Sabato: el adiós a un clásico
Emotiva despedida al escritor, que fue enterrado ayer
En una austera ceremonia fue inhumado ayer en el cementerio Jardín de Paz, de Pilar, el gran escritor y pensador argentino Ernesto Sabato, muerto anteayer a los 99 años después de que una neumonía quebrara su debilitada salud.
El escritor, un intelectual comprometido con la realidad política del país, que gozaba del afecto de lectores y personalidades en todo el mundo, permanecía desde hacía años lejos de la atención pública y casi recluido en su casa de Santos Lugares, en el conurbano.
Reconocido internacionalmente como uno de los grandes autores argentinos del siglo XX junto con Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares, Sabato abandonó tempranamente una carrera de físico con la convicción de que el arte era el único camino posible para conjurar los demonios que acechan al hombre. Lejos del racionalismo científico, en sus años de formación abrevó en el marxismo, el humanismo y la filosofía existencialista para desarrollar una obra dura, por momentos pesimista, sin concesiones en el buceo del alma humana, que no niega, sin embargo, la posibilidad de redención.
En su obra más celebrada, Sobre héroes y tumbas , que narra un amor trágico entre un adolescente inseguro y una muchacha de una familia tradicional en decadencia, aspiró a reflejar de manera simbólica las claves ocultas del pasado y el presente argentinos. Por el conjunto de su obra literaria, Sabato, que también era pintor, recibió en 1984 el Premio Cervantes, por lo que se convirtió en el segundo argentino en obtener el máximo galardón a la literatura en español después de Borges. En la vuelta a la democracia, el escritor presidió la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca más , abrió las puertas para el juicio a las juntas militares de la última dictadura militar, en 1985.
Tras su muerte, ocurrida en la madrugada de anteayer, Sabato fue velado por la tarde en el club Defensores de Santos Lugares, ubicado enfrente de la casa en la que vivió los últimos 50 años, al que solía concurrir a tomar café y a jugar al dominó con los vecinos. El velatorio, humilde y sencillo, como el escritor prefirió vivir, se hizo en la sala de fiestas de ese club barrial.
Allí estaban su última compañera, Elvira González Fraga; sus seis nietos, hijos de Mario y de Jorge (hijo mayor del escritor, muerto en un accidente automovilístico en 1995) y una multitud compuesta mayormente por vecinos que se habían acercado a manifestar su afecto, además de amigos y personalidades de la cultura y la política. Pese al pedido en contrario hecho por los familiares, se recibieron muchos arreglos florales, entre ellos el de la Presidenta Cristina Kirchner, quien ademàs mantuvo diàlogos telefònicos con Mario Sabato y Elvira Gonzàlez Fraga; el de la Secretaría de Cultura de la Nación, la embajada de España.
También asistieron a la despedida Ricardo Alfonsín, candidato presidencial por la UCR ("Se fue el más grande", señaló); el jefe del bloque de diputados nacionales del mismo partido, Ricardo Gil Lavedra, integrante del tribunal que en 1985 condenó a los jefes militares de la dictadura. "El trabajo que Sabato impulsó como presidente de la Conadep fue extraordinario", afirmó.
Entre otros, participaron del velatorio la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, que integró la Conadep; el diputado Francisco de Narváez; el precandidato oficialista a jefe de gobierno porteño Daniel Filmus; monseñor Justo Laguna y el periodista y escritor Alejandro Dolina. Se vieron pocos escritores en el lugar, quizá porque con los años los libros de Sabato fueron perdiendo el favor de la crítica, que, más allá de la hondura de su obra, ubicaba la calidad estética de su prosa por detrás de otros grandes como Borges o Bioy Casares.
Tras un responso oficiado por monseñor Jorge Casaretto, una lenta caravana partió al mediodía del club Defensores, en medio de aplausos y de vivas. El cortejo, compuesto por decenas de autos, avanzó bajo un cielo encapotado y con una temperatura invernal hacia el cementerio Jardín de Paz. Allí, el entierro fue tan sencillo como el velatorio, pero más íntimo (ver aparte).
De la ciencia a las letras
Sabato había nacido el 24 de junio de 1911 en la ciudad bonaerense de Rojas. Ya recibido de físico, trabajó en Francia y Estados Unidos. Había militado en el Partido Comunista, pero se desilusionó con el rumbo que tomó el gobierno de Stalin en la Unión Soviética. La pulsión por la literatura pudo más que la ciencia y, en medio de una crisis existencial, se entregó a escribir. Lo acompañaba en esos años Matilde Kusminsky Richter, su esposa, madre de sus hijos, fallecida en 1998. En 1948, Sabato publicó El túnel , su primera novela, sobre un pintor que asesina a su amante, celebrada por Albert Camus; en 1961 llegó Sobre héroes y tumbas , que incluye el célebre "Informe sobre ciegos", a la que siguió Abaddón el Exterminador , de 1974.
Entre sus muchos libros de ensayo se destacan Uno y el universo (1945), Hombres y engranajes (1951), Apologías y rechazos (1979) y La resistencia (2000). En sus incursiones en la pintura, desarrolló una obra con influencia de expresionistas como Edvard Munch y Oskar Kokoschka.
La noticia de su muerte repercutió anteayer en todo el mundo. Y en esta ciudad, poco después de la despedida de sus restos, la Feria del Libro lo despidió con su propio homenaje.
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