Pagan US$1,8 millones por una copia única de “Blowin in the wind”, de Bob Dylan, que parece un cuadro
Un simple con el tema del Premio Nobel fabricada con “la mejor calidad de sonido” se subastó en Christie’s de Londres y es el disco más caro de la historia
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Una versión de “Blowin in the wind” (Soplando en el viento), el himno folk de Bob Dylan, grabada de nuevo en 2021 y editada en un único ejemplar en una nueva tecnología de audio (Ionic Disc) que supera los mayores logros de la alta fidelidad, se subastó esta tarde en 1.482.000 libras esterlinas (casi US$1,8 millones) en la Christie’s de Londres. La obra, un híbrido entre disco de vinilo y cuadro, superó las expectativas de por sí desmesuradas, que lo situaban entre las 600 mil y el millón de libras. Así el lote 44 de la subasta The Exceptional Sale acomodó a un cantante pop y Premio Nobel entre estatuas del Antiguo Egipto valuadas en 6 millones de libras y un manuscrito de Napoleón sobre la batalla de Austerlitz vendido en 227 mil libras. Así, una de las canciones más versionadas del cancionero pop, se convirtió hoy en el disco más caro de la historia cuando en 1962 su edición industrial se conseguía por poco más que un dólar.
“No more auction block” (“No más bloque de subastas”) se llamaba el himno anónimo contra la esclavitud del que el joven Bob Dylan tomó la inspiración para la canción que lo convirtió en el portavoz de su generación, aquella que llevó el folk a la música pop y con la que abrió un camino que no se detuvo en los últimos sesenta años. Sí, de “Blowin’ in the Wind” se trata, conocida en Hispanoamérica como “Soplando en el viento”, que el bardo grabó el 9 de julio de 1962 en los estudios Columbia de Nueva York para su segundo álbum The Freewhelin’ Bob Dylan y que antes de consagrarlo como cantautor y conciencia de la contracultura fue un hit en las voces prístinas de Peter, Paul & Mary. Seis décadas después, el simple que podía comprarse por poco más de un dólar en cualquier disquería se subastó en Christie’s Londres con un precio récord. Pero no se trata del acetato original ni de un objeto de memorabilia pop sino de un único disco con la nueva versión que Dylan hizo junto al productor T-Bone Burnett en 2021. El original (one of one) de un formato llamado Ionic Disc (Disco Iónico) que Burnett desarrolló para alcanzar la mejor calidad de sonido analógico de los últimos 70 años.
Es así: la canción pop ya es una obra de arte. En el sentido objetual puro. Este es un Dylan único que se vende como un Hockney para ser escuchado por algún fanático o melómano que sea capaz de atesorarlo o quien especule con que su valor de mercado sea todavía superior en el futuro. Lo distinto es que el objeto es enteramente nuevo y no se paga aquí por su recorrido o valor histórico sino que ese valor aurático se transfiere por entero a la voz y el mito de Bob Dylan. Ya Premio Nobel de Literatura, con esta pieza única que va en contra de la serialización que hizo de la música grabada una parte esencial del consumo cultural, el bardo de Duluth, Minessotta, se despide de la cultura pop (¿o la clausura?) para formar parte del arte alto.
Y no será con sus pinturas de relativa importancia sino con este disco iónico que se vende como un cuadro. A tal punto que como ocurre con los cuadros, que antes de ser subastados pueden verse en una muestra previa a la caída del martillo, Christie’s realizó escuchas personalizadas de este “Blowin’ in the wind” 2022 con reserva en sus locales de Los Angeles, Nueva York y Londres el mes pasado.
Aquel 45 rpm, la cara A de un simple que se completaba con “Don’t Think Twice it’s Allright”, lanzado en agosto de 1963, mutó ahora en una caja de madera que contiene este objeto con la apariencia de un disco de vinilo aunque no lo es. Híbrido entre la tecnología analógica y la del disco compacto, se ve como una superficie negra con la firma de Dylan grabada y está acompañado por una placa en la que se lee “Bob Dylan. Blowin’ in the Wind. One of one/2022″, junto al logo de Neofidelity, la compañía con la que T-Bone Burnett -que fue guitarrista de la banda de Dylan en la legendaria gira Rolling Thunder Review, en 1975- desarrolló el sistema Ionic Originals. Según el músico y productor ganador de dos Grammy, esta laca pintada sobre un disco de aluminio expande las cualidades del sonido analógico. “Tiene todavía más profundidad, complejidad armónica y resonancia. Lo analógico tiene más sensación, más carácter, más tacto. El sonido digital está congelado. El sonido analógico está vivo”.
La imagen difundida por la casa de subastas, sin embargo, parece todo lo contrario. Tanto la sobria caja de madera como la placa trabajan sobre la iconografía de lo funerario. Si bien la apariencia es la misma de un vinilo, no se sabe si es posible reproducirlo en una bandeja giradiscos común o hace falta un hardware específico. Resulta toda una paradoja que el anuncio de Christie’s con la salida a subasta del primer disco iónico haya coincidido con la venta del último IPod en un local oficial de Apple en los Estados Unidos. El diseño revolucionario de Steve Jobs capaz de reproducir la discografía entera de Dylan es discontinuado cuando aparece en el mercado (del arte) su primer hit de 1963 reconvertido en cuadro. Por lo menos, así lo ve Burnett: “Un original iónico es el pináculo del sonido grabado y no solo es el equivalente sonoro a una pintura sino que es una pintura que contiene música que se puede reproducir a través de un lápiz óptico”.
Tras su casi desaparición en los 90 el vinilo volvió al ruedo como fetiche mientras las plataformas de streaming optimizaban su desarrollo y proliferaron reediciones desmesuradas para coleccionistas como la de All Thing Must Pass (1971) de George Harrison con boxes limitados que alcanzan los mil dólares. Pero Dylan, cuya producción temprana y tardía es la obra de arte que no tiene precio, habiendo sido el primero en darle a la música pop una profundidad que iba más allá del rock and roll primigenio, ha querido ser también el que llegó más lejos en este pasaje de los discos al rubro de los objetos suntuarios. Pensar que “Blowin in the wind”, que se incluía en el cancionero de las misas como “Saber que vendrás”, pueda salir a la venta en un millón de libras va contra todo lo que nutrió a la canción y de todo lo que la canción provocó como un objeto industrial de la sociedad de consumo. No solo la música pop se trataba de que cualquiera la pudiera tener sino de que, after Dylan, cualquiera podía intentar cantarla.
Un ejemplar original, primera edición de 1963, del simple “Blowin’ in the wind” se vende a 300 dólares en Discogs, el sitio que funciona como mercado online global del vinilo. El disco iónico que subastó Christie’s en su The Exceptional Sale elevaba su estimación en un 250 mil por ciento.
“Auction” esa palabra inglesa que se traduce como subasta aparece en el principio y el final de la historia de “Blowin’ in the wind”. Cuando el joven Dylan la captó del aire (soplada en el viento) aquello de “No more auction block” era un grito por los derechos civiles. El sitio oficial del bardo indica que la cantó solo una vez en el club Gaslight del Greenwich Village el 15 de octubre de 1962. Y nunca más. One of one también pero otra cosa, nada que a Christie’s se le ocurriera sacar a subasta.
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