Como hace 33 años, Allende es la que vende mejor
De La casa de los espíritus a El amante japonés hay 65 millones de ejemplares y un éxito todoterreno
BARCELONA.- "Es como una madre para mí; aceptó el manuscrito de esa pobre diabla, a la que no conocía de nada, que lo había hecho con su máquina portátil, en la cocina; todo lleno de manchas de café y de tachaduras y de borrones, y que había apellidado al villano como mi padre, Bilbaire, que cambié porque mi madre me lo pidió; en fin... Y va y se lo vende a Plaza & Janés nada menos que en un pack con... Graham Greene; y luego hizo una recepción por todo lo alto, con caviar y grandes literatos, espléndida como si fuera Cleopatra...". Era el año 1982 y así recuerda hoy aquella "diabla", Isabel Allende (Lima, 1942), su debut en la literatura; una historia, La casa de los espíritus, que dejó en manos de la agente Carmen Balcells.
Treinta y tres años y 65 millones de ejemplares de todas sus obras después, la escritora viva en lengua española más leída del mundo entregó hace apenas unos meses el original de su novela número 21, El amante japonés, que desde que se publicó lidera las ventas de ficción. "Son dos historias de amor que se entrecruzan: la de una pareja joven y la de una pareja vieja... La vejez es deprimente, por más que la poetices", resume Allende su nueva novela tras los casi cuatro años de silencio desde El cuaderno de Maya, sin contabilizar su primera incursión en el género policial: El juego de Ripper, de 2014.
"La ficción es orgánica para mí; empiezo a escribir y muy a menudo me meto en un callejón sin salida". Y ahí entra el misterio: "Entonces releo en voz alta y el instinto me dice si me queda demasiado triste, largo o deprimente... Y entonces coloco tres adjetivos en ese párrafo y éste cambia de color, con un mínimo ajuste, como si fuera bijouterie: pongo palabras como tanteando, deslizando piedrecillas", revela el método.
El amante japonés sigue con esa tendencia de las últimas obras de Allende de economizar adjetivos, influencia en parte de vivir en inglés: se sabe que la autora está instalada en San Francisco, desde 1988, casada con el también escritor William Gordon. "Vivimos en un mundo mucho más audiovisual que cuando empecé, con comunicaciones instantáneas y una capacidad de atención de la gente más limitada; lo hiperbólico está hoy de más y busco más que nunca una manera de contar las cosas más sencilla. Ya nadie escribe como Cervantes, sus parámetros no sirven en esta época".
A lo que no está dispuesta a renunciar la autora de De amor y de sombra es a las emociones y al sentimiento como motor de su obra: "Lo único que me importa como escritora y como persona son las pasiones, que mueven la vida y el mundo". Esa creencia explica que, aunque se la haya clasificado como la escritora del post-boom, mantenga de aquellos un punto siempre de realismo mágico, algo no muy alejado de su propia experiencia. "Tengo sueños premonitorios. Más de una vez, a las tres de la mañana, he notado una presencia al lado de mi cama, un reflejo verde... Decidís que no querés mirar, porque si prendés la luz... Hay cosas milagrosas, extrañas, en la vida y cuantas más haya más rica es".
Tendría pocos motivos, en el fondo, la autora chilena para reír. Nacida en Lima, de padre diplomático que abandonó esposa y tres hijos, la sobrina del presidente asesinado Salvador Allende marchó al exilio, vivió un duro divorcio y en 1992 vio morir a su hija Paula, de 28 años, tras una enfermedad que la sumió en un coma. Tienen mérito su entereza, simpatía y una brizna de humor, de esperanza, que rezuman también sus libros. "Siempre hay un punto de redención en la vida que he intentado reflejar en mi obra; uno no puede controlar todo lo que le pasa". De aquellas y otras experiencias ha quedado también su fundación de ayuda a mujeres y niños en temas educativos y de salud, y un compromiso sociopolítico que la hace pronunciarse sin tapujos.
Aunque el éxito de El amante japonés recién comienza, Allende arrancó el 8 de enero, como siempre desde su primera novela, la que será su 22a obra. "Es por disciplina: necesito tiempo para la fundación y los compromisos, y para escribir. Y también es superstición", terminará admitiendo.
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