Cómo fue el gran debut de Mariana Enriquez en el escenario con textos propios y de Stephen King
La autora de “Nuestra parte de noche” se lució en el Teatro Coliseo con una lectura de sus propios cuentos acompañada por visuales y música en vivo; el espectáculo “No traigan flores”, que duró cerca de tres horas a sala llena, volverá a escena el 17 de mayo en Córdoba
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“No traigan flores” era la consigna de la noche y los miles de fans de Mariana Enriquez que colmaron ayer el Teatro Coliseo la cumplieron al pie de la letra. No le regalaron rosas ni ramos de jazmines. Muchos llevaron, eso sí, alguno de sus libros, aunque la autora de Nuestra parte de noche había avisado a sus seguidores de Instagram que no iba a firmar autógrafos. Para alegría de varios afortunados, la producción del espectáculo literario audiovisual con el que Enriquez debutó en escena había distribuido al azar en las butacas unos 300 ejemplares ya firmados. Cuando llegaban a su lugar se encontraban con la sorpresa.
Tres horas después también fueron algunos pocos los que tuvieron la oportunidad de hacerle una pregunta a la escritora, que anunció al final de las lecturas que levantaran la mano “dos de acá, dos de allá y dos de más allá” (señalando con el dedo la platea, el pulman y el súper pullman, todo repleto) para que les acercaran un micrófono. Así, con un diálogo libre y directo con sus admiradores, terminó el “experimento”, como lo definió ella apenas salió al escenario, entre aplausos y ovaciones. Y salió redondo: la protagonista y sus fans, en perfecta sintonía. Todos contentos.
La función, anunciada para las 20, empezó media hora más tarde. Desde las 19, ya había fila sobre Marcelo T. de Alvear, que daba la vuelta por Cerrito. No era necesario, en realidad, porque las 1700 entradas (que se habían agotado enseguida) tenían ubicación asignada. Pero el público, en su mayoría mujeres jóvenes y adultas, prefirió esperar en la calle de manera ordenada, aunque a esa hora todavía hacía 30 grados. Un calor húmedo y horripilante, clima ideal para los relatos de terror que leyó Enriquez luego, acompañada por un ensamble silencioso de abanicos que se agitaban desde las butacas.
La escritora Claudia Piñeiro fue una de las primeras caras conocidas en llegar al Coliseo, donde estuvieron también colegas del diario Página 12, periodistas en plena cobertura del “experimento”, editoras, amigas y amigos, como presentó a Cristian Alarcón en un momento, desde el escenario. También contó que estaba presente su madre. En la platea se ubicaron autoras como Lala Toutonian, Eugenia Zicavo, Margarita García Robayo, Sonia Budassi, Maru Ludueña y María Gainza.
Con tres cambios de vestido (como corresponde a una “rockstar”, como la definió recientemente The New York Times), Enriquez se lució en el escenario. Se la veía cómoda, a gusto. Nadie la interrumpió ni le pidió “una que sepamos todos”. Al contrario: la escucharon en silencio y le festejaron sus comentarios tan lúcidos cómo ácidos con un sentido del humor que sus seguidores ya conocen y celebran. En los varios momentos en los que se “desvió” del texto para hacer aclaraciones (“Va el tercer ahorcado de la noche”) se incrementó la empatía del público. Risas cómplices, aplausos espontáneos.
Claro que no estuvo sola en el escenario: la acompañaron, por un lado, el artista visual Alejandro Bustos (que ilustraba escenas y personajes de los relatos con arena sobre una pantalla y esas imágenes se proyectaban detrás de la escritora) y los músicos Horacio ‘Mono’ Hurtado, en contrabajo, y Pablo Ledesma, en saxo. Fue una gran idea. Nada desentonó. Es más: los dibujos de Bustos resultaron ideales para crear el clima que necesitaba la lectura. En el escenario había dos espacios para que Enriquez se sentara a leer: una silla de madera de respaldo alto y una mecedora. Al lado, una mesita con flores, las únicas flores de la noche. La escritora cambiaba de lugar después de cada lectura y esa decisión también marcó el clima en escena.
Lo primero que leyó fue “La casa y los espíritus”, “una leyenda, una experiencia”, según explicó. Un relato escalofriante alrededor del juego de la copa (ouija), del que se declaró “adicta” en un momento de su vida: “Es peor que la cocaína”, bromeó. “Cuando me preguntan si viví experiencias paranormales siempre digo que no. Pero yo miento bastante. Esto fue algo que sucedió durante una ‘recaída’ que tuve con la huija. Y la aparición del fantasma de una vieja bastante ‘ortiba’ que había vivido en mi departamento fue escalofriante”. Con mucho humor habló sobre los espíritus de Jim Morrison, River Phoenix, Winston Churchill y Nino Bravo. Y sumó una “anécdota” con Alejandra Pizarnik: “Terminé de escribir un texto sobre ella y se me rompió la computadora. La invité a irse y me respondió que no, que se iría cuando ‘se le cantara el culo’.”.
De ese texto de 2012 saltó a uno sobre su banda favorita, The Rolling Stones. “Me fascina, en especial, su producción entre 1967 y 1972″, aclaró antes de leer “Un lugar soleado para gente sombría”, publicado en 2010 en la tapa del suplemento cultural Radar. Después llegó el momento del primer cambio de sillón para leer “Escenas de la niña oscura”, que nunca publicó pero que ya había narrado en un escenario antes, a pedida de una banda musical formada por amigos. “Es una mitología sobre Lanús, el barrio donde nací mezclada con cosas reales”, dijo sobre la historia tenebrosa que transcurre en un cementerio de heladeras. “Todos los lugares donde hubo vida y ya no hay más me resultan inquietantes”.
Cerca de una hora después del inicio del show, Enriquez salió de escena para descansar unos minutos y cambiarse “el modelito”. Quedaron solos los músicos y Bustos, que mostró la primera serie de Fan Art (creaciones de fans de la autora que le llegan por las redes): eran dibujos en tono lúgubre en formato historieta con el título “Mariana Enriquez conoce a Angelita”. Justamente, la bebé fantasma, protagonista del cuento “El desentierro de Angelita”, del libro Los peligros de fumar en la cama, volvió a aparecer sobre el final en la voz de la autora y los dibujos de Bustos.
Pero antes de la espeluznante Angelita llegó el momento de “La hora del vampiro”, de Stephen King, “una de mis influencias más importantes”. Fue el único cuento de otro autor que incluyó en el programa. “Cuando era chica, un tío me regaló para Navidad Cementerio de animales. Me asusté como nunca en mi vida. Y esa sensación de adrenalina me impulsó las ganas de escribir y de escribir terror”.
De vuelta al centro del escenario, anunció que leería un texto personal. “Escribir sobre mí me cuesta. Escondo las cosas, las deformo”, reveló. “Es sobre un enamoramiento muy fuerte que tuve, pero le cambié el año y muchos detalles. Lo escribí para la revista Anfibia para una serie de artículos sobre el amor romántico y el poliamor. Y aparecen, también, otros dos amores que tuve y que se relacionaron en mi cabeza: Arthur Rimbaud y Guillaume Depardieu, hijo del actor francés. Se llama ‘La canción de la torre más alta’, igual que un poema de Rimbaud”. En medio del relato contó, siempre con humor, que cuando se enamora, al principio, vomita mucho. “Lo bueno de eso es que quedás chatita”, bromeó tocándose la panza. Más allá de los chistes, aprovechó también para decir que en el cuento habla mucho de cocaína y otras adicciones porque cree que “tenemos que aprender a hablar de la droga y de la salud mental; que entre en las conversaciones como lo que es: un problema de la vida cotidiana”.
Después leyó “Límite”, un texto que escribió para el festival Filba que transcurre en el 2001, en un boliche escondido detrás de un maxiquiosco de la avenida Córdoba, donde pasaba sus noches por aquella época. Cerca de las 22.30 llegó el tercer intermedio y cambio de vestido, para dar inicio al gran final con “El desentierro de Angelita”, un fragmento de su novela Nuestra parte de noche y un inédito que integrará su nuevo libro de cuentos. Sentada ya sobre una tarima del escenario, leyó “Mis muertos tristes”, que publicó en The New Yorker (“Ay, ella publica en el New Yorker”, se burló a sí misma).
Fue el bis de la lectura, pero el espectáculo siguió con media hora de diálogo con el público. Enriquez abrió el micrófono a los lectores, que pudieron preguntar lo que quisieron con total libertad. “Serán unos pocos porque después desaparezco como Cenicienta”, dijo la reina del terror. Y fue así: a las once y media bajó el telón del primer “experimento” escénico de la escritora, que continuará el 17 de mayo en la Sala de las Américas, del Pabellón Argentina, de la Universidad Nacional de Córdoba. Faltaba media hora para la medianoche de un día caluroso y terrorífico, con cortes de luz y protestas por la ciudad, y estaba por empezar un nuevo día.
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