga para ser transportada en tren. Sin materia prima y sin tren, el abandono les ganó a las vías hasta que un grupo de artistas ocupó la estación y transformó el lugar en un centro cultural.
La Estación de los Deseos (nombre mágico, si los hay) es el orgullo de Fernando Dhaini, ex violinista de Miguel Abuelo, que ama lo que hace y logra reunir a Rocambole, Skay y Valeria Massa en la misma sala.
El espacio es enorme, gratuito, loco. Hay una escuela de acrobacia aérea en la que trabaja gente de Fuerza Bruta y De La Guarda; hay un piano en medio del salón, que por las noches puede albergar hasta 300 personas para escuchar música, poemas o teatro; hay una instalación con butacas del ferrocarril en el sótano, donde se dictan talleres o la biblioteca poblada de buenos títulos. De ahí salió Tomás Espina, premio ArteBa, que trabajaba con pólvora en una instalación llamada Habitación quemada ; ahí pinta y cose la artista Ana María Leza mientras Carlos Junco hace delicias con la escenografía.
"Los espacios recuperados -dice Dhaini- no tienen necesariamente que estar destruidos. Se puede recuperar y conservar sin el caos. Siempre pensé este lugar como una alternativa cultural, y creo que lo hemos logrado."
"Es un lugar como pocos, de los autogestionados en Buenos Aires. Su amplio espacio permite soñar cualquier tipo de intervención artística, desde música hasta plástica, teatro o lo que sea. Hay que hacer todo lo posible por defender este tipo de proyectos independientes", dice el periodista, músico y poeta Daniel Amiano, asiduo lector de poemas.
¿Cómo se mantiene? Misterio, señores, misterio, porque Dhaini habla de donaciones, no de dinero, y sí, de las posibilidades que tiene la estación para quien quiera expresarse ( www.estaciondelosdeseos.com.ar ).
En realidad, como se dice en la jerga paracultural, todos estos lugares son hijos de Pachamama ( Pacha , paralos iniciados ) , un centro artístico que bien podría haber salido de las páginas del libro La buena terrorista, de Doris Lessing. "Existe; todos sabemos dónde está, pero ellos no quieren que se divulgue. Son muy radicales, anárquicos. Los que quieren ir, saben todo", dice a LA NACION Demian Adler, socio junto a Juan Pablo Souto y Javier Loy, de Vuela el Pez, otro de los espacios diferentes de esta Buenos Aires sin límites. "El nombre sale de la canción de María Elena Walsh, aunque los que saben de cábala dicen que los sabios se reencarnan en los peces."
Y así, buceando por la cultura, los socios alquilaron el local de la avenida Córdoba 4379, lo acondicionaron como un lugar para muestras artísticas, y con la habilitación vino la música, la poesía, el baile y el teatro. "Nosotros a los expositores no les cobramos nada y hacemos vern issages alternativos, porque la movida es para aquellos que están cansados del circuito de las galerías, donde el dueño se queda con una parte y tal", finaliza Demian, pero antes aclara: "Tenemos muchos talleres" [ www.clubvep.com.ar ].
El Emergente, en tanto, es un bar que funciona en Gallo 333, donde hasta hace poco había un club de jubilados que estaba por cerrar y Hugo Szmoisz lo convirtió en centro cultural. "Es un espacio abierto a todo aquel que quiera participar, que privilegia la solidaridad como valor guía de toda producción y actividad", dice. Y es tan loco todo que durante el día los mayores, que apoyaron el proyecto y ahora hacen yoga u oyen ensayar a músicos alternativos, juegan a las cartas hasta que el Sol les dice que llegó la hora de los pibes. Entonces, hay muestras, poetas, teatro... En fin, el arte ( www.emergentebarclub.com.ar ).
Como el Club Cultural Matienzo, o IMPA, una fábrica recuperada donde los obreros trabajan mientras los artistas cuelgan las obras. Y sigue la lista: Casa Brandon, Arcoyrá. En fin, muchos sitios donde artistas y público se fusionan para divertirse y pasarla bien conociendo un mundo diferente y gastando poco.