Coronavirus: curadoras argentinas ofrecen “refugio cultural” en Nueva York, el corazón de la pandemia
"Que en nuestras almas no entre el terror", se lee en letras bordadas sobre una tela por Feliciano Centurión hace casi tres décadas, poco después de que le informaran que había contraído el virus del Sida. El mensaje del artista paraguayo formado en Buenos Aires acompañó días atrás el anuncio de una charla sobre "cómo promover arte en tiempos de crisis sanitaria" desde la cuenta de Instagram de Americas Society. Es una de las instituciones con programación diseñada por curadoras argentinas que ofrecen "refugio cultural" en Nueva York, el corazón de la pandemia en Estados Unidos.
En la ciudad más afectada del país que lidera el siniestro ranking de muertes por coronavirus a nivel mundial, y mientras Donald Trump refuerza las fronteras a la inmigración a Estados Unidos, cuatro mujeres emigradas desde Buenos Aires se ocupan de ofrecer "un lugar de reparo" ante la incertidumbre. Generar contenidos para plataformas digitales y repensar la forma de participación del público en plena cuarentena son algunas de las tareas a las que están abocadas Aimé Iglesias Lukin (Americas Society), Solana Chehtman (The Shed), Rosario Güiraldes (Drawing Center) e Inés Katzenstein (Museo de Arte Moderno de Nueva York).
"Las galerías y los museos se están volviendo creativos para presentar obras online durante la crisis del coronavirus", señaló la semana pasada el New York Times en un artículo que destaca la muestra "Abrigo" dedicada a Centurión por la Americas Society. Entre las obras citadas menciona un delantal bordado por el artista en 1996, año de su muerte, con una frase que cobra ahora un nuevo sentido: "Mi casa es mi templo". "Es un humilde recordatorio de lo que significa el refugio en este momento -observa en su nota Martha Schwendener-, y un estímulo a hacer arte con lo que se tenga a mano".
"Siempre pensamos en hacer una programación digital fuerte. Americas Society es una institución que trata de promover el diálogo de las Américas en Nueva York, pero cuya audiencia se encuentra a lo largo de todo el continente. Obviamente, dado lo que pasó hicimos un esfuerzo extra para subir online lo más rápido posible un montón de contenido que ya estábamos planeando", dijo a LA NACION Iglesias Lukin, enfrentada a los 36 años a uno de los mayores desafíos de su carrera. Apenas meses antes había sucedido en el puesto a Gabriela Rangel, actual directora artística del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
Así, en el sitio as-coa.org es posible encontrar no solo un recorrido virtual por las salas y el catálogo de la muestra sino también ver el documental Abrazo íntimo al natural (2016), dirigido por Mon Ross con testimonios de varios artistas argentinos. En forma paralela se impulsaron además nuevos programas públicos: conversaciones con artistas desde sus estudios en distintas partes del mundo -publicadas primero en Instagram desde la cuenta @americassociety.visualarts y luego en la página online-, y desde este jueves se lanzará por la misma vía In Situ, ciclo dedicado a diálogos entre arquitectos e intelectuales sobre los nuevos paradigmas del espacio contemporáneo.
"Experiencia compartida"
Con museos y galerías cerrados por la cuarentena obligatoria en gran parte del mundo, Instagram se convirtió la gran vidriera de los artistas. La red social del momento fue el espacio elegido por el centro cultural interdisciplinario The Shed para lanzar esta semana desde su cuenta @theshedny el programa "Up Close" (De cerca), organizado por Chehtman. En este caso, también, el registro de la performance musical del trío The HawtPlates se subió al sitio theshed.org y está disponible en YouTube.
Ya no parece importar que el edificio de 18.500 m2 inaugurado el año pasado en el High Line de Manhattan, con un gigante "caparazón" sobre ruedas, haya costado 500 millones de dólares: el contenido es protagonista exclusivo en tiempos de cuarentena y llega a todo el mundo, gratis. Al mismo tiempo, los artistas mantienen una fuente de ingresos en momentos de gran incertidumbre económica.
"Up Close surgió una vez que tuvimos que cerrar nuestras puertas y que la ciudad pasó a esta inmobilidad semipermanente -dijo LA NACION Chehtman, de 41 años e instalada desde hace ocho en Nueva York-. Permite que la cultura, en lugar de ser simplemente ‘escapista’, nos ayude a reflexionar sobre lo que estamos viviendo y a conectarnos los unos con los otros al hacerlo. Lo presentamos en vivo para poder aprovechar los comentarios, y que haya una sensación de experiencia compartida".
La programación, que prevé difundir nuevos contenidos los domingos a por tarde, incluye trabajos de artistas emergentes y de consagrados como Tomás Saraceno, tucumano radicado en Berlín, que se vio obligado a reprogramar la muestra que tenía previsto inaugurar en The Shed en mayo. La necesidad llevó también a muchos artistas a colaborar entre ellos a la distancia y a trabajar de manera creativa con tecnologías a las que no estaban acostumbrados.
"El corazón del programa es reflejar este momento; el registro que quede va a ser muy poderoso, cuando podamos mirar atrás", dice Chehtman, y se emociona al contar que el compositor Jerome Ellis está trabajando con Troy Anthony en una "obra ritual" que funcione como despedida para quienes no pudieron asistir a los funerales de los seres queridos, fallecidos como consecuencia del coronavirus. Tomó esa decisión tras haber perdido a su abuelo, que tenía diez hijos, cuarenta nietos y decenas de bisnietos; por las medidas preventivas, solo cinco familiares pudieron presenciar su entierro.
"Los artistas son los que ‘hacen la crónica’ de lo que vivimos con mayor sensibilidad, con mayor poder de reflexión, con profundidad y con belleza -opina la curadora-. Y así como necesitamos series, comedias, bailar, meditar, hacer yoga o cocinar, también necesitamos de la cultura que nos permita procesar lo que está pasando".
"El arte, el dibujo y la cultura son un lugar de reparo frente a la crisis", coincide Güiraldes, que a los 35 años es curadora asistente del Drawing Center de Nueva York. "Lo que buscamos con la programación virtual -dijo a LA NACION- es mantenernos conectados con nuestra audiencia a través de actividades que resulten útiles, inspiradoras, informativas, que distraigan o ayuden a levantar el ánimo. Más importante aún, nuestro compromiso es permanecer como un recurso y una plataforma para los dibujos, uno de los medios y técnicas más vitales que existen en la actualidad, entendiendo lo vital como aquello que mejora nuestras vidas".
En este caso, también Instagram ocupa un lugar central en la programación virtual, alojada además en el sitio drawingcenter.org. Desde la cuenta @drawingcenter se proponen consignas para dibujar "a la manera de" ciertos artistas y compartir los resultados, se publica en vivo el trabajo creativo desde distintos talleres y se "revisitan" trabajos del archivo con comentarios de los miembros del staff.
Su experiencia como curadora de la muestra "El lápiz es una llave: dibujos de artistas encarcelados", exhibida el año pasado, le enseño a Güiraldes "el papel fundamental del arte durante situaciones liminales de vida, como lo puede ser la privación de la libertad de una persona. El dibujo es una herramienta común y accesible a todas las personas, que puede servir para documentar la realidad circundante, como vehículo para imaginar la libertad en el más amplio sentido de la palabra, o tan solo como un método de escape a situaciones intolerables a través del acto de la expresión creativa".
Ese aspecto del arte como tabla de salvación en momentos de crisis está muy bien aprovechado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York en todas sus plataformas, a través de las cuales sabe llegar a públicos de todas las edades. Desde el sitio moma.org hace su aporte Katzenstein, otra argentina, nombrada hace dos años curadora de arte latinoamericano del MoMA y directora del Instituto de Investigación Patricia Phelps de Cisneros para el Estudio del Arte de América Latina.
"A fin de mayo participaré de un programa sobre Sur Moderno", adelanta en referencia a la muestra que reúne 170 obras abstractas de artistas de Brasil, Venezuela, la Argentina y Uruguay, donadas al museo por la coleccionista venezolana Patricia Phelps de Cisneros. Mientras tanto puede recorrerse online en el sitio moma.org, que permite acceder a información sobre cada artista e incluso escuchar playlists de compositores latinoamericanos modernos. Una forma de convertir la cuarentena en un viaje cultural, que trascienda el espacio y el tiempo.