“Con toda la muerte al aire”, agudo identikit de un femicidio durante los carnavales peronistas
Un trabajo de la fotógrafa María Eugenia Cerutti reconstruye el asesinato de Alcira Methyger en 1955: su cuerpo descuartizado apareció en diferentes lugares envuelto en papel de diario
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El libro Con toda la muerte al aire de la fotógrafa, investigadora y docente María Eugenia Cerutti es una nueva forma de ejercitar la crónica de manera visual, poética y terriblemente aguda: un abordaje contemporáneo del asesinato de Alcira Methyger a manos de Jorge Burgos. Se trata, en fin, del identikit de un femicidio.
La historia que cuenta es esta: durante los carnavales de 1955, aparecieron ocho partes del cuerpo de una mujer envueltos en papel de diario en tres lugares de la ciudad y del conurbano. No se hablaba de otra cosa en esos días. La pesquisa reveló que el autor era el hijo de una familia de clase media de Barracas, que había recorrido 60 kilómetros en transporte público para deshacerse del cadáver de su novia, una joven llegada de Salta que trabajaba como empleada doméstica. El romance había durado todo el peronismo, de 1945 a 1955.
El libro es una brillante edición del sello Sed, que dirige Martín Bollati y tiene diseño de Ricardo Baez. Está en librerías, pero cuando se compra en la página web de la editorial se suma un detalle tan acertado como escalofriante: viene envuelto en un afiche que reproduce diarios de aquel tiempo. Adentro, una caja contiene dos libros. El primero sumerge de a poco en la barbarie, tal como fue apareciendo a la opinión pública en su tiempo, por partes, como el cuerpo de Alcira. La historia se cuenta con fotos de prensa, artículos periodísticos, cartas de lectores, partes policiales, fotografías forenses intervenidas (Cerutti obtura en blanco los fragmentos del cuerpo del delito), dibujos e imágenes de la reconstrucción del hecho. Hay un retrato que se repite con diferentes puntos de offset de diario papel. “Todos los días se publicaba en los medios esa única foto que se encontró de ella. Retomamos ese gesto de multiplicidad de reproducciones y pensamos en recuperar así a todas las Alciras posibles. Las muertes que ocurriendo hasta hoy”, señala Cerutti. Con el correr de las páginas se va aclarando el hecho, a la vez que el lector se empapa de cómo fue percibido y tratado el caso, devorado por la opinión pública de entonces. “Es un discurso que sigue vigente”, señala la autora.
El segundo libro es la reedición de Yo no maté a Alcira, publicación redactada por el femicida desde la cárcel. Se escucha su voz, sus justificaciones para lo que entendieron él y su tiempo como un crimen pasional (faltaban por lo menos 30 años para que empezara a hablarse de “femicidio”). Algo así como “mirá lo que me hizo hacer”. Su campana. El silencio de Alcira es rotundo, entonces. Lo que sigue no es su versión de la historia sino imágenes actuales de Cerutti de los escenarios del crimen, en Soldati, Pablo Podestá y el Riachuelo, y también de su tumba en el cementerio. “La fotografía tiene algo de poner el cuerpo, intransferible. Es estar ahí”, recuerda. El título del proyecto es un extracto de Esa mujer, relato Rodolfo Walsh sobre el secuestro del cadáver de Evita también en 1955. La necrofilia colectiva vivía sus tiempos de gloria.
La tapa del primer libro lleva la foto del homicida tal como Cerutti la encontró en el Museo de la Policía Federal hace seis años, cuando empezó a pensar en esta historia. Estaba en sus salas para hacer un relevamiento antes de su remodelación (que aún no ocurrió) y le llamó la atención que la identidad de un hombre, Burgos, se reservaba con una cinta en los ojos. En la página siguiente, se mostraban sin cuidados foto de los restos de Alcira en la camilla de la morgue, donde hubo peregrinaciones multitudinarias para reconocerla. El asesino protegido, la víctima nuevamente violentada, expuesta. “Pregunté a qué se debía esto, pero no supieron decirme. Esperé a que no hubiera nadie, a que no me vieran y tiré suavemente de la cinta que tapaba sus ojos, hasta que apareció uno. Me miró y le saqué una foto”, cuenta la autora. Esa imagen es la contratapa, y es la primera intervención que hizo en todo el recorrido. Después trabajó sobre un corpus de imágenes encontradas en ese museo, hemerotecas y en el Archivo General de la Nación: “Con el editor, hicimos reencuadres y señalamientos”, explica.
Todas las cartas de lectores reproducidas hoy resultarían inaceptables. Hablan de las costumbres de la víctima, de su cariz moral y del corazón roto del victimario, como si ella fuera la culpable de su desenlace. Los diarios titulan “El caso del descuartizador tímido”, “Amores que matan”, señalan a “una salteña vivaracha” y dicen que “su desmedida ambición la llevó a la muerte”. Los lectores piden clemencia por “un muchacho trabajador” y por “sus preocupados padres”. Abordar el caso con perspectiva de género es, en cambio, una operación silenciosa pero rotunda. La forma de hacerlo no es con opinión, sino juntando las partes, mostrando retazos del pasado. “Es una operación artística que busca encontrar la punta de un ovillo con la esperanza de desandarlo”, dice.
Este es el tercer libro de Cerutti, que ganó el premio FOLA Pampa Energía 2019 y el premio Gabriel García Márquez/FNPI en 2008, entre otras distinciones. Con toda la muerte al aire llega al libro después de ser muestra y performance. Se presentó primero como exposición Siluetas y Lazos en la Bienal de Fotografía de Tucumán y en ARDE Festival de Feminismos y luego junto con el periodista Alejandro Marinelli como una instalación in situ en Proa 21 (la última de las cinco funciones se hizo en 2019 durante la Bienal de Performance). El formato libro tendrá una presentación performática transmitida por streaming a fin de mes en el lugar donde comenzó todo: entre los archivos y maniquíes macabros del Museo de la Policía Federal.
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