Con una exhibición en homenaje al “Martín Fierro” empieza la Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires
“Coleccionar ejemplares antiguos no es prohibitivo ni cosa de ricos”, dicen los libreros anticuarios que organizan una nueva edición del encuentro para bibliófilos, lectores curiosos y buscadores de rarezas; hasta el domingo, en el Palacio La Prensa, con más de veinte expositores
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Como corresponde a su estatus, la Feria del Libro Antiguo de Buenos Aires, que se inaugura este miércoles, cumple quince años y lo celebra en un palacio. Hasta el domingo, con entrada libre y gratuita, se puede visitar el encuentro convocado por la Asociación de Libreros Anticuarios de Argentina (Alada) en el Palacio La Prensa (Casa de la Cultura, Rivadavia 564). Luego de la inauguración, estará abierta al público de 20 a 22, y de jueves a domingo, de 14 a 19:30. Participan con sus tesoros de papel -ejemplares de los siglos XVI al XX, y aquello que rodea al libro como grabados, mapas antiguos, fotografías, afiches, manuscritos, cartas- más de veinte expositores.
Por primera vez, la Feria se desarrolla en el Palacio La Prensa. “El público ha variado según los lugares pero siempre tenemos una concurrencia alta -dice Roberto Vega, presidente de Alada y dueño de la librería anticuaria y galería Hilario-. La hemos hecho en el Museo Larreta, donde hubo cinco cuadras de fila de personas que querían entrar; en el Museo Fernández Blanco, en el Centro Cultural Kirchner, en el Palais de Glace, buscando diálogo con otras corrientes de público”.
Este miércoles a las 17:30, en el Salón Dorado del Palacio La Prensa, el escritor Juan José Sebreli, el historiador Horacio Tarcus, la investigadora de arte Laura Malosetti Costa, el historiador de arte Roberto Amigo, el escritor y jurista Marcelo Gioffré y el bibliófilo y abogado Martín Borrelli conversarán con Vega sobre el mundo del libro y su circulación histórica. En líneas generales, para que un libro sea considerado antiguo debe tener cien años, aunque los libreros anticuarios también trabajan con libros de colección, ya sea porque tienen una tirada reducida y por la calidad de impresión, arte y contenidos.
Dado que el cupo para asistir a la mesa ya está cubierto, LA NACION consultó a Gioffré sobre el aporte de Sebreli. “Va a tratar de recordar a los viejos libreros de los años 1960, como Gregorio Schvartz (el padre de la artista Marcia Schvartz), Rafael Palumbo o César Moro, y contará pequeñas anécdotas, como la del Chacho Álvarez siendo cadete de una librería y quedándose a charlar con los que iban hasta la medianoche. Tal vez introduzca el tema de que a él los libros antiguos no le gustan tanto porque le parece que son libros para no leer, como jarrones de la dinastía Ming, todo lo contrario de un ejemplar de librerías de viejo o de usados”. Gioffré recordará a libreros como Alejandro López Medus, de El Glyptodón, en cuyo local se pasó horas charlando y buscando ejemplares para su colección.
Circulan muchas leyendas sobre los libros antiguos, más precisamente, sobre su valor. “Los precios no son lo más importante -remarca Vega-. Siempre está la sensación de que coleccionar libros antiguos es prohibitivo y cosa de ricos, y no es así. La misma percepción se tiene sobre el arte. Por supuesto, un Van Gogh o un Goya son inaccesibles para la mayoría de la gente, pero hay cantidad de obras apreciadas y respetadas que están al alcance del bolsillo de muchas de las personas que giran en torno a esto”. Se estima que los valores más altos de los libros exhibidos en la Feria del Libro Antiguo rondarán entre los dos mil y cuatro mil dólares.
“Preparamos un espacio exclusivo con cuatrocientos libros de dos mil a veinte mil pesos, que se irán reponiendo a medida que se vendan -acota el presidente de Alada-. Lo que buscamos es que estén disponibles tesoros ocultos para que el lector ávido, inquieto y despierto los recorra y los encuentre”.
El catálogo es amplio. “Desde ediciones del siglo XVI, de textos fundamentales del período renacentista, en general ilustrados por los grabadores más destacados de la época, hasta textos de las vanguardias literarias y artísticas del siglo XX, tanto europeas como latinoamericanas -detalla Víctor Aizenman, vicepresidente de Alada y dueño de la librería anticuaria homónima-. Ediciones originales de textos literarios, históricos y científicos, grandes encuadernaciones artísticas, libros dedicados por sus autores que individualizan cada ejemplar y muestran el entretejido de las relaciones personales e intelectuales contemporáneas, libros de tiradas limitadas (las llamadas ediciones de bibliófilo), compuestos en la tradición manual gutenbergiana, ilustrados con grabados originales e impresas en papeles manufacturados”.
Para este librero anticuario, uno de los objetivos de la Feria es “dar a ver los materiales atesorados por los expositores y proponer el rescate del patrimonio bibliográfico tanto nacional como internacional”. El catálogo de la Feria, con textos de Alberto Manguel, María Marta Larguía de Arias, Vega y Aizenman, e información sobre los expositores, estará disponible en la página web de Alada.
Entre muchos otros títulos, se encuentran un manuscrito de Ramón Gómez de la Serna, un ejemplar de Huit Poèmes, de Atahualpa Yupanqui (ilustrados por Carlos Pardal) y otro de Rebelión en la selva, de Crisanto Domínguez; colecciones de las revistas Martín Fierro, Proa y Sur; la hermosa Fitología gráfica, de Augusto Alcázar; una edición de Luna de enfrente, de Jorge Luis Borges, de 1925; Escrito en el aire. 9 poemas inéditos para 9 dibujos de León Ferrari, de Rafael Alberti; Monumenta Iconographica, de Bonifacio del Carril, y una publicación con las “chicas” de Divito.
En el 150° aniversario de la publicación del Martín Fierro, de José Hernández, se hará una exposición homenaje con exhibición de las casi inhallables primera y segunda ediciones originales, además de otras cuarenta versiones posteriores, desde ediciones de bibliófilo hasta adaptaciones infantiles y de historieta.
Vega cuenta que buscaron distintas posibilidades para llevar a la Feria un ejemplar de la primera edición del Martín Fierro. “Especulábamos con cuánto nos podían pedir los del seguro -bromea-. Hay valores caprichosos en este tipo de obras, pero logramos que un particular nos lo cediera. Es interesante porque se conocen pocos ejemplares de la primera edición, porque fue un folleto editado en 1872 con unas tapitas muy frágiles, en papel tipo barrilete y con un papel de gramaje liviano para el interior. Era realmente frágil como objeto y tenía la particularidad de que circulaba entre el público: se leía en pulperías, en reuniones sociales, y al pasar de mano en mano se iba deteriorando. Por eso, se conservan muy pocos ejemplares”.
El librero anticuario revela una estrategia promocional de Hernández. “Es más común encontrar ejemplares de la 12ª y 14ª ediciones -indica-. Hábilmente y en una actitud empresarial, Hernández salteó algunas ediciones para instalar la idea de que su libro se vendía en forma masiva. Fue su modo de presentar el Martín Fierro como el best seller de la época. Más allá de esta picardía, fue un título que atrajo a un público nuevo para la lectura porque se sentía identificado con la obra y eso es lo maravilloso de esta publicación”.
Curiosamente, hay una sola referencia a los libros en el poema de Hernández, en el canto VI, y no parecen ser los salidos de imprenta. “Pero esas trampas no enriedan / a los zorros de mi laya; / que el Menistro venga o vaya / poco le importa a un matrero. / Yo también dejé las rayas... / en los libros del pulpero”.
Para agendar
Viernes, sábado y domingo a las 16 y a las 18 habrá visitas guiadas organizadas por el Archivo Histórico de la Ciudad, que expondrá una selección de su material.
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