Cómo será Malba Puertos, el “museo transparente” que está por abrir en Escobar
La inauguración de la nueva sede está prevista para el 21 de septiembre, cuando se cumplan 23 años de la apertura en Barrio Parque de la institución fundada por Eduardo Costantini
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Paredes transparentes que no sólo permitirán ver el horizonte sobre el lago, sino también la reserva del museo, con salas techadas al aire libre y otras enmarcadas por un bosque. Un lugar sin límites claros, que permitan saber cuándo estás adentro y cuándo afuera de un edificio que no busca llamar la atención. Así será Malba Puertos, un centro de arte con entrada gratis y programación interdisciplinaria que está a punto de nacer en Escobar: su inauguración está prevista para el 21 de septiembre próximo, cuando se cumplan 23 años de la apertura de la sede original de Barrio Parque.
“Estamos trabajando a full, casi día y noche”, anticipó a LA NACION Eduardo Costantini, fundador del Malba, Consultatio y Nordelta, mientras se dedica a supervisar los últimos detalles de su nueva iniciativa. “Este proyecto hace sinergia con la oferta cultural de Puertos, que da cuenta de su identidad a través del arte: ya hay emplazadas en el espacio público 23 obras de artistas argentinos contemporáneos, como Daniel Joglar y Diego Bianchi”, agregó en referencia a esta ciudad de 1400 hectáreas y acceso libre, que aspira a alojar más de veinte barrios.
Tras haber visto cómo el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires se convertía en un referente clave a nivel global, el empresario y coleccionista se propone ahora expandirlo con una propuesta aún más acorde a las demandas del siglo XXI: un espacio accesible para todas las edades, integrado a la vida cotidiana, y que exhiba sin barreras un patrimonio cercano a las 900 obras, equivalente al que se guarda en la sede porteña.
“Todo comenzó porque el Malba necesitaba ampliar su depósito, y en Puertos había espacio suficiente. Entonces me pregunté, ¿por qué no hago también un museo?”, resumió Costantini, que ya había contemplado ampliar la Avenida Figueroa Alcorta 3415 por debajo de la Plaza República del Perú e inaugurar un espacio en el Polo Cultural Saldías, para tender un puente cultural con las villas 31 y 31 bis. Al estar fuera de la capital, pensó, esto tenía que “ser diferente”.
Para diseñar el edificio volvió a convocar a Juan Herreros, arquitecto español que remodeló en 2017 las áreas públicas del Malba, cuyo estudio se ocupó además de reacondicionar las salas de la colección permanente del Museo Reina Sofía y de concebir el nuevo Museo Munch de Oslo, inaugurado en 2021. El resultado, según este experto, es “muy novedoso, muy ambicioso y casi irrepetible”.
“Hay muchos museos de escultura al aire libre, muchos basados en la idea del pabellón y muchos esfuerzos por integrar el arte y la naturaleza –explicó Herreros a LA NACION, durante una visita reciente a Buenos Aires-. Pero quizá este es un lugar único en cuanto a que esos tres modelos de institución contemporánea están funcionando a la vez y construyendo un programa invisible, pero de un efecto social enorme”.
Se refería a que Malba Puertos abarcará, por un lado, espacios naturales sin techo delineados por el primer bosque de alisos del país, diseñado por el estudio de paisajismo Bulla. Y por otro, bajo una marquesina de 3000 m2 con burbujas transparentes, plazas abiertas y tres módulos con paredes de vidrio –y control solar, hidrotérmico y de temperatura- que incluirán: un pabellón para exhibir de forma permanente las esculturas de Gabriel Chaile compradas por Costantini en la Bienal de Venecia; una sala de exhibiciones temporarias; otra de múltiples usos; tienda, café/restaurant y el espacio el patrimonio, accesible a todo público.
El arquitecto destacó, además, que este será uno de los primeros en el mundo –después de las iniciativas del museo Boijmans, de Holanda, y del Louvre, el Pompidou y la colección FRAC, en Francia- en abrir al público sus reservas. “Algo que normalmente es invisible e inaccesible, que ni siquiera sabemos dónde está en los museos convencionales, de repente se convierte en el motor de una institución que es todo lo contrario: transparente, abierta y cotidiana -observó-. Hasta el extremo de que la reserva técnica, que es como el lugar tabú en los museos, es accesible y visitable. Imagino a los chicos viendo cómo se almacena el arte en racks, de manera que no tengan solo la experiencia de verlo colgado en la pared y observarlo en silencio”.
En la Argentina, el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) viene intentando lograr algo similar desde hace tiempo. Después de proyectos frustrados en Tecnópolis y en la sede de Canal 7, el año pasado se firmó un convenio por el cual el Gobierno nacional adjudicó un predio de 1700 m2 frente a la Plaza de los dos Congresos, para erigir allí un Centro Nacional de Conservación y Reservas. “Hacer una obra nueva hoy resulta inviable –dijo ayer a LA NACION su director, Andrés Duprat-. Pero hay algunos edificios desocupados, que pertenecen al Estado, en los que sería posible adaptar las necesidades de unas reservas abiertas. Estamos estudiando algunas opciones”.
Por ahora, la opción más cercana es la que ofrecerá Malba Puertos en Escobar. A cincuenta minutos de viaje en auto desde la sede original del museo se podrá acceder a una programación gratuita enfocada en arte argentino contemporáneo que abarcará todas las disciplinas: artes visuales, música, performance, danza, literatura, cine y teatro. La coordinación general estará a cargo de Eleonora Jaureguiberry, quien fue secretaria de Cultura y Ciudad de la Municipalidad de San Isidro hasta diciembre último. Debutará con una muestra colectiva que incluirá a Mondongo, el dúo que actualmente rinde homenaje a Antonio Berni en Malba con sus monumentales obras de plastilina.
“Queremos convocar a los colegios e impulsar un fuerte programa de educación, totalmente inclusivo”, aclaró Costantini, que además de invertir diez millones de dólares entre tierra y edificio destinará “entre 500.000 dólares y un millón” por año para financiar este flamante museo del siglo XXI. Que no propone solo “visitarlo” durante un par de horas, sino pasar el día e integrarlo a la vida cotidiana.
“La transparencia forma parte del manifiesto de la invitación a usar el espacio y que la gente lo descubra –aclara Herreros-. Y romper el tabú que ha acompañado durante tanto tiempo al acto de entrar a un museo”.
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