¿Cómo refleja el arte la lucha por la igualdad de derechos y la perspectiva de género?
Un volumen de ensayos sobre los desafíos que provoca la pandemia se centra en el tema “Género y cultura, recorridos posibles”; anticipo del texto de la especialista Andrea Giunta
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¿Cómo refleja el arte la perspectiva de género? ¿Qué problemáticas surgieron en ese sentido a partir de la irrupción de la pandemia y la cuarentena? ¿Cuáles son los desafíos y las oportunidades que quedaron planteados para el futuro más inmediato? Estas son algunas de las preguntas que dispararon los ensayos reunidos en “Miradas. Género y cultura, recorridos posibles”, una nueva publicación del Ministerio de Cultura porteño y la Fundación Medifé que se podrá descargar de manera gratuita a partir del miércoles 15 desde la plataforma Vivamos Cultura y el sitio web de la fundación.
“Relatos de nueve personas que narran su experiencia en la cultura desde una mirada activa, que cuestiona, que problematiza y que vivencia la otredad en el propio relato. Historias en primera persona que también se vinculan con historias de familiares y colegas. Historias personales cruzadas con el campo de trabajo, de estudio, de desarrollo”: así describe la periodista y psicóloga Belén Igarzábal el contenido del libro.
La publicación compila textos exclusivos de diferentes temáticas escritos por Marlene Wayar (escritora), Paula Maffia (música), Hinde Pomeraniec (medios), Mariana Carbajal (crónica), Andrea Giunta (Historia del arte), Maruja Bustamante (teatro), Gaita Nihil (editorial / poesía), Celina Murga (cine) y Victoria Bornaz (producción de TV y audiovisual).
“Recopilar las voces de personas que trabajan en la cultura desde una perspectiva de género, feminista, transfeminista, con sus vivencias, sus cuerpos atravesados por experiencias de luchas, de pujas, de justicias, de injusticias, de violencias, de logros; poner a dialogar esos textos en un solo libro; y que esos textos estén acompañados de entrevistas audiovisuales, colabora indefectiblemente con la visibilización de voces que estuvieron silenciadas durante siglos. Voces que hacen eco y resuenan con otras tantas, algunas que ya no están y que colaboraron en el proceso para encontrarnos donde hoy estamos”, dijo Igarzábal, que coordinará un ciclo de charlas individuales con las autoras que se transmitirán por Internet.
El libro tendrá también una edición impresa y los ejemplares serán distribuidos en la Red de Bibliotecas Públicas de la ciudad de Buenos Aires para que estén disponibles para los interesados. El proyecto incluye dos publicaciones anteriores, Porvenir. La cultura en la postpandemia, que compila diez textos exclusivos, y Diálogos sobre el porvenir, que reúne cinco charlas sobre el futuro de la cultura con distintos abordajes: literatura, periodismo, artes plásticas, cine, sociología, historia y teatro, entre otras.
Un fragmento de “Arte y feminismo en el contexto de la pandemia”, de Andrea Giunta
Cuando se desató la pandemia, el feminismo había desarrollado herramientas que resultaban valiosas para abordar el nuevo escenario. Por un lado, una teoría y una práctica de los afectos, de los cuidados, de las domesticidades. La casa pasó a ser el escenario central de nuestras vidas, y el cuidado de los niños y de los adultos mayores, actividad que predominantemente recae en las mujeres, pudo ser comprendido en su dimensión y muchas veces compartido por padres que pasaron a convivir 24 horas con sus hijos. También incidió en la intensificación de las violencias domésticas. Cuando se decretó el confinamiento, muchas mujeres se vieron obligadas a convivir con sus agresores. Por ello tuvo que instrumentarse inmediatamente desde el Estado una política de ayuda y soporte para mujeres y personas travestis vulnerables.
Fue evidente también que parte de la agenda del feminismo que se enfocaba en las consecuencias de las políticas extractivistas del capital global, en la extenuación de los recursos del planeta, en las economías, las prácticas y las teorías que desvinculan a las personas de lo animal, de la naturaleza, de las cosas, para pensar lo humano por encima de otras formas de existencia, todos estos temas, que tenían ya una fuerte presencia en la agenda de los feminismos, pasaron a tener un espacio de observación y de discusión más amplio, y a estar, durante un tiempo, en el centro de la agenda. Durante el aislamiento total vimos extasiados en las pantallas domésticas cómo, cuando se retiraban los humanos de las calles, la vida animal avanzaba. Vimos regresar especies, vimos su avance en calles y rutas, constituimos un archivo de estas existencias que avanzaban sobre el asfalto, fuera de nuestras casas, y que no imaginábamos que podían producirse. Pensamos que era un momento crucial, en el que los humanos teníamos la oportunidad de pensarnos de maneras distintas, en relaciones horizontales con el mundo. Hoy, pasado el utópico optimismo inicial, vemos retornar modelos de producción que revierten el tenue instante en el que lo humano pareció poder reconciliarse con otras existencias.
El título de la exposición en Rolf, Pensar todo de nuevo, existía en diciembre de 2019, como alternativo al más común, feminismo, cuyas agendas en el mundo del arte nos proponíamos abordar desde las primeras conversaciones que tuvimos con Florencia Giordano Braun, directora de la galería. Cuando el aislamiento comenzó, ella quedó varada en Brasil, yo en mi casa. Con el mundo paralizado entendimos ambas que más que nunca teníamos que hacer esa exposición. Pensar todo de nuevo es un título que se vincula al corazón del pensamiento feminista, entendido como una inmensa y radical propuesta didáctica que invita a volver a pensar y a pensarnos en el mundo. Una forma de abordar y desmontar los parámetros patriarcales que dominaron en la historia de la humanidad. Todo lo que estaba sucediendo en ese nuevo estado del mundo había sido abordado desde el feminismo.
Al mismo tiempo que avanzábamos con esta exposición tomábamos decisiones sobre la Bienal 12 de Porto Alegre. Pasamos del proyecto de una bienal en los espacios de exhibición a otra en el espacio virtual. Tuvimos que replantearlo todo. No solo en términos de traducir esa instalación que migraba entre lo presencial y lo digital, sino también por el debate interno que se produjo en el equipo curatorial, en el que nos planteamos hasta qué punto el mundo del arte participaba también de la extenuación del planeta con los acelerados circuitos globales que involucran transporte, embalaje, viajes, desplazamientos constantes de obras de arte, de personas, e impresiones de catálogos que muchas veces quedan en depósitos. El mundo del arte implica instancias de ejecución de presupuestos que no se reformulan acorde a las circunstancias. En tal sentido, adoptamos decisiones que partieron de una posición política. Al mismo tiempo que generábamos estrategias en función de las herramientas digitales que estábamos incorporando cada día, decidimos no imprimir los catálogos ni las secciones editoriales que teníamos planteadas, sino desarrollarlos en forma digital. Generar publicaciones rápidamente descargables, que podían compartirse con facilidad.
Otra estrategia importante fue la elaboración de un archivo de afectos entre quienes participaban de la bienal. Preguntamos a les artistas dónde y cómo estaban durante el aislamiento y que nos contaran cuál era la obra que iban a exponer en la bienal. Esto generó un repositorio inédito, que mapeaba estados de ánimo y experiencias sobre las relaciones entre arte y aislamiento que provenían de distintas partes del planeta. Desarrollamos un programa en vivo con conversaciones sobre las obras que podían verse en la plataforma de la bienal online. Y, sobre todo, llevamos adelante un programa educativo (a cargo del curador educativo de la bienal Igor Simoes) que partió de una convocatoria a aulas o workshops online en los que participaron 1600 educadores. De esas reuniones surgieron las proposiciones del programa educativo, que se utilizaron como actividades durante el aislamiento, y que permitían navegar la plataforma de la bienal vinculándola a temas de la currícula educativa en todos los niveles.
Todo esto partió de una decisión personal. No todo el equipo curatorial estuvo de acuerdo en pasar la bienal al formato digital. Sobre todo porque elles también estuvieron atravesades por urgencias y por profundas críticas hacia el estado del mundo. Su atención estaba focalizada en el cuidado y asistencia de las personas cercanas. El nuevo estado del mundo había invadido y transformado nuestras vidas. No hacer nada fue también una forma de pararle al mundo, un modo de protesta. En tanto, observaba alarmada la reacción internacional del mundo del arte, particularmente de los museos corporativos, como el MoMA o el Metropolitan cuya decisión inmediata ante el cierre fue despedir a los trabajadores contratados, especialmente guías de sala. Entendí que en un momento como el que estábamos atravesando precisábamos más arte, más educación, más instrumentos para elaborar imaginarios del presente y del futuro. Ante un mundo que confrontaba una reversión inesperada de los parámetros que hasta entonces lo ordenaban resultaban imprescindibles los recursos que provienen del pensamiento paralelo, desnormativizado, que permiten elaborar relaciones no predecibles, no planificadas.
Pero no solo me comprometía una posición en varios sentidos filosófica. Existían también razones políticas. Si no realizábamos la bienal online, todo el equipo de montaje iba a ver suspendidos sus contratos y les artistas no recibirían los honorarios por su participación. No es, no fue sencillo, que los sponsors de la bienal sostuvieran sus apoyos cuando esta no iba a realizarse físicamente. Fue entonces una necesidad para mí llevar al equipo y a las autoridades de la fundación de la bienal al escenario del presente, buscando expandir las posibilidades de la bienal desde los recursos digitales. En un sentido, viví esto como un compromiso, casi como una forma activismo; es decir, como la necesidad y la posibilidad de pensar desde circunstancias que eran inéditas y dolorosas, cómo sostener un proyecto no sólo en términos generales (la pregunta por el papel del arte en el nuevo escenario) sino también en un sentido micropolítico: los recursos para la supervivencia de muchas personas estaban en juego. No olvidemos que los artistas estuvieron, durante los primeros meses de la pandemia, desamparados. Sin posibilidad de dar clases en sus talleres, y con la venta de la obra suspendida, para ellos la situación económica fue desesperante. Los apoyos con becas y subsidios instrumentados desde el año pasado desde el Ministerio de Cultura de la Nación han sido fundamentales para su supervivencia.
La autora es escritora, curadora y profesora de arte moderno, contemporáneo y de América Latina en la Universidad de Buenos Aires, donde obtuvo su doctorado. Investigadora principal del CONICET, curadora en jefe de la Bienal 12, Mercosur, Femenino(s). Visualidades, acciones, afectos (2020) y de las exposiciones Pensar todo de nuevo (Rolf Gallery, Buenos Aires, 2020, Fundación Van Gogh, Arles, 2021) y Cuando cambia el mundo (Centro Cultural Kirchner, 2021). Sus dos últimos libros son Feminismo y arte latinoamericano (Siglo XXI, 2018) y Contra el canon (Siglo XXI, 2020).
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