Confusiones y enredos detrás de las madres y las hijas de Elena Ferrante
No hay que comportarse como una fundamentalista –me digo en un soliloquio más o menos exasperado-. Sucede que en materia de Elena Ferrante, que como fenómeno literario ya tiene suficientes secretos (empezando por su identidad), siempre que se puede es mejor ser bien claros. Si el algoritmo de Netflix no miente a esta altura ya son muchísimas las personas que vieron La hija oscura, el film que protagoniza la inefable Olivia Colman, pero acaso no son tantos los que repararon en que detrás de la traducción del título se destapaba la olla de una posible confusión. Como buena militante de la causa napolitana, salí a aclararlo varias veces esta semana.
El título original de la ópera prima de la actriz Maggie Gyllenhaal, The Lost Daughter (literalmente la hija sería “perdida”, no “oscura”), es lo que disparó algunas lecturas cruzadas entre lectores y televidentes de habla hispana. Una buena amiga mía –no diré una “amiga estupenda” solo para no echar más ingredientes a este caldo mal revuelto- me pidió hace pocos días que le recomendara algunos libros para llevarse de viaje. Y a propósito de la devoción por la enigmática autora que le inculqué en veranos pasados, me advirtió enseguida: “Y no pienso ver esa película que están promocionando en la tele, porque no terminé todavía la saga de Ferrante”, refiriéndose a la famosa tetralogía de las Dos amigas, cuyo último volumen se tradujo en español como… La niña perdida (para terminar de completar la cadena de equívocos, en inglés, se llama The Story of the Lost Child).
Mejor separar los tantos entonces: aunque de hecho en la película se pierde una niña, el guion no está basado en aquella cuarta parte de la famosa saga, sino en una nouvelle anterior que en español conocemos justamente como La hija oscura. En este caso, la acción no transcurre en el sur de Italia, sino en una isla griega adonde el personaje principal va de vacaciones. “Mirala tranquila, es otra historia”, animo a mi amiga, poniéndola a salvo de cualquier posible spoiler sobre el final de la gran saga, que cosechó fieles en todo el mundo. Le esclarezco un aspecto y, sin embargo, más tarde, me quedo con un dejo de culpa: omití alertarla de que este gran thriller sobre la maternidad podría garantizarle un domingo de manual, angustiante.
A buen puerto vinieron por leña los que con los días volvieron a mencionarme la confusión: familiares por teléfono, compañeros de trabajo en la sobremesa del almuerzo, a todos les repetí la explicación cada vez más aceitada: La hija oscura no es La niña perdida (qué fácil suena decirlo así, lisa y llanamente). Y del mismo modo que voy rescatando a cualquier ser humano perdido en la traducción que llega a mi orilla, admito que los lectores del universo Ferrante reconocerán más de un elemento común en sendos libros. ¿Preludio y coda? No tanto, pero por ejemplo: como se ve en los flashbacks del film, en su juventud Leda deja a sus dos hijas persiguiendo otros deseos, y Lenú, la narradora de toda la gran caravana napolitana, “abandona” también en el tramo final a sus dos niñas. Ambas se dedican a la literatura (Leda es profesora, Lenú es escritora) y, como escribe Ferrante sin eufemismos, para estas mujeres es “insoportable la institución de la familia” sin dejar de ser por ello tremendamente amorosas. A propósito, Lenú –apodo de la protagonista de la serie, que ya tiene dos temporadas en HBO- se llama Elena Greco, sí, Elena como la niña de La hija oscura. Como Ferrante.
En cualquier caso, lo principal de este apasionante embrollo es que estamos prendidos a una escritora (juguemos a que es mujer, como ha querido hasta aquí) que demostró ser una maestra en el tratamiento de la filiación, ese vínculo tan atravesado por la frantumaglia: en su dialecto, una misteriosa sensación que arrastra a uno sin razón aparente en direcciones opuestas a la esperada. Sobre madres e hijas Ferrante escribió otra magnífica novela corta, El amor molesto, y también Los días del abandono, que junto con La hija oscura, se reúnen en Crónicas del desamor.
Otras noticias de Manuscrito
Más leídas de Cultura
Un honor. Mónica Cahen D’Anvers recibió el diploma de la Academia de Periodismo en un emotivo acto con la voz de Sandra Mihanovich
Martín Caparrós. "Intenté ser todo lo impúdico que podía ser"
La Bestia Equilátera. Premio Luis Chitarroni. “Que me contaran un cuento me daba ganas de leer, y leer me daba ganas de escribir”
“La Mujer Gato”. Eduardo Costantini logró otro récord para Leonora Carrington al pagar US$11,38 millones por una escultura