Correte Picasso: el arte de Charly García detrás de las paredes
El rockero hizo ruido la semana pasada en arteba con sus pinturas y dibujos, y se dijo que Minujín había comprado una de sus obras; Marta y Charly, dos íconos del fervor de Buenos Aires
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“La gente está loca con Charly”, dice la voz entusiasmada en un audio de whatsApp. Tiempo y tecnología entran en colisión porque la frase podría haberse escuchado mientras adolescentes -boleto en mano para entrar al Luna Park- convertían en 1975 a Sui Generis en el primer fenómeno masivo del rock argentino. O en cualquier momento entre Serú Girán y la trilogía (Clics Modernos, Piano Bar, Parte de la Religión) con la que se reinventó como rockstar en los 80. Pero, claro, de ser así nunca hubiera salido de ningún otro dispositivo que no fuera un teléfono de línea o, urgente, aquellos que se llamaban públicos y que hoy alimentan una fantasmática urbana.
El mensaje viene ahora de un smartphone y lo dice Marcelo Bosco, el galerista que llevó cuadros, pinturas, collages de García (firmados Carlos Alberto García Moreno) a la última edición de arteba. Se vendieron todos y el rocker arrebató la atención de los medios sobre todo porque se dijo que Marta Minujín había comprado uno. En rigor de verdad el comprador fue Facundo, el hijo que tuvo en plena inauguración de La Menesunda, pero el link ya estaba hecho. Marta tuvo una influencia decisiva en la difusión de la psicodelia en Buenos Aires y Charly tiene una obra conceptual que supera en densidad artística a estos arrebatos neo-expresionistas. Lo curioso es que se siga necesitando del formato “cuadro” en 2022 para darle entidad de artista visual a uno de los compositores populares más importantes del siglo XX argentino.
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A principios de los años 1990, un Charly García intratable e insomne dio el gran salto de la música popular al arte contemporáneo y así devino vanguardista popular, tal como Minujín del Di Tella al Lollapalooza. El salto de nueve pisos a la pileta de un hotel en Mendoza (que Nito Mestre narra con precisión quirúrgica en el libro 100 veces Charly) opera como gesto simbólico de este paso pero fue, en sí, pura performance extrema en la línea del “Salto al vacío” de Yves Klein (1960) o del accionismo vienés (1960-1971) que puso a los artistas en los tribunales.
En su período Say No More, García destruyó su propia imagen al punto que el álbum homónimo tenía más puntos en contacto con la idea del Vivo Ditto de Alberto Greco que con toda su discografía anterior. Say No More no parecía grabado en un estudio sino en los arrabales de la vida misma, las canciones entremezcladas con diálogos y llamadas telefónicas. Todos gestos que fueron leídos como desvaríos desde el rock y que el arte no registró como propios con la excepción de Dino Bruzzone que en 2008 exhibió en la galería Dabbah-Torrejón un objeto que reproducía el trabajo de Renata Schussheim con Charly para Música del Alma. Era su incorporación en el repertorio iconográfico del arte contemporáneo. Todo lo que Charly hizo bajo la luz negra de Say No More desdecía su historia como melodista para ingresar en el territorio de lo incomprendido. Sus aforismos (“Constant Concept”, “La entrada es gratis la salida, vemos”, “Correte Beethoven”) lo ponían en la línea de un Peralta Ramos mientras que las palabras con las que se describían sus apariciones públicas se reflejaban en el idiolecto de la crítica de arte: García, como nunca, era…inquietante. Artista, vanguardista popular.
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Cuando Sui Generis era apenas un proyecto, Marta Minujín invitaba al entonces nuevo grupo Almendra a formar parte de su ambientación Importación/Exportación en el Di Tella y luego volvería a convocarlos para improvisar en el happening La Imagen Eléctrica cofirmado con el compositor avant garde Eric Salzman. Es leyenda que le puso Ricota al trío Manal antes de que tuvieran nombre y mucho más comprobable que fue ella quien le puso “Skay” a Eduardo Beilinson, futuro guitarrista de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Por entonces, Minujín militaba el hippismo y junto a Daniel Beilinson, uno de los tres hermanos platenses, editó el primer diario underground de Buenos Aires: Lo Inadvertido. Fueron unos pocos números durante 1969, el mismo año que en la revista Gente se daba cuenta del debut de Minujín con Acido, una banda que nunca se supo del todo si tocó o solo fue un proyecto. Sui Generis no había debutado aún y del recuerdo de Marta lo que queda es que “tocaba una guitarra sin saber tocar, hacía ruido”. Un poco lo que hizo Charly en arteba: ruido.
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La gente está loca con Charly y sigue estando loca con Minujín, pero nadie quiere volverse tan loco como ellos, íconos del fervor de Buenos Aires. La vanguardia es así y está, siempre, detrás de las paredes. Aunque sean efímeras como las de arteba.
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