Como Carmen Mola, una poeta erótica del Renacimiento francés escondía detrás a un grupo de autores hombres
La canónica colección de clásicos La Pléiade consagra la polémica tesis de que Louise Labé, la legendaria poeta protofeminista del siglo XVI, era en realidad el pseudónimo de un colectivo de varones
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MADRID.- Es una leyenda de la poesía y del feminismo renacentista: una mujer nacida en una familia humilde de Lyon, conocida en su tiempo como cortesana y autora de algunos de los versos eróticos más deslumbrantes de la tradición occidental.
Louise Labé acaba de entrar por fin en La Pléiade, la colección de clásicos de la editorial Gallimard que es un verdadero canon de las letras francesas. Pero la edición crítica de sus Obras completas, a cargo de la prestigiosa especialista en el siglo XVI francés Mireille Huchon, consagra la tesis según la cual Louise Labé era en realidad un seudónimo, un nombre de pluma tras el que se escondía un colectivo integrado por algunos de los poetas varones más insignes de la época.
Es como si, hace casi medio milenio, y en un periodo y una ciudad que vivían en ebullición intelectual y creativa, hubiese existido un antecedente lejano de Carmen Mola: el seudónimo femenino con el que tres hombres (los guionistas Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero) publicaron desde 2018 trepidantes y sanguinarias novelas de misterio. El pasado octubre Carmen Mola ganó el millonario premio Planeta con la novela La bestia, y así se desveló el engaño.
En el caso de Louise Labé ha sido la profesora Huchon quien, tras minucioso trabajo de detective textual y archivístico reflejado en las Obras completas de Labé en La Pléiade, ha concluido que Louise Labé es la construcción literaria de un grupo de notables poetas lioneses como Maurice Scève o Pontus de Tyard. Su tesis, anticipada en un ensayo de 2006, ha desatado los ataques de algunos seizièmistes —especialistas en el siglo XVI francés— que defienden que la Bella Cordelera o la Safo de Lyon, como se la conocía, existió de verdad o que, como mínimo, no hay pruebas suficientes para concluir que fue una Carmen Mola del Renacimiento.
La profesora Huchon, nada más descolgar el teléfono para conversar con El PAÍS, menciona espontáneamente a Carmen Mola. Había leído en la prensa francesa las informaciones sobre el caso y en seguida cayó en el paralelismo con Louise Labé. “A fin de cuentas se trata en ambos casos de una especie de seudónimo”, observa. Y en ambos casos, varios hombres se escondían tras una identidad femenina.
Una Loys Labbé real
Pero aquí terminan el paralelismo. Porque Carmen Mola era una identidad totalmente inventada. En cambio, en el Lyon del siglo XVI existió no exactamente una Louise Labé, pero sí una persona llamada Loyse Labbé (con y griega y dos b), cuya existencia Huchon documenta con detalle (e incluye en La Pléiade un documento de un juicio de la Inquisición en Salamanca en 1570 que la describe como “una bellaca” y “una mala muger de leon” [sic]). Esta Labbé, según Huchon, es distinta de la Labé que figura como autora de una breve obra compuesta por la prosa de Debate de Locura y de Amor, tres elegías y 24 sonetos.
Sostiene Huchon: “El libro, si miramos lo que se escribió bajo el nombre de Louise Labé, supone conocer el latín y el griego y tener a su disposición una biblioteca excepcional”. Y argumenta: “Es imposible que Loyse Labbé tuviese esta cultura. Era hija de un cordelero iletrado: hay documentos notariales que muestran que su padre no sabe firmar. Su madre murió joven y su madrastra tampoco sabía firmar. Creció en un ambiente iletrado. ¿Cómo habría ella podido adquirir tal cultura? Además, después se casó con un cordelero que también era iletrado”.
La idea es que todo, en Louise Labé y en su único libro publicado en 1555, es artificio. Lo es el nombre, que evoca los “labios”, la “loa” y la “Laura” de Petrarca, modelo para todos los poetas del momento. Y lo es el contenido, que no se refiere a los amores y desamores de la Bella Cordelera real, sino que es un ejercicio literario plagado de alusiones a poetas antiguos y clásicos —Safo, Catulo, Ovidio— y otros contemporáneos, y basado en los modelos poéticos en boga en el Renacimiento.
“No había publicado nada antes, no publicó nada más, la intelligentsia poética se puso a elogiarla y después desapareció como un meteoro”, resume Huchon. “No se puede calificar de bulo, porque pienso que en el siglo XVI se daban cuenta de que no era Loyse Labbé quien lo había escrito, había indicios en el texto. Pienso más bien que es una ficción, un juego colectivo, una experimentación como la que, en el mundo moderno, podría practicar el Oulipo”, añade en referencia al taller experimentales fundado en los sesenta y que tuvo entre sus miembros a Georges Perec y a Italo Calvino.
“¡Louise atacada!”, se lee la página dedicada a la controversia en la web de la Sociedad internacional para el estudio de las mujeres del Antiguo Régimen. “¿Está justificado este cuestionamiento?”, se lee. “¿Se inscribe en la gran tradición clerical que consiste en denegar a las mujeres la paternidad de sus obras?”.
Cultura por impregnación
En declaraciones a Le Monde, la profesora Michèle Clément, responsable de una nueva edición de las obras de Louis Labé en la colección GF de la editorial Flammarion, discrepa de que el estatus social de Loys Labbé le hubiese impedido acceder a la cultura de Louise Labé, y dice que esta visión “se apoya en el prejuicio social de que una hija, hermana y mujer de cordeleros no podía ser cultivada”.
“Mireille Huchon omite la posibilidad de una cultura por impregnación, oralización, frecuentación humana, de una porosidad entre la cultura sabia y la cultura común”, prosigue Clément. Y expresa su sorpresa de que Gallimard “tome el partido de encargar a alguien que contesta la existencia de Louise Labé la edición de este volumen de La Pléiade”.
Sobre la posible paradoja que es publicar las obras completas de Louise Labé si Louise Labé era un colectivo, Mireille Huchon replica aludiendo a otros nombres que pudieron esconder a varios autores: “No es una paradoja. El libro existe. Existen los poetas de Louise Labé. En este caso, ¿no podríamos tener a Homero o a Shakespeare en La Pléiade?”
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