Con sus principales museos cerrados, Mendoza refugia su arte en el vino
MENDOZA.– Entre barricas y vides sobrevive hoy el arte mendocino. Con sus principales museos cerrados y espacios autogestionados sin lugar físico, el arte contemporáneo se escurre en ambientes poco específicos, como bodegas, hoteles, plantaciones, casas de artistas y locales comerciales.
El vaso medio lleno: hay ruido de obra. El Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú, Casa de Fader, lleva siete años y alrededor de cien millones de pesos invertidos en la restauración para volverlo a su antiguo esplendor. Para eso, viene trabajando allí un equipo de diez mujeres: artistas, arquitectas, ceramistas y restauradoras. El Espacio Contemporáneo de Arte (ECA) sufrió un incendio en su cúpula y estaría próxima su reapertura, al igual que el Museo Municipal de Arte Moderno Mendocino (Mmamm), que dejó de funcionar en 2015, cuando las goteras y filtraciones lo hacían inviable. Estaba en el subsuelo de la Plaza Independencia y por un tiempo albergó performances con agua (las goteras) e intervenciones en la puerta (cerrada).
Así, las bodegas, destino obligado para turistas, ampliaron su alcance a la escena del arte. Por sus nuevos edificios monumentales, son también grandes comisionistas de esculturas. No todas ofrecen el soporte que da Emma Zuccardi, anfitriona en la Cosecha de Artistas, un evento que se hace desde hace doce años para agasajar e inspirar a los creadores locales. El sol brilla el sábado de otoño en el que 45 creadores de todas las edades, disciplinas y estilos coinciden en una de las tantas fincas que tiene esta provincia. El convite es a cosechar, comer, beber y encontrarse. También, a inspirarse para concebir las obras que serán expuestas en la sala de arte de la bodega Santa Julia. Ahora exhibe allí sus pinturas el maestro Antonio Sarelli y están a la venta, pero sin comisiones para la sala. Zuccardi, de 93 años, elegante y hospitalaria, comanda los montajes y la iluminación. En su colección hay piezas de Gómez Cornet, Carlos Alonso y medio centenar de nombres. "El vino es para nosotros un medio de comunicación, lo mismo que las obras de los artistas. Expresan a nuestra región y a su gente", señala su hijo, José Zuccardi.
No es la excepción. Monteviejo auspició un festival de gastronomía, vino, arte y rock que duró una semana. En Trivento potencian la alianza MovArt, un circuito de bodegas con arte que incluye a Caro, Escorihuela, Catena Zapata y La Rural, y aloja hasta septiembre la muestra "Piel de monte", con 70 obras de Pablo Lavoisier y León Corradi, maestro y discípulo. La firma Salentein tiene la galería muy bien equipada, Killka. En Casa Vigil, en el paraje de Chachingo, Maipú, hasta julio exponen Florencia Aise junto con Osvaldo Chiavazza.
"Hay muchos artistas muy buenos, pero es difícil el circuito. Cuando cerraron los museos, las bodegas les empezaron a abrir las puertas a los artistas", dice Magdalena Benegas. Coinciden los escultores Julio Melto, Fernando Rosas y Juan Del Baso. "Tenemos espacios culturales muy hermosos, pero están destruidos. Afortunadamente, la conexión poética entre el vino y el arte ha empezado a coagular, sumando al turismo", considera Rosas, que expone en Escorihuela Gascón.
El vaso medio lleno
"Antes de fin de año, reabre el Fader. Y estimamos que en agosto estaremos en condiciones de reinaugurar el ECA", dice María Laura Tinte, coordinadora de estos espacios provinciales y directora del Museo Carlos Alonso, que funciona desde hace un año en la Mansión Stoppel, una casona que recuperó su esplendor luego de décadas de abandono. Le faltaba lo más importante para un museo: una colección propia. Pero el mecenas Jacobo Fiterman hizo una importante donación de más de cien obras, que guarda el Fader, porque en este museo todavía no hay espacio para eso. Ahora hay una muestra en homenaje al maestro Roberto Azzoni. Otra novedad es el Espacio de Fotografía Máximo Arias, que se instaló en una exmaternidad reacondicionada con varias salas. Hoy se ven ahí fotos de Alberto Mariotti.
Entre las novedades está una nueva sala en el Parque Central, el Anexo del Mmamm, con exposiciones programadas a partir de una convocatoria abierta, igual que en el Alonso. Sin embargo, hasta ayer, albergaba ruinas de hormigón: la instalación de Patricia Yácomo, Búnker, inspirada en la Segunda Guerra, resultaba elocuente. Pasado mañana se inaugura una exposición colectiva dedicada al urbanismo, "Habitar el oasis". La reapertura del Mmamm se estima para septiembre. La falta de museos tiene consecuencias, opina Laura Valdivieso, artista, curadora y su última directora. "La institución museo es la que debe marcar el rumbo en las prácticas profesionales ligadas al arte. Los espacios alternativos improvisan y sin instituciones no tienen una referencia a seguir", señala.
Un bastión para creadores es, paradójicamente, la Universidad Tecnológica Nacional. En dieciséis años lleva hechas ochenta muestras en el hall de su Facultad de Ingeniería y vende obras como cualquier galería. Suma aportes de otras carreras (Enología pone el vino en las inauguraciones, por ejemplo). En cambio, las salas del Espacio Julio Le Parc suelen ser multifunción y se abocan a fomentar las industrias culturales y las artes escénicas.
En arteBA hubo un stand mendocino: la galería Imagen, que dirige Facundo Díaz, que ahora no tiene sede. "Pudimos llegar. Es un espacio importante que hay que ocupar. No vendimos nada, pero apuntamos a la visibilidad", reflexiona Díaz. Durante el año, tendrá tres exposiciones en lugares prestados e itinerantes, algo que está en su esencia. Es que los espacios autogestionados atraviesan un momento de cambio: se sostienen las redes de apoyo, pero no las casas físicas. Como Montaña, que agrupó la actividad emergente en los últimos años. "Está latente, mutando. Ahora estamos dedicándonos a nuestras obras", dicen Clara Ponce, Florencia Breccia y Mariana Barón, las integrantes, que expondrán pronto en Killka.
En el sector privado, están la Galería Santangelo, Gaudí y el Espacio Piazza. Casa Colmena agrupa cooperativamente artistas visuales y escritores. Y los talleres de los artistas se expanden para acoger actividades propias de centros culturales. "Participo en un taller en una casa de 1918, La Pausa, donde damos cursos y tenemos un espacio de exposición y venta, en Luján", cuenta Laura Rudman. El pintor Sergio Roggerone recibe en La Alboroza, que es en sí misma una obra de arte en Maipú.
Los hoteles aprestan sus lobbies. El Hyatt abrió el Balcón de las Artes, dos salas dirigidas por Gabriela Nafissi. El Hotel Raíces Aconcagua inauguró el Espacio San Lorenzo, con un homenaje a Carlos Ercoli.
En un edificio de oficinas, Chacras Park, funciona desde abril Protea, espacio que estrenaron las artistas Cristina Santander y Viviana Herrera. En otro lugar inesperado funciona Arteh: Hipercerámico, mayorista de productos para terminación de obra. Lo dirige Daniel Rueda, gestor cultural todo terreno. Ahí, la artista Silvia Bove presentó instalaciones lúdicas hechas con bañeras, inodoros, duchas y lavamanos. Ahora hay una muestra más clásica, pinturas de Egar Murillo y Diego Stigliano. A falta de museos, el arte mendocino se abre camino. Con creatividad espumante.
Dos mendocinos que, a los 90, tienen "casa" propia
Carlos Alonso. Aunque vive en Unquillo desde 1982, nació en Mendoza, donde desde el año pasado tiene museo con nombre propio. Restaurada con todo su esplendor, la Mansión Stoppel está en Emilio Civit 348. Ahora expone la obra de Roberto Azzoni.
Julio Le Parc . Vive en París, pero en 2012 estrenó el espacio cultural que lleva su nombre en un edificio de 8777 m2, en cuatro niveles, en Guaymallén. Hasta hace unas semanas se vio una exposición de grabados de Francisco de Goya.
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