Crece la preocupación en la industria del libro: creen que 2019 será peor
En el informe sobre la situación del sector del libro argentino que esta mañana se presentó en la sede de la Cámara Argentina del Libro (CAL), se dieron a conocer cifras alarmantes sobre la industria editorial. Por cuarto año consecutivo, se registra una caída en las ventas de libros. Desde 2015, la caída acumulada es del 35%. De enero a octubre de 2018, la caída es la mayor del período: alcanza un 12%. Editores y libreros estiman que en 2018 podrá rozar el 14%. Esa disminución en las ventas repercute en otro factor clave del ecosistema del libro. Los primeros datos de un relevamiento en curso del estado de las librerías en el país revelan que de 2016 a hoy se cerraron 35 pequeñas librerías, otras 30 cerraron sucursales, fueron absorbidas por cadenas o, debido al aumento imparable de costos (de alquiler y servicios de agua y luz, sobre todo), debieron reducir sus espacios.
Esto tiene un correlato en la producción de ejemplares del Sector Editorial Comercial (SEC) que, desde 2016, no deja de menguar. Este año las editoriales comerciales producirán ocho millones menos de ejemplares que en 2016. Por otro lado, la crisis empieza a golpear en los puestos de trabajo. En dos años, el empleo directo en el sector editorial (es decir, empleados en relación de dependencia) se redujo en un 20%. Y el empleo indirecto, que engloba la tarea de traductores, correctores, diseñadores y otros agentes que intervienen en la producción del libro, cayó un 15%. En las librerías, el personal se redujo en otro 15% desde 2016. Pero quizá la cifra más elocuente de la crisis del libro argentino la aporta la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (Faiga). Entre 2016 y 2018, se perdieron más de cinco mil puestos de trabajo en la industria gráfica.
Representantes de la CAL, editores y libreros advirtieron a LA NACION que la percepción sobre la situación de sus empresas para 2019 era mala. Respecto del sector editorial, un 76% indicó que el panorama de 2019 sería, por lo menos, peor que el de este año. De ese porcentaje, un 43% estima incluso que será "mucho peor". "El informe revela que las expectativas de los editores son negativas", dijo Diana Segovia, gerenta de la CAL.
"La crisis está llegando incluso a las ferias", señaló la flamante presidenta de la Fundación El Libro, María Teresa Carbano, en alusión a ediciones recientes de ferias del libro en localidades de la provincia de Buenos Aires. Y acotó que para la próxima edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires muchos expositores optaron por achicar el tamaño de sus stands. El único dato que se mantiene constante desde 2016 es la cantidad de novedades que se registran en la Agencia Argentina de ISBN. Para diciembre de 2018, se calcula que se habrán publicado 27.500 títulos. No obstante, gran parte de esos libros fueron publicados por los propios autores en la modalidad de la autoedición o por medio de empresas que prestan servicios a los autores. Mientras que la tirada promedio de la primera edición de un libro del sector comercial roza los dos mil ejemplares, la de los libros autoeditados pocas veces supera los trescientos ejemplares.
A la deriva en la marea de la crisis
La causa principal de la crisis es bien conocida por cualquier habitante de la Argentina: caída del consumo interno en medio de un contexto recesivo. En tiempos de escasez, el libro pasa a ser un consumo suntuario. Consultado por este diario, Alejandro Dujovne, investigador del Conicet y el Instituto de Altos Estudios Sociales, remarcó que las estadísticas eran contundentes. "Todos los indicadores de la cadena de producción son malos o muy malos. A la caída acumulada de ventas de estos tres años se suma el fenomenal desplome de los últimos meses. Si hasta mediados de año editores, libreros e imprenteros hablaban de crisis, hoy sencillamente hablan de supervivencia".
Según Dujovne, la historia del libro argentino muestra que, luego de una crisis, el mercado del libro sale peor: "Más pequeño, más dependiente, más concentrado y con menor capacidad de exportación". Sobre esta cuestión, representantes de la CAL señalaron con ironía que, meses atrás, con un dólar bajo, funcionarios del Gobierno los instaban a importar. Hoy, con el dólar alto, les dicen que deben diseñar estrategias de exportación. "Cuesta recuperar los mercados culturales", indicó Graciela Rosenberg, presidenta de la CAL y directora de Lugar Editorial.
Editores y libreros creen que el Gobierno nacional carece de un plan de mediano o largo plazo para promover el desarrollo del sector editorial, tal como ocurre en muchos otros países. Ya ni siquiera se critica la falta de compras de libros por parte del Estado o los sucesivos ajustes presupuestarios sino, sencillamente, la ausencia de un plan económico que acompañe a las industrias culturales. "Es sorprendente que no se haya propuesto un paquete de medidas anticíclicas que apunten a aminorar la profundización de la caída y evitar el cierre de imprentas, editoriales y librerías", concluye Dujovne. Carlos Díaz, director editorial de Siglo XXI, coincide con el investigador. "No hay ninguna política pública específica orientada a nuestro sector, así que estamos a la deriva, llevados por la marea de la crisis. Nunca fui pesimista ni un crítico radical de nada, pero me cuesta encontrar argumentos para ilusionarme con 2019", dijo.
Los grandes grupos editoriales del país también se achican con la crisis. Además de publicar menos novedades y de reducir las tiradas de las primeras ediciones, las contrataciones de autores extranjeros (que se pagan en dólares o en euros) quedan en manos de las casas matrices, ubicadas en el hemisferio norte. "Entendemos que la industria está afectada al igual que el resto del país en este difícil momento -dice Valeria Fernández Naya, gerenta de marketing de Penguin Random House-. La realidad es que los costos de alquileres, fletes, personal, servicios e impuestos crecieron mucho más de lo que los precios pueden absorber. Para lo que queda de 2018 y comienzo de 2019 esperamos que la venta no se siga deteriorando. Sin embargo, las perspectivas no nos permiten ser optimistas. Hoy, toda la cadena de valor del libro está sufriendo una crisis demasiado prolongada".
Desde el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología se suele explicar la necesidad del ajuste más que ofrecer paliativos o idear alternativas que alienten la circulación de libros. El Plan Nacional de Lectura, programa ministerial establecido por ley, pervive de manera nominal; el Estado argentino no compra libros de literatura desde 2016 y, según el presupuesto de 2019, para la compra de libros escolares se destinarán apenas 135 millones de pesos. "Los editores no queremos vivir del Estado, pero lo más importante es que todos tengan acceso a los libros", dijo Martín Gremmelspacher, vicepresidente primero de la CAL y director editorial de Bonum.
Sobre llovido, mojado
Otro motivo de preocupación no solo para editores sino para todos los representantes de las industrias culturales es que la llamada "ley Pinedo" podría ser aprobada este año en la Cámara de Diputados. Según escritores, fotógrafos, ilustradores, directores de cine y otros agentes del mundo de la cultura, ese proyecto de ley busca eliminar la responsabilidad jurídica de las plataformas de Internet, donde se trafican de manera ilegal obras protegidas por la ley de derecho de autor, en aras de una supuesta libertad de expresión que, en verdad, se contrapone a esa ley y a otras cláusulas del Código Civil. Hasta hoy, con la sola denuncia del autor o el editor, la plataforma quitaba de circulación el material. Si se aprueba la ley impulsada por el senador Federico Pinedo, se deberá presentar una medida cautelar por cada contenido ilegal que se detecte en la Web.
A contramano de lo establecido por el Parlamento europeo en septiembre, el Congreso argentino votaría una ley que exime de responsabilidad a los que "piratean" libros, películas, imágenes y discos que se hallan protegidos por la ley del derecho de autor. Varias cámaras sectoriales presentarán en pocos días una declaración sobre la regulación de contenidos en Internet.
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