Coppola, los ojos que vieron un siglo
Retrató la ciudad como nadie; hoy sus fotografías son requeridas internacionalmente
"Son los ojos que vieron un siglo." Así lo describió alguna vez Juan Manuel Bonet, responsable de la muestra que se realizó en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) en 1996, exposición que catapultó su obra a los museos y galerías más prestigiosas de Europa. Se trata de Horacio Coppola, el fotógrafo que retrató Buenos Aires como nadie, los "ojos" que mañana cumplen 105 años.
Coppola nació en 1906 y conoció la fotografía a través de su hermano Armando, quien era fotógrafo aficionado. El le enseñó los rudimentos básicos y le prestó su cámara. Son las fotografías de esa época las que fueron elegidas para ilustrar la tapa de la primera edición de Evaristo Carriego, de su amigo Jorge Luis Borges.
En 1931 realiza un viaje a Europa que será, según afirmó su galerista, Jorge Mara, "iniciático". "No tenía decidido si iba a ser fotógrafo, si iba a hacer cine, filosofía o literatura. Ese viaje fue iniciático porque se compra su primera cámara, una Leica que revoluciona no sólo la historia de la fotografía, sino también su propia mirada. Adopta un punto de vista más rico, con fotografías en picada, desde abajo, donde muestra una versatilidad mucho mayor", explicó Mara.
Coppola estudió en la Escuela Bauhuas de Berlín durante un par de años, hasta que el nazismo cerró la institución. A partir de allí, continuó viajando por Europa, siempre acompañado por su mujer en aquel momento, la fotógrafa alemana Grete Stern.
De vuelta en Buenos Aires, en 1936, se le encarga la labor de documentar la construcción del Obelisco y recopilar fotografías de la ciudad para la edición del libro Buenos Aires 1936, con motivo del 400° aniversario de la fundación de la ciudad.
"Tuvo que documentar algo que le fue encargado, pero, como es un artista, su visión fue mucho más allá que una visión documental, registró con gran sensibilidad en la mirada", detalló Mara.
Admirado como un maestro de la fotografía en el círculo de conocedores del país, no alcanzó la fama internacional en aquellos años. "Coppola se dedicó a hacer obra, no una carrera. El coleccionismo fotográfico es relativamente nuevo, las fotografías se utilizaban para ilustrar libros", afirmó Mara.
Años después, ya retirado, Juan Manuel Bonet, admirador de su obra y en ese momento director del IVAM, lo convoca para realizar una exposición. Fue en 1996 y el fotógrafo asistió a la muestra en compañía de su última mujer, Raquel Palomeque. Desde ese momento, sus fotografías ganan celebridad en España, y Mara se hace cargo de su obra, reorganizando el archivo e incluso positivando muchas tomas que habían quedado olvidadas en negativos.
Las ferias internacionales comienzan a ser escenario de su obra e instituciones como el Museo Reina Sofía y el MoMA adquieren acervos importantes de su producción. "Se empiezan a vender sus fotos en 2000, a los 90 años, y logra una difusión internacional que no había tenido", resumió Mara.
"Es extraordinariamente dotado, un ojo que elige maravillosamente bien lo que va a fotografiar, que compone la fotografía sin mucho artificio, pero siempre sorprende por captar el momento justo y por dónde se sitúa respecto al sujeto", explicó el galerista. El, junto con demás amigos, colegas y familiares, celebrará mañana en la casa del fotógrafo los 105 años de un excepcional testigo que plasmó en imágenes el espíritu mismo de Buenos Aires.
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