Confesiones incómodas en una conversación magistral: los tres “nunca” y los dos favoritos de César Aira
Flamante ganador del premio Formentor, afirmó que éste será el último reconocimiento para él, que no hará más no ficción y señaló los dos nombres de escritores argentinos que se destacan hoy
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MADRID.–”No hay pena que se resista a una hora de lectura”, cita César Aira a Fontenelle. Admite que ha comprobado la eficacia del antídoto que propone el filósofo francés. “He tenido algunos momentos muy difíciles en mi vida reciente por enfermedades y cosas desagradables que me han pasado”, confesó ayer el escritor argentino, que recibió esta semana en Sevilla el Premio Formentor 2021, y que pese a su bajísimo perfil participó de una serie de compromisos sociales y literarios que concluyeron ayer con una velada en la Feria Internacional de Literatura de Matadero, en Madrid. Aira se refirió al juicio que María Kodama perdió ante Pablo Katchadjian, habló sobre Jorge Luis Borges, Juan José Saer, Manuel Puig, Ricardo Piglia y se animó a proponer quiénes son hoy los dos nombres destacados de la “joven” literatura argentina.
A menudo ocurre que las consignas de las citas literarias no coinciden con el resultado de la conversación, con el contenido del diálogo, y que se trata de una mera excusa para que los lectores se acerquen a un autor, un título atractivo para justificar el encuentro. Solo un brillante y amable interlocutor como Basilio Baltasar pudo guiar a Aira –a Aira y su humor, a Aira y su cadencia y sus silencios, a Aira y sus contradicciones– y, efectivamente, cumplir con el objetivo de la velada: “Confesiones incómodas”, en el contexto de la feria que se celebra en las naves del Matadero, en enorme complejo ubicado en el sur de la ciudad. Baltasar, director editorial de Seix Barral, quien recuperó el Premio Biblioteca Breve, fue tirando de la madeja de los recuerdos y reflexiones del prolífico autor cuyas últimas obras son Diez novelas de César Aira, Fulgentius y La ola que lee (todas en Penguin Random House).
En la velada, que terminó pasadas las 23 con la firma de libros, Aira pronunció varias veces la palabra “nunca”. El primer nunca emergió a la hora de inaugurar la conversación con la certeza de que jamás recibirá otro premio. “Este es el segundo y último premio que recibo. Uno lo agradece, de todo corazón. Pero hay que pagar un poco caro con entrevistas, con un discursito que a mí me da más trabajo que escribir siete novelas. Los premios ya no me aportan nada y creo que harían muy feliz a algún joven”. La pregunta que surge es si Aira puede evitar que alguien lo premie o si esto implica que no aceptará un futuro galardón.
El segundo nunca apareció en esta confesión a la hora de mencionar la reciente publicación de La ola que lee (Penguin Random House), la recopilación de artículos y reseñas que recorren tres décadas de reflexión, desde 1980 hasta 2010. “Nunca me sentí cómodo escribiendo no ficción por el hecho de que hay que decir cosas serias, verdades. De vez en cuando sigo haciéndolo, en privado, en mis libretas, pero ya no voy a continuar escribiendo artículos porque me termina creando más enemigos que prestigio. Escribir no ficción no es lo mío y me obligué a hacerlo para probarme que yo también podía pensar como los demás, no solo crear historias, sino razonar sobre la literatura”. Además, sobre la crítica literaria, manifestó que no desea explorar este universo porque teme herir a los demás.
El tercer nunca se refiere a un gusto personal de sus lecturas. “Nunca más voy a leer un libro de filosofía. He renegado de la lectura de los filósofos, porque me parecen que son todos unos charlatanes”, dijo Aira quien aceptó el premio Formentor invocando en su discurso una frase de Leibniz (“Dios nos da la atención y la atención lo puede todo”).
Aira, quien se refirió a sí mismo como “un gran tímido” y un “pequeño burgués del barrio de Flores”, habló sobre sus autores preferidos: Kafka, Balzac y Dickens, en el podio, pero quien está en el Olimpo es el Conde Lautréamont. Baltasar inquirió sobre muchas frases y reflexiones que Aira ha realizado durante su vida. “Los dos escritores presentables que tenemos en la Argentina son Juan José Saer y Manuel Puig”, dijo el autor alguna vez. Aira actualizó esta afirmación: “Hoy debería haber tres en esta lista. Uno de ellos soy yo. Saer me amó mientras yo fui desconocido, pero a partir del momento que empecé a tener cierta notoriedad, algo cambió. Lo admiré mucho, pero no tanto. En cambio, con Puig tuve una relación no personal, porque apenas hablamos un par de veces, pero tuve una relación más emotiva, más sentimental”. También consideró que hoy hay dos autores jóvenes y destacados de la literatura argentina: Pablo Katchadjian y Fabio Kacero.
Aira no ahorró elogios para Katchadjian y se refirió al juicio que le inició María Kodama por la publicación de El Aleph engordado. Aira citó la distinción de Roland Barthes sobre los escritores legibles y los escritores escribibles. “Los primeros son los que uno lee por el placer de la lectura; los segundos, los que a uno lo llevan a escribir, porque están adentrándose en los mecanismos que hacen literaria la literatura Y Borges es, en ese sentido, el escritor escribible por naturaleza. Por eso fue tan injusta la señora Kodama cuando le hizo el juicio a mi amigo Pablo Katchadjian, quien estaba haciendo un experimento literario con clásicos de la literatura argentina. Ella le hizo un juicio que perdió, pero le sacó las ganas a Pablo de continuar con ese experimento que hubiera sido interesante. Ella actuó con la mentalidad del almacenero que no quieren que le roben las latas de arvejas”.
También se refirió a Ricardo Piglia a quien la crítica intentó enfrentar y quiso ubicarlos en veredas opuestas como antes había ocurrido con Borges y Cortázar: “Bueno, [Piglia] era una excelente persona. Siempre que nos vimos nos tratamos como distantes caballeros. Era un poco mi contrafigura: era serio, un profesor con mucha responsabilidad con lo que decía, con lo que hacía. No leí ninguno de sus libros, así que no puedo opinar”.
Aira, quien considera que toda su obra es autobiográfica (si no se advierte, asegura, es porque escribe en clave), confesó también que piensa que nunca se escribirá una biografía sobre él. “En mi vida no hubo sucesos notables. Toda mi vida ha consistido en tener un libro en las manos”. Aira, a veces tajante, otras veces errático, brindó, de la mano de Baltasar, una conversación magistral, donde no faltaron pausas, contradicciones, risas y lúcidas opiniones. ¿Habrá que creer todo lo que dice? “Es una falta de cortesía aceptar lo que un escritor dice de sí mismo”, aseguró Aira. Seamos entonces amables con él.
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