Coronavirus. El diario personal de la pandemia va al museo
Cada guerra ha tenido su emblema. Ese que atraviesa a los sujetos distantes, pero que acoge a todos en su mensaje. La batalla del Covid-19 nos ha colmado de arcoíris. Difícil localizar el paciente cero de esa idea. Sí se sabe que partió de Italia, el primer país europeo en verse arrasado por los estragos de virus. Es que las casas retomaron una idea de 1961, cuando en una marcha popular por la paz se enarboló por primera vez una bandera con esos colores. La misma se transformó en la insignia del movimiento Pace da tutti i balconi (Paz desde todos los balcones) de 2002, en contra de la Guerra de Irak. Se calcula que para entonces Milán, curiosamente uno de los focos del virus actual en la Lombardía, colgó más de un millón de banderas en sus ventanas. Buscando en el fondo del armario de los emblemas, los niños italianos reflotaron el mensaje y comenzaron a pintar arcoíris en sus vidrios o a pegarlos en sus collages.
El silencio citadino que se convirtió en pandemia trastocó su circulación para hacerse oír. Cientos de mensajes comenzaron a poblar el exterior desde el interior. A los arcoíris de los niños, los carteles de despedida de los negocios que cierran, los grafitis emotivos o de apoyo, las nuevas reglas de entrada en las puertas de las tiendas en todas partes... Las comunidades han escrito la bitácora de estos meses, el diario personal de los sucesos de un modo secretamente público, volviendo a los orígenes analógicos de comunicación personal de la aldea.
Con el espíritu transgresor que lo caracteriza, el museo más atrevido del mundo, el Victoria & Alberto de Londres, ha decidido crear arte colectivo. Hacer de esa guía de tránsito vivencial el registro oficial museístico de la pandemia. Una experiencia que ya concretó en el pasado cuando, por ejemplo, recurrió a armarios personales de clientes de Mary Quant para completar una de sus muestras.
Amor por el arte
Creado con el nombre de South Kensington, el museo fue rebautizado en 1899 en honor a la reina Victoria y su esposo Alberto, una de las parejas más sólidas de la ajetreada vida real británica. El lugar se ha caracterizado por revolucionar los conceptos de aquello que es considerado arte y ha hecho desde cultivos hidropónicos de champiñones que luego se vendieron en el Borrough Market hasta incorporar la indumentaria de ídolos de la música como emblemas culturales de una época.
En tiempos de confinamiento, la actividad de sus curadores tomó nuevos rumbos. El primer paso fue crear Pandemic Objects, un proyecto editorial que recopila y reflexiona sobre objetos que han adquirido un nuevo significado y propósito durante el brote de coronavirus. Artículos que se cargan repentinamente con una nueva urgencia: el papel higiénico como símbolo de pánico público, un termómetro como herramienta de control social, los centros de convenciones devenidos hospitales y los parques, productos públicos en disputa. Al compilar estos objetos y reflexionar sobre su propósito y significado cambiantes, este espacio logró una caracterización única de la pandemia. "El sonido del timbre ha adquirido un nuevo significado durante el bloqueo de la pandemia: ya no anuncia la llegada de los invitados de la casa, sino que es la señal de bienvenida de un paquete de entrega a domicilio –explica Brendan Cormier, responsable del área de conservación del museo–. Ya sea un suministro de cinco kilos de frutas y verduras del mayorista que ahora entrega directamente, un recortador de barba comprado por Amazon o ese libro tan esperado que se leerá durante otro fin de semana en casa, todas las entregas tienen un objeto en común: la caja de cartón".
El siguiente escalón en el museo fue ir más allá de los objetos y pasar a las palabras. Durante el distanciamiento social, los letreros caseros se han convertido en algo común en las calles. Ya sea que indiquen el cierre temporal de un negocio, expresen mensajes de esperanza o crítica, o concienticen por una buena causa, estos signos se han convertido en una forma prominente para que nos comuniquemos con el mundo exterior durante el cierre. Al recopilar dichos mensajes, el V&A tiene como objetivo crear y preservar un rico retrato de la vida bajo encierro expresado a través de imágenes visuales.
Escribo lo que no te digo
Frente a lo que se dice, dibuja y pinta, pero no se habla, el museo Victoria & Alberto lanzó una convocatoria abierta de letreros caseros realizados durante el confinamiento para ingresar a su colección permanente. Desde letreros de arcoíris creados por niños hasta carteles de tiendas y notas escritas a mano en espacios públicos.
Debido al Covid-19... Esas tres palabras, escritas, garabateadas un millón de veces en los últimos meses, han llegado a simbolizar un cambio sorprendente en la forma en que experimentamos el ámbito público durante esta pandemia. "Como la introducción estándar a las señales de aviso de escaparate en todo el mundo, también son un sistema esencial para organizar nuevas señales y protocolos sociales para hacer frente a la crisis actual. El aumento y la proliferación de estos letreros caseros ha sido uno de los cambios más inmediatos y visibles en el espacio público durante el cierre –dice Cormier–. Recorriendo Londres durante los primeros días, sentí una extraña cercanía a estos signos, una guía amable, el lenguaje es casi siempre cortés sobre cómo actuar y comportarse en un escenario que cambia rápidamente, como si siguiera cuidadosamente las órdenes de un mensajero desconocido. Si bien el lenguaje utilizado es principalmente prosaico, en declaraciones superficiales como «estamos cerrados», «no hay efectivo», «solo dos en la tienda a la vez» o «ahora hacemos comida para llevar», se pueden ver extraños, humorísticos y conmovedores afectos personales, por ejemplo, errores tipográficos, la escritura individual y que las referencias sean extremadamente locales".
Estos signos se han expandido para abarcar mucho más que solo instrucciones. Los artistas han producido piezas descargables para que la gente las imprima y comparta. La tiza y la pintura en aerosol se han utilizado para comunicar mensajes de esperanza y crítica, y en algunos casos se han reapropiado las vallas publicitarias.
El hecho de que muchos de estos se producen a mano (con tecnologías antiguas como crayón, marcador, tiza y pintura en aerosol) también habla de la curiosa desaparición de la impresora en el hogar: alguna vez considerada como un electrodoméstico esencial, se ha vuelto irrelevante con la adopción generalizada de la tecnología de pantalla móvil. Cuando Francia emitió un formulario estándar, en marzo último, que todos debían imprimir y completar antes de salir de la casa, llevó a muchos a tener que escribir minuciosamente todo el formulario a mano, debido a la falta de dicho objeto.
"La comunicación gráfica –continúa el curador– ha reemplazado en gran medida a los canales habituales con los que podíamos contactarnos. Esto comenzó con las señales. Con bastante rapidez, vimos que la comunicación gráfica se expandía en la esfera pública a través de todo tipo de medios: niños que dibujaban mensajes de apoyo para trabajadores clave y de hospitales, cuando los sacaban a las calles para inventar nuevos juegos, garabateaban mensajes en los parques, publicaban carteles sobre cómo mantener distancia social, etcétera. De repente, nuestros espacios públicos están siendo moldeados por los mensajes que se comunican en ellos. El estilo de la comunicación gráfica a menudo es mucho más informal: por necesidad, las personas recurren a los materiales que tienen a mano para producir mensajes, en lugar de recurrir a técnicas más refinadas".
Quién tiene el poder
"La aparición de estos letreros caseros dice mucho sobre una capa de la ciudad de la que ya no hablamos mucho –indica Cormier–. A falta de un término mejor, llamémoslo la capa editorial: todas las palabras y los mensajes que se nos transmiten en la calle y en los espacios públicos, desde la señalización de las tiendas hasta las reglas de estacionamiento y los anuncios de refugios de autobuses. Esta capa ayuda a determinar el carácter de una ciudad y nos dice mucho sobre el poder: quién tiene derecho a transmitir sus mensajes y quién no". La dinámica del poder envuelta en la regulación de estos derechos solía ser un debate mucho más feroz. A principios de la década de 2000, por ejemplo, impulsado por publicaciones como Adbusters y No Logo, de Naomi Klein, surgió una cantidad significativa de críticas sobre la pérdida de una voz democrática en el espacio público.
El resurgimiento de los signos caseros, aunque imbuidos de la tristeza y la tragedia de esta crisis, también ha provocado en un tinte de emoción, un recordatorio de que las ciudades y los espacios públicos pueden y deben ser expresiones físicas de las comunidades que los habitan. Y esas herramientas simples (un bloc de papel, un poco de cinta y un elemento de escritura) son todo lo que se necesita para lograrlo. "Podemos ver a lo largo de la historia que, cuando llega una crisis, existe una necesidad inmediata de comunicarse de la manera más eficiente y directa posible para alertar a las personas sobre los cambios que provocan tales crisis. Un ejemplo simple son los letreros que se colocaron en las estaciones de servicio durante la crisis petrolera de la OPEP de los años 70, que recientemente tomamos prestada de la colección del Smithsonian para una exposición que produjimos sobre automóviles". El efecto total de estos signos es que las comunidades se organizan y se expresan a través de los medios que tienen disponibles; al hacerlo, forma un poderoso reflejo de la crisis misma.
Las variaciones de los dibujos y las imágenes del arcoíris, que han sido producidas por los niños como un mensaje de esperanza y apoyo, se recogerán como un símbolo importante de su creatividad y su voz dentro de la sociedad, especialmente durante la adversidad. Los signos del arcoíris adquiridos se unirán a más de 40.000 objetos relacionados con niños en la colección de V&A, incluidos juguetes, disfraces y medios digitales, un sector del museo que tiene importancia radical en su fondo que se inició precisamente este año y que se llamará Museo de la Infancia. "La pandemia mundial ha secuestrado a niños en sus hogares. En todo el Reino Unido, inspirados por proyectos globales y alentados por sus maestros y padres, han estado creando imágenes alentando a los demás en un momento desconcertante y potencialmente aterrador; este es exactamente el tipo de proyecto para generar la confianza creativa. Esto se hizo increíblemente evidente el año pasado con el surgimiento de Extinction Rebellion [un movimiento mundial que busca influir sobre los gobiernos en temas de política medioambiental], que atrajo un gran impulso del movimiento Viernes para el Futuro [encabezado por Greta Thunberg] y la serie de huelgas escolares que siguieron. Con el ejemplo de los dibujos infantiles en apoyo de los trabajadores y hospitales clave, nuevamente vemos el poderoso papel de las voces infantiles en la esfera pública".
Hay una supraconciencia de curadores en iluminar el papel crucial que juegan en una pandemia los mensajes y los objetos, y el cómo preservarlos para comunicar esto al público dentro de cien años. "El poder para ser una herramienta contra el olvido", dice Cormier.
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