Juan José Sebreli festeja 90 años con libro nuevo: "Mi vida estuvo signada por el destino histórico del país"
En el día que cumple 90 años, Juan José Sebreli presenta, acompañado por su amigo y coautor, el escritor Marcelo Gioffré, un nuevo libro: Desobediencia civil y libertad responsable (Sudamericana). Sebreli terminó de escribir y corregir el libro mientras estuvo internado en el Hospital Italiano y luego en reposo, en su casa, tras haberse contagiado de coronavirus. El "ave fénix" del pensamiento argentino celebrará por partida doble en el canal de YouTube del grupo editorial Penguin Random House, hoy, a las 17. De la presentación participan el escritor y periodista Jorge Fernández Díaz, la exdiputada nacional y alma máter de Juntos por el Cambio, Elisa Carrió, y el psicólogo y periodista Diego Sehinkman.
"Mi vida ha estado signada por el destino histórico del país -dice Sebreli a LA NACION-. Nací en medio de la crisis mundial de 1930 y con el primer golpe militar que intentó imponer un sistema fascista en la Argentina y que fue el precursor del golpe de 1943, que duró medio siglo con breves intervalos de democracia". El autor de El asedio a la modernidad aclara que no es afecto a las conmemoraciones. "De niño mi familia festejaba mis cumpleaños hasta que, cuando llegué a la adolescencia, dejé plantados a los invitados para irme al cine -recuerda-. Cuando cumplí los sesenta años, una fecha clave, me reuní con tres amigos y uno de ellos me preguntó cuándo pensaba que me iba a morir. Sin titubeos, contesté: 'A los 74 años'. La fecha no era azarosa. A los 74 años había muerto mi padre y también mi padre intelectual, Jean-Paul Sartre. Desde entonces nunca más hice pronósticos. La muerte, como todo en este mundo, es imprevisible".
Cuando Sebreli rondaba los ochenta años, visitó con Gioffré al periodista Mariano Grondona en su casa de Barrio Parque. Mientras oían pasar los trenes de la Línea Mitre, Grondona bromeó con Sebreli. "¿Nos tiramos a los cien años?", le dijo, en referencia a las vías del ferrocarril. "Sea modesto, Mariano, con noventa yo me arreglo", le respondió Sebreli. Otro recuerdo significativo del autor de Comediantes y mártires tiene como protagonista al juez de la Corte Suprema, Carlos Fayt. A mediados de 2014, este lo llamó para decirle que había terminado de leer El malestar en la política y quería felicitarlo. Sebreli aprovechó para preguntarle cómo había hecho para mantenerse tan lúcido y activo a esa edad (Fayt había nacido en 1918). El juez contestó que siempre había que tener un objetivo en la vida; él, por ejemplo, se retiraría de la Corte una vez que sucediera lo que deseaba. "Mientras uno tenga un objetivo, tiene que seguir vivo", le dijo a Sebreli. A los 98 años, el juez falleció en noviembre de 2016.
El escritor Jorge Fernández Díaz, que acaba de publicar La traición (Planeta), su nueva novela protagonizada por Remil, participará de la presentación del nuevo ensayo de Sebreli y Gioffré. "He sido lector de Sebreli desde los dieciocho años -dice Fernández Díaz-. Al principio 'peleándome' con él y admirándolo, y luego simplemente rindiéndome ante su inteligencia y su lucidez. Es el gran outsider del pensamiento argentino, es un Borges del pensamiento político y el gran desobediente que va no solo contra las corrientes mayoritarias del país sino contra las corrientes biempensantes de las universidades y los cenáculos literarios". Para este escritor, periodista e integrante de la Academia Argentina de Letras, ser amigo y discípulo de Sebreli constituye "un honor".
Rumbo a la pospandemia
El vigesimosegundo libro de Sebreli, y el segundo en coautoría con Gioffré, aborda una temática candente: la gestión de la pandemia en distintos países, con especial foco en el caso argentino. En las primeras páginas, los autores revelan los motivos que los llevaron a escribirlo y, en las finales, conjeturan sobre el horizonte de la pospandemia. Allí se plantean tres preguntas: si en el futuro inmediato habrá más nacionalismo o más globalización, más totalitarismo o más libertad, y si el mundo avanza hacia un nuevo tipo de hegemonía (el chino en reemplazo del estadounidense) o hacia un mundo "posthegemónico". Realizan, además, un elogio del liberalismo de izquierda, que tuvo como precursor a John Stuart Mill, y como referentes a pensadores del relieve de Anthony Giddens, Norberto Bobbio, Mario Vargas Llosa y Carlos Nino.
"Desobediencia civil y libertad responsable gira en torno a la idea de que existe efectivamente una pandemia y de que esa pandemia debe ser gestionada", dice Gioffré. Él y Sebreli cuestionan una clasificación que postula que existen tres tipos de tipos de gestión de la cuarentena. "La de la seguridad nacional en China; la de la salud, en Europa y países de América del Sur, y la que carga las tintas en la economía, como pasa en Brasil, Estados Unidos y México. Nosotros objetamos esa clasificación y partimos de la base de que hay cuatro tipos de gestión de la cuarentena, dos que han fracasado y dos que han tenido éxito".
No solo para los autores, una de las gestiones exitosas es la que ha puesto el acento tanto en la libertad responsable de los ciudadanos como en un plan de testeos, trazabilidad y aislamiento, como pasa en Suecia y Uruguay. La segunda gestión eficaz que mencionan es la que impuso cierres coercitivos y focalizados además de testeos y trazabilidad, como en Alemania, Taiwán y Corea del Sur."Y hay dos sistemas que fracasaron -destaca Gioffré-. El negacionismo, como en Estados Unidos, Brasil y México, y la gestión ineficaz y autoritaria de cierres generalizados y muy bajos o nulos testeos, como en la Argentina, la India, Colombia y Sudáfrica".
El libro de Sebreli y Gioffré indaga en la historia y presenta casos en que los individuos reaccionaron ante las restricciones impuestas por el poder a los derechos civiles, como la libertad de reunirse, de trabajar, de circular y, en especial, el derecho a la vida. "El individuo reacciona y echa mano a la desobediencia civil, que algunos piensan que es una ruptura institucional o que lleva al anarquismo -dice Gioffré-. El libro justamente intenta probar que no solo esa ruptura no lleva al anarquismo sino que en la medida en que sea no violenta y que capte un sentido de justicia de una comunidad determinada, refuerza y estabiliza la democracia".
Así empieza el nuevo libro de Sebreli y Gioffré
Este breve ensayo escrito a cuatro manos tiene un formato muy común en la música y el canto, que es en cambio raro en las letras, aunque las excepciones suelen ser famosas. Todos los capítulos han sido escritos en conjunto salvo el segundo, que abunda en anécdotas o experiencias personales de uno de los autores. Esa modalidad coral nos obligó, más de una vez, al aludir exclusivamente a uno de los autores a hacerlo en tercera persona.
El 28 de mayo la cuarentena llevaba ya diez semanas, los comerciantes mantenían sus negocios cerrados y los argentinos cumplían el aislamiento. Ese día, en una entrevista de Diego Sehinkman, Sebreli sostuvo que la corrección de una cuarentena indefinida que encerraba a personas sanas estaba ya prevista en tratados clásicos de la ciencia política: la desobediencia civil. Sugirió que todos los comerciantes que estaban fundiéndose levantaran las persianas al mismo tiempo, sin palos ni piedras y a la vez tomando todas las precauciones. Unos días después, trescientos intelectuales, artistas y científicos, entre los que estábamos los autores de este libro, firmamos un documento que alertaba sobre la gestión autoritaria de la cuarentena argentina. Se habló más del neologismo "infectadura" que contenía esa carta que de la carta en sí y se multiplicaron los llamados mediáticos. El primer día de junio en el programa Intratables Sebreli dijo que la democracia estaba en peligro y ratificó la necesidad de la desobediencia. El conductor, Fabián Doman, rechazó esa noción y otros integrantes del panel, incluso aquellos que por sus ideas tendrían que haber admitido dicha postura, prefirieron guardar un silencio cómplice. Estos sucesos y ciertas declaraciones posteriores del comediante Juan Acosta llevaron al fiscal Horacio Azzolín, bajo la inspiración de un insólito operativo de ciberpatrullaje de redes, a formular una denuncia penal que recayó en el juzgado de Daniel Rafecas, que si bien fue descartada de plano echó un intimidatorio cono de sombra sobre la libertad de expresión.
Fueron tres episodios, tres fricciones que funcionaron como un test. Lo más asombroso es que la sociedad no alcanzaba a metabolizar una idea tan simple: frente a normas absurdas no hay otro camino que la actitud insumisa. Las grandes culturas de la historia avanzaron rebelándose. De no haber sido así aún regirían la esclavitud y las monarquías absolutistas. Esa perplejidad probaba la ausencia de una pedagogía democrática y este libro va en dirección de llenar el vacío. Es indispensable poner en marcha dispositivos que disuelvan la unión entre el paternalismo autoritario y la sociedad infantilizada.
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