Con un relicario de un tronco caído, Pinamar suma arte contemporáneo a su parque escultórico
“Albor de Árbol”, obra de Donjo León, ganó el premio organizado por arteba y Pinamar S.A. y ya está instalada en el vivero forestal, abierta al público
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PINAMAR. – Primero eran médanos. Después, llegaron los pinos a dejar quieta la arena y se logró edificar. Entonces llegó el arte, de manos de un coleccionista determinado y una galerista apasionada. Y así, hoy Pinamar es una ciudad turística con identidad propia y un proyecto a largo plazo que sostiene una familia de pioneros hace más de ochenta años, cuando empezaron a plantar pinos y hoy llevan implantadas más de setenta obras.
El mar ruge y llega su viento salado mezclado con olor a pintura fresca. La ciudad se apresta para recibir a los veraneantes, con una nueva joya: la obra que se acaba de emplazar en el Vivero que dio origen al pinar, y llega por medio del primer concurso que organizan para una obra de arte en el espacio público. Albor de árbol, de Donjo León, es la primera obra ganadora del premio Pinamar #2254, organizado por arteba y Pinamar S.A., con la curaduría de Solana Molina Viamonte.
Todo en la naturaleza es un ciclo, y la obra no puede ser más pertinente. En medio del bosque, está el vivero donde crecen pinos-bebé en una nursery (así lo señala un cartel). Y en medio, se levanta una estructura de madera (de pino) que guarda como en una pecera o un relicario el tronco de un árbol (de pino). Un sistema bombea el agua de las lentejas (depósitos de agua que se forman naturalmente en la arena), y el tronco es regado por aspersión. El gabinete es un catalizador que pone a la vista lo que ocurre bajo tierra: la lenta descomposición de un tronco caído por el surgimiento de hongos, bacterias, insectos, musgo, moho...
“Mi obra siempre trata sobre cómo el agua transforma diferentes materiales. Es algo que cuando empecé a hacer obra tridimensional y ataba palos con alambre, ya me imaginaba en esta escala y envergadura. Es novedad para mí trabajar con equipos de realizadores y el uso de nuevos materiales: cemento, ladrillos, azulejos. También es mi primera obra para un espacio público”, contó Donjo León anoche en la inauguración, que tuvo mapping en el bosque e invitados especiales como directores de instituciones culturales como Eleonora Jaureguiberry (Malba Puertos), María Teresa Constantin (Arthaus), Teresa Riccardi (Museo Sívori), artistas como Claudia Aranovich, Camilo Guinot y Mónica Girón, coleccionistas como Abel Guaglianone, referentes de arteba y mucha prensa.
Donjo hace obras con sales minerales, óxido e instrumentos musicales con agua. “Es la contracara de lo que sucede en el vivero, donde nacen los pinos. Acá se descompone, pero a la vez nace otro tipo de vida”, señala el artista. “Es una obra que parece que siempre tendría que haber estado acá porque tiene que ver con un árbol fundacional de Pinamar. Y combina diferentes estados del pino, desde que nace en el vivero hasta el que se usa como material de construcción. Caminamos con el artista por el bosque hasta que encontramos el tronco caído que pensamos que era el indicado para la obra. En esta especie de invernadero se pone la lupa sobre el aspecto de la descomposición que sucede en el bosque permanentemente, pero que es algo más invisible. Adentro está recubierto de azulejos negros, como si fuera un baño o una morgue donde hay un cuerpo. La forma de este habitáculo hace alusión a los hongos, que son los que en el bosque descomponen la materia viva para transformarla en otra. Y afuera está recubierto de madera de pino. Es como una vidriera o un santuario para un tronco. O la reliquia de un santo. Está exhibido como si fuese una especie de Lección de anatomía, en un escorzo, como si fuera un cuerpo”, dice Molina Viamonte.
El resultado del concurso se anunció en el último arteba. El jurado estuvo compuesto por Eduardo Basualdo (artista), Florencia Batitti (curadora y crítica), Martín Bodas (arquitecto), Mónica Girón (artista) y Enrique Shaw (director ejecutivo de Pinamar S.A.). Eligieron cinco entre los más de 150 postulantes, y viajaron a conocer el espacio para repensar sus proyectos y volver a presentarlos. “Cuando uno de los cinco traía su propuesta y vio la maqueta de la obra de Donjo, dijo: Ya sé quién es el ganador”, contó Enrique Shaw. Desde entonces, el artista se encuentra trabajando en el vivero forestal.
La historia
La galerista que incentivó esta alianza entre arte y ciudad fue Teresa Nachman, recientemente fallecida (en la fiesta de inauguración se la recordó con un aplauso). Con su pasión por la cultura, alentó a comenzar una pequeña colección a un coleccionista que prefiere mantener su nombre en privado. Durante treinta años acumuló piezas valiosísimas. Elegían al artista, visitaban su taller y pasaban a bronce obras que quizá nunca se habían vaciado. “Después las emplazaba con pedestales importantes, las iluminaba con luces alemanas, ponía un sistema de seguridad y debía haber gastado igual plata en paisajismo que en obra. Una cosa de locos. Le encantaba traer a los artistas, que ya eran mayores, y que vieran las obras. Y los artistas se desarmaban. Yo tengo muchos recuerdos de artistas llorando, sentados en el piso, porque estaba su obra al lado de su maestro o porque finalmente se pudo fundir su obra”, cuenta Enrique Shaw.
Después de un tiempo, la empresa familiar Pinamar S.A. compró ese lote, que incluye obra de José Fioravanti, Lucio Fontana, Aurelio Macchi, Lucio Correa Morales, Ricardo Carpani, Rubén Locaso, Leo Vinci, Guyla Kosice, Marta Minujín y otros grandes popes de la escultura argentina, y decidieron con ellas cambiar la cara a la ciudad balnearia. Ya habían encargado piezas monumentales que son íconos a los artistas Alberto Bastón Díaz y Pájaro Gómez. “Siempre me acuerdo la metáfora del Principito cuando la víbora se come el elefante. Fue más o menos así. Recibimos sesenta y pico de obras y había que emplazarlas, transportarlas, arreglarlas. Dificilísimo. Pero mucha gente nos ayudó”. El galerista Ignacio Gutiérrez Zaldívar fue otro entusiasta.
“Esta fuerza del arte, la arquitectura, el paisajismo, el urbanismo está en el modelo de negocio del proyecto familiar de la empresa. Jorge Bunge la concibió como una Ciudad-Jardín: un concepto arquitectónico que integró orgánicamente el paisaje con el desarrollo urbano. Cuando murió Bunge, la abuela le encargó un plan maestro a Clorindo Testa”, cuenta Bárbara Shaw. “Este es el tercer vivero de la familia en ochenta años. Todo empieza acá” señala Elsa Shaw entre plantines de pinos, y ahora también de ginkos, lavandas y mangnolias. Al vivero también le llegó la necesidad de la diversidad.
Las obras están en espacios privados de acceso público y conforman el Parque Escultórico Pinamar. En el hotel Playas Art se concentra un conjunto importante. Los otros dos núcleos de obra están en el Golf y en el Camino Parque de los Pioneros. Pronto van a estar ordenadas en un catálogo razonado. Todos los veranos activan las piezas con mapping de luces y sonidos en picnics nocturnos. El año pasado invitaron al artista Camilo Guinot a hacer una obra de sitio específico. El concurso es parte de este proceso: “Cuando las obras estaban ya instaladas, empezamos a pensar cómo darle una vida al conjunto. Este es un plan a largo plazo, para generar experiencia y riqueza para la ciudad, y que las obras entren en diálogo. Y así surge este concurso con el que esperamos llegar a los cien años de la ciudad, en veinte años”, dice Enrique. Habrán entonces logrado el desembarco del arte contemporáneo a estas playas.
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