Cómo es “El libro de las diez mil cosas” presentado por argentinos en la Documenta de Kassel
Cinco años después de haber realizado el envío nacional a la Bienal de Venecia, Claudia Fontes impulsa un proyecto colectivo en otro de los principales espacios legitimadores de la creación contemporánea
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Cinco años después de haber representado a la Argentina en la Bienal de Venecia con El problema del caballo, y a tres años de haber participado como una de las artistas curadoras de la 33a Bienal de San Pablo, Claudia Fontes redobla la apuesta: la artista residente en Inglaterra se dispone a participar desde la semana próxima en la Documenta de Kassel, otro de los principales espacios legitimadores del arte contemporáneo global, con un proyecto colectivo que incluye también a otras especies.
Para Venecia esculpió un caballo corcoveando que parecía rebelarse contra el edificio y toda su carga histórica, como parte de sus búsquedas de una alternativa al ideal de modernidad “desde una perspectiva más que humana y materialista”. El proyecto actual también se inspira en ese problema, pero es mucho más complejo. En principio porque es impulsado por “La Intermundial Holobiente”, grupo integrado por Fontes, el escritor Pablo M. Ruiz y la filósofa Paula Fleisner, que busca “inventar prácticas imaginativas y de pensamiento no antropocentradas, que incluyan a lo otro-que-humano en sus propios términos”.
“¿Cuál es el excedente de nuestro ecosistema? ¿Qué recursos abundan?”, fueron las preguntas que plantearon a los artistas invitados el colectivo indonesio Ruangrupa, a cargo de la curaduría de la 15ª edición de Documenta, que abrirá al público el 18 de este mes y se extenderá por cien días. Con un enfoque curatorial que rescata proyectos colectivos, horizontales, descentralizados e interdisciplinarios, se convocó también a la iniciativa argentina Serigrafistas queer.
“La imaginación”, fue la respuesta de La Intermundial Holobiente a la consigna, grupo confiado en que es “el principal recurso del que dependemos para hacer que el planeta sea habitable para todos”. Así nació El libro de las diez mil cosas, creado en colaboración con catorce artistas y escritores argentinos, a partir de la siguiente hipótesis: “Hay un texto escrito por un ser no humano en el centro de la página, que permanece invisible para nosotros –dice Fontes, que ya había participado en la 13a edición de la muestra con Training-; sin embargo, se vuelve legible al traducirlo y comentarlo con palabras e imágenes”.
Dicha presentación no se realizará en un auditorio sino en un área salvaje del parque central de Kassel, Karlsaue, donde “el humedal que solía estar allí parece querer expresarse”. Una zona de montañas de tierra y materia vegetal en descomposición, que se descarta para mantener el diseño.
Según recuerdan, el jardinero Wilhelm Hentze creó en 1810 un jardín botánico en una isla artificial que se convertiría en “un modelo temprano de globalización”, donde convivirían especies autóctonas junto a especies importadas de todo el mundo. Las plantas en descomposición de esa isla se amontonan en el área de compost del parque, a la que llaman “Theaterschlag”. Es decir, explican, “un término técnico utilizado en el teatro para describir un giro repentino y dramático de los acontecimientos”.
Así se titulará, también, la instalación que creará el grupo, con la intención de alterar la habitual relación entre figura y fondo, modelo y copia o naturaleza y cultura. Sostenida por dos globos de helio, una pintura representará el paisaje que la rodea sobre una gasa semitraslúcida, que tradicionalmente se usa en las escenografías de ópera. Dos cámaras estenopeicas registrarán con solarigrafías la escena, que cambiará según la trayectoria del sol y el comportamiento del viento.
Además, unos remolques rurales alojarán la versión encuadernada del libro, un video que muestra las múltiples posibilidades de leerlo y un archivo con páginas sueltas que imita las relaciones potencialmente infinitas de reproducción y combinación de una pila de compost, para que el público pueda continuar con el proceso de creación y de edición.
“Creemos que la supervivencia humana en el planeta Tierra –señalan los autodenominados “intermundiales”- depende de nuestra capacidad de imaginar modos relacionales descolonizadores y no extractivistas entre todo lo existente. Estamos convencidos de que estas relaciones solo son viables si somos capaces de imaginar lo no humano como central en el dilema humano. Más que crear círculos acotados de inmunidad en torno a la excepcionalidad humana, que siempre excluye a alguien o algo para explotarlo como ‘recurso’, sugerimos imaginar nuevas formas de convivencia desde una perspectiva que debe ser a la vez poshumana y materialista”.
El libro de las diez mil cosas, el primero de la colección El Book Wei, fue creado con una metodología lúdica que aspira a hablar “con” y no “sobre” las diez mil cosas, para “cuestionar los problemas de representación, autoría, e interpretación de lo no-humano”. Además de Fontes, Ruiz y Fleisner, participaron Erica Bohm, Virginia Buitrón, Gabriela Cabezón Cámara, Tulio de Sagastizábal, Lucas Di Pascuale, Carla Grunauer, Reynaldo Jiménez, Guadalupe Lucero, Anahí Rayén Mariluán, Leticia Obeid, Sergio Raimondi, Luis Sagasti, Ral Veroni y Susana Villalba.
Fontes tiene una larga experiencia en coordinar trabajos en equipo. En la Argentina impulsó el proyecto Trama, una red federal que sirvió como importante referencia para la autogestión artística, y creó con un equipo interdisciplinario una de sus obras más conocidas: la Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, la célebre escultura de un adolescente desaparecido que flota sobre el Río de la Plata, frente al Parque de la Memoria.
En la actual edición de la Bienal de Venecia –que pone énfasis, también, en lo poshumano-, la artista Mónica Heller también incluyó en el envío nacional un libro realizado en forma colaborativa: Sed de éxito se titula esa novela gráfica, escrita con lenguaje inclusivo y alusiones políticas, producto de un trabajo realizado por el grupo Geometría Pueblo Nuevo. Además de Heller, lo integran los artistas Marcelo Galindo, Paula Castro, Cotelito, Ariel Cusnir, Clara Esborraz, Constanza Giuliani y Mariana López. Para esta producción, se contó también con el aporte de los escritores Pablo Katchadjian y Bárbara Wapnarsky.
Argentinos en Documenta
Junto con “la madre de las bienales”, la Documenta es una de las muestras de arte contemporáneo más prestigiosas del mundo: reúne desde hace más de seis décadas lo mejor de la vanguardia global. Sin fines comerciales, se realiza cada cinco años –en los comienzos, cada cuatro– y refleja mejor que ninguna otra “el aire de los tiempos”.
Fueron varios los argentinos que dejaron su huella. En la última edición, en 2017, Marta Minujín presentó su Partenón de libros prohibidos, más monumental que el que había instalado en 1983 en la intersección de las avenidas 9 de Julio y Santa Fe para celebrar el fin de la dictadura en la Argentina. Y Adrián Villar Rojas tenía apenas 22 años cuando su apocalíptica instalación Devolver el mundo se exhibió en 2012, meses después de que representara a la Argentina en la Bienal de Venecia.
Quien marcó el rumbo fue Alicia Penalba. En 1959 fue invitada a participar de la segunda edición, en la que sólo once de los 336 artistas eran mujeres. Volvió a hacerlo en la siguiente, en 1964, con una serie de sus célebres esculturas de bronce y piedra.
Siguió Lucio Fontana con sus tajos y sus esculturas en 1968, año que también incluyó a Gyula Kosice. Y Nicolás García Uriburu, pionero del land art, acompañó pala en mano a Joseph Beuys en su iniciativa de plantar siete mil robles, entre 1982 y 1987, para transformar en forma colectiva una ciudad arrasada por la guerra. Guillermo Kuitca participó en 1992 con sus camas con mapas. Diez años después el nigeriano Okwui Enwezor convocó a un equipo de seis curadores que incluía al rosarino Carlos Basualdo. Ese año se expusieron obras de Víctor Grippo, Alejandra Riera y Fabián Marcaccio, también nacido en Rosario, quien sorprendió con una pintura de setenta metros de largo.
En la edición siguiente, en 2007, Graciela Carnevale –integrante del Grupo de Arte de Vanguardia de Rosario entre 1965 y 1969, y convocada por La Intermundial Holobiente para trabajar con el archivo en la edición actual– exhibió en Kassel el archivo de Tucumán arde, célebre producción colectiva que había denunciado en 1968 la situación político-social de esa provincia argentina. También, el registro de una acción realizada ese mismo año en la que había encerrado al público invitado a una inauguración para obligarlo a encontrar su propia salida. En 2012, Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg intentaron llevar sin éxito un meteorito desde la Argentina; lo reemplazaron por un cubo de hierro fundido de 3544 kilos, equivalente a su peso.