Cómo salir del laberinto actual: una muestra en Proa ofrece respuestas creativas
Situaciones tan intrincadas como la realidad cotidiana inspiran una exposición que vinculará desde el sábado arte, cine y literatura
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“Dijo Platón: ‘Las cosas bellas son difíciles’. Escribió Nietzsche: ‘Preferimos la vía tortuosa para llegar a la verdad’.” Estas citas de sabiduría filosófica acompañan imágenes de la historia del arte proyectadas en 360°, en la primera sala de este tipo montada en Fundación Proa. Una suerte de caverna oracular que sirve como introducción a la muestra Laberintos, abierta al público desde el sábado próximo, pero también a un viaje mucho más profundo. Ese recorrido intrincado en busca de una salida que nos enfrenta con el monstruo que habita adentro: nuestra propia soledad.
Eso sugiere esta videoinstalación basada en conceptos de Umberto Eco y el editor Franco Maria Ricci, amigo de Jorge Luis Borges, quien se inspiró a su vez en los laberintos para escribir sus cuentos y poemas. Realizada en Italia por el grupo Neo, esta creación digital nos recuerda que un laberinto en cualquiera de sus formas es “una metáfora de la complejidad de la vida, una invitación a considerar el mundo como un conjunto de caminos posibles”.
Veamos algunas opciones, entonces. Hay que levantar una pesada tela para salir de esta pantalla envolvente y seguir un itinerario por obras que vinculan artes visuales, cine y literatura, concebido por Adriana Rosenberg como “una respuesta a la incertidumbre actual”.
“En un año profundamente convulsionado a nivel global, donde la vida misma se ha vuelto un laberinto, es importante recordar que todos los laberintos tienen una salida, algunos, incluso dos –observa la presidenta de Proa–. Intentamos brindar herramientas desde el arte, que siempre propone creatividad, nuevas ideas y maneras de ver cómo encontrar la salida, simplemente es necesario permanecer. Permanecer en los pensamientos, reflexiones, anclarse en el presente”.
Ante la ansiedad que provoca la realidad cotidiana, esta laberíntica exposición opera como un refugio. “¿Para qué salir?”, podría preguntarse quien llegue hasta la sala que reúne grabados de Giovanni Battista Piranesi, realizados en el siglo XVIII, con Prisiones de invención, video que los lleva a tres dimensiones gracias al trabajo de Grégoire Dupont para la Fundación Giorgio Cini.
Esta última aloja a su vez en Venecia un laberinto inaugurado en homenaje a Borges en 2011, a 25 años de la muerte del escritor. Inspirado en “El jardín de los senderos que se bifurcan”, es una réplica de otro creado en la finca Los Álamos, en Mendoza, en 2003. Se trata de un diseño realizado por el arquitecto de laberintos y diplomático inglés Randoll Coate, quien conoció al escritor gracias a una amiga en común: Susana Bombal.
Los registros fotográficos de ambos se exhiben en Proa junto a las imágenes del “Labirinto della Masone”, el más grande del mundo. Construido con plantas de Bambú también en homenaje a Borges, por iniciativa de su amigo Ricci, desde 2015 ocupa ocho hectáreas en Fontanellato, en las afueras de Parma.
Para quienes no puedan llegar hasta los reales, en las salas de Proa es posible circular también por los que idearon Dan Graham (Whirligig, un molinete espejado, exhibido en 2019 en la vereda de Proa) y Michelangelo Pistoletto (Laberinto y Gran Pozo, 1969/22). Esta instalación ocupa media sala del segundo piso con rollos de cartón corrugado, por los que hay que abrirse paso en un camino sinuoso hasta llegar a una “laguna”.
“Acá te encontrás con tu reflejo –señala Mayra Zolezzi, curadora de la muestra con Cecilia Jaime–. Es un guiño al mito de Narciso, y también una invitación a enfrentarnos con quién somos: ¿Teseo o el Minotauro?” Probablemente, ambos. Al menos esa sensación queda tras leer textos de Borges, Eco, Julio Cortázar y Manuel Mujica Lainez.
En este punto, relacionado con el laberinto como figura literaria, las curadoras advierten sobre una curva imprevista: la impuesta por el lenguaje. “En inglés la palabra laberinto alude al que tiene una sola via, con un centro, y para salir de él solo hay que desandar ese camino –aclara Jaime–. Pero también está la palabra maze, más vinculada al juego, porque en este caso el recorrido tiene muchas salidas y caminos que no llevan a ninguna parte”.
Para quienes confían en que es posible salir de esa encrucijada por arriba, varias obras incluyen escaleras. Como la monumental instalación de Edgardo Giménez, compuesta por un conjunto de pinturas, la ilusión óptica creada con vinilo negro por Regina Silveira en una esquina, una fotografía que refleja la pasión de Jorge Miño por el tema, las ciudades imaginarias de Xul Solar o el video La Via Divina, de Ilaria di Carlo, inspirado en la Divina comedia.
Si bien hay laberintos famosos que quedaron afuera por falta de espacio o disponibilidad de las obras, como los de Luis F. Benedit y M.C. Escher –protagonista de una retrospectiva actual en el Museo de Bellas Artes de Houston–, sirve de compensación el compilado realizado por Ananda Rigoni Aller con imágenes de 25 películas vinculadas con los laberintos. Entre ellas, Metrópolis (1927), de Fritz Lang; El resplandor (1980), de Stanley Kubrick; El nombre de la rosa (1986), de Jean-Jacques Annaud, y Laberinto (1986), de Jim Henson, con canciones escritas e interpretadas por David Bowie. En esta inquietante escena, tal vez, encontremos una posible salida.
Para agendar:
Laberintos en Fundación Proa (Av. Don Pedro de Mendoza 1929), desde el sábado 3 de septiembre hasta noviembre. De jueves a domingos, de 12 a 19. Entrada general: $200; jubilados, $50; menores y discapacitados, gratis.
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