La RAE incorporó “covidiota, coronaplauso, y autocovid” a su diccionario: el coronavirus también contagia el idioma
La actualización del ‘Diccionario Histórico de la Lengua Española’ incluye la etimología de la palabra que designa la pandemia y sus derivadas
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Hay palabras que son como las personas. Nacen, se desarrollan, tienen familia y desaparecen. O pueden, para diferenciarse de los humanos, vivir durante siglos. Poner la lupa en la biografía de algunas voces escogidas es la labor del Diccionario Histórico de la Lengua Española, obra solo disponible en línea, que coordina la Real Academia Española (RAE) con sus 22 academias hermanas de la lengua. La semana pasada se ha presentado en la sede de la institución su décima actualización. El diccionario remozado añade 715 términos, para sumar 6.325. Entre ellos, la palabra probablemente más temida en todo el planeta desde hace un año, coronavirus. Esta voz, dice el Diccionario histórico, se documentó por primera vez en 1980, con la acepción de “virus de la familia Coronaviridae, que causa enfermedades respiratorias e intestinales en personas y animales”. Así lo recogió la Guía de enfermedades de los cerdos, de J. A. Chipper.
La entrada de coronavirus añade: “A partir del 2020, una pandemia mundial pone el foco en un virus concreto, el del género Betacoronavirus de tipo 2 que puede causar la covid; el nombre del virus se acompaña de sigla (inglesa) de la enfermedad que provoca, de tal modo que se denomina coronavirus SARS-CoV-2, en un artículo publicado en EL PAÍS, el 25 de febrero de ese año”.
De coronavirus, se incluye como voz derivada coronaplauso, o lo que sucedía a las 20.00 cada día en las primeras semanas de pandemia: “Aplauso sincronizado de la población para agradecer la labor de los trabajadores esenciales durante la pandemia del coronavirus”. Se usó en agosto de 2020, en un artículo publicado en Epidemias y Salud Global, blog de la Sociedad Española de Historia de la Medicina. ¿Habrá un covidioma? Al menos ya está la palabra: “Se documenta con la acepción de vocabulario creado durante la pandemia de la covid”. Fue en junio de 2020, en el periódico Última Hora, de Paraguay. De otra publicación, The New York Times, se calcó la palabra coronababy, para formar coronabebé: “Bebé nacido durante la pandemia”. En marzo de 2020 lo incluyó el diario digital argentino Infobae.
En el acto, el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, subrayó que esta obra es “un proyecto troncal” de la institución. Por ello anunció la creación de la Red Panhispánica de Academias, Universidades y Centros para la elaboración del Diccionario Histórico de la Lengua Española. Son 18 grupos, nueve de ellos en España y nueve en América, que desde ahora “trabajarán para estudiar la historia de las palabras de forma coordinada”, dijo. El ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, se felicitó por una iniciativa que, como en el caso de la palabra coronavirus, ayude a combatir “una ciencia inundada de anglicismos”.
Otra palabra de la medicina relacionada con coronavirus es covid. El Diccionario Histórico reseña que es la “enfermedad infecciosa aguda, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, que afecta a las vías respiratorias”. Primero se nombró como covid-19 “para dar nombre a la enfermedad que surgió en 2019″. Entre las voces que suma se puede señalar covidiota. ¿Quién no se ha topado con la “persona que se niega a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio de la covid”? En marzo de 2020 se usó en el diario 20 Minutos. Y con ella, autocovid (lo que viene a ser hacerse la prueba del virus en el coche), covidianidad (la vida que llevamos cada día desde que esto empezó) y covidioma (vocabulario de la pandemia), que se podría clasificar en un covidiccionario.
Al margen de la medicina
Muñoz Machado se fijó, por ejemplo, en la palabra cetme, familiar para los que han cumplido con el servicio militar en España, por ser el fusil con el que se aprendía a disparar. Pues es el acrónimo de Centro de Estudios Técnicos de Materiales Especiales, “institución creada en 1948 por el Ministerio de Guerra para el estudio de productos militares”. Se documentó ya como arma en 1957, en un artículo publicado en Falange: Diario de la Tarde, donde se anunciaba: “El ejército alemán está probando este nuevo fusil español”. Por seguir con tiros, ingresa en este diccionario la historia de la palabra revólver. Procede del inglés y en español está por primera vez en las memorias de un político, Antonio Alcalá Galiano, escritas entre 1847 y 1849.
Luego hay sonidos que llegan al diccionario de la mano de instrumentos musicales, como trompa. Ese “tubo largo de sección cónica plegado circularmente sobre sí mismo, con boquilla y pabellón de salida ancho, y generalmente dotado de algún mecanismo que permite producir determinadas notas” ya estaba en 1250, en el Libro de Alexandre, obra en verso que glosaba la vida de Alejandro Magno. De la familia de la trompa, llama la atención la rara palabra trompatalega, que con una a delante significa “en abundancia” y que se documenta desde 1760. Es también hacer las cosas “de manera desordenada y precipitada”.
Otro instrumento, popular, cuyo nombre quizás muchos desconozcan pese a que lo hayan usado es el piopollo. Es esa “barrita de hierro en forma de herradura o de horquilla, que se sostiene con una mano entre los dientes de forma que la boca hace de resonador, y con una lengüeta de acero en medio que se hace vibrar con el índice de la otra mano”. Está registrada en 1917 en una nota a una edición de las Novelas ejemplares, de Cervantes.
Con este proyecto, la RAE quiere romper con la malhadada historia del Diccionario histórico. Su desarrollo comenzó bien entrado el siglo XX, cuando en Alemania, por ejemplo, se había empezado esa labor en 1838; en Francia fue en 1844, y en Inglaterra, en 1857. La RAE lo incluyó en sus estatutos en 1848, pero no se puso a ello hasta 1914, cuando el político Antonio Maura era el director de la institución. Hasta 1933 no se presentó el volumen 1, el de la letra A. En 1936 se publicó el segundo, pero la tarea se vio interrumpida por la Guerra Civil. En 1946 se retomó “y entre 1960 y 1996 se publicaron 23 fascículos”, apuntó Muñoz Machado. Hace ahora un año se incluyeron 704 artículos. El deseo de Muñoz Machado es que en cinco años, “gracias a los nuevos equipos y la tecnología, se pase de los 6.325 actuales a unos 25.000 artículos”.
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