“Como agua para chocolate”: el best seller que se lee, se saborea y ahora también se baila
La escritora mexicana Laura Esquivel se sumó al equipo creativo del Royal Ballet de Londres para adaptar a la escena su novela de éxito mundial que ya había pasado por el cine; aplausos de pie y buenas críticas
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LONDRES.– Tres décadas después de su éxito editorial y cinematográfico, convertida en una de las novelas mexicanas más leídas de los últimos cincuenta años, en 38 lenguas, Como agua para chocolate, de la escritora y guionista Laura Esquivel, vuelve a cobrar vigencia reinterpretada en un trabajo del coreógrafo británico Christopher Wheeldon, que el Royal Ballet de Londres estrenó el jueves.
Si bien es la tercera vez que el equipo de Wheeldon –que completan el compositor Joby Talbot y el diseñador Bob Crowley– incorpora obras literarias universales (Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, Cuento de invierno de Shakespeare) al repertorio del ensamble inglés, este es el primer caso con un libro latinoamericano.
Esquivel, quien ya había escrito el guion de la película del mismo título dirigida por Alfonso Arau, de 1992, aceptó inmediatamente ser parte del proceso como consultora. Dio luz verde a toda licencia creativa funcional al relato danzado y viajó a Londres para los ensayos y el estreno, tras el cual manifestó que “el ballet fue una revelación” por el tratamiento que Wheeldon dio a la saga familiar que tiene al amor prohibido de Tita y Pedro como centro.
“La propuesta de llevar mi novela al ballet fue sorprendente y agradezco a los artistas que vibraron con mi historia”, confesó la autora. “No me da miedo decir que tuvimos una coincidencia de visiones artísticas y de espíritu. Christopher viajó a México, compartimos reuniones intensas, intercambiamos opiniones. Jamás tuve una experiencia de inclusión en un equipo con semejante espíritu de colaboración y trabajo. Vengo de los años 70, cuando todo era colectivo y desde entonces no tenía esa sensación de estar creando”, señaló la nueva embajadora de su país en Brasil.
En un repaso de la obra, Esquivel dijo que las tres hermanas representan diferentes opciones. “La mayor, Rosaura, es conservadora; la segunda, Gertrudis que se une a la Revolución Mexicana y es aguerrida, representa una forma de feminismo, liberación sexual y control de la reproducción. Mientras que la menor, Tita, muestra una posibilidad distinta, donde el cambio público está acompañado por un cambio interior al hacer morir en ella una tradición castrante (la imposición de permanecer soltera para cuidar a su madre hasta la muerte), posible únicamente a través del amor y que se manifiesta a través de los alimentos que prepara. La novela habla de opresión y liberación”, recordó. Y eso se ve en el ballet.
Wheeldon eligió la novela luego de ver la película en Nueva York en 1993, a donde había llegado para integrarse al New York City Ballet. “Esta historia vivió conmigo 30 años. Como coreógrafo uno busca aquello que pueda contarse con movimiento y Como agua para chocolate es una historia de amor, algo efectivo en el ballet. Además, tiene los ingredientes fantásticos de los cuentos de hadas del realismo mágico; un obstáculo para ese amor y un final feliz”, razonó.
“Laura fue increíblemente generosa con nosotros”, sigue el coreógrafo. “En su casa de Coyoacán nos cocinó recetas del libro, nos mostró fotos antiguas de su familia y objetos heredados de un baúl de recuerdos, usados para escribir la novela”. Una experiencia similar relató Talbot, talentosísimo compositor, quien pasó tres años investigando la cultura y la música mexicana, aprendiendo y componiendo la partitura de poco más de dos horas que incluye instrumentos nativos, ritmos reconocibles y termina con el bellísimo poema “Piedra de Sol”, del Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, para muchos un “monumento lingüístico” hecho canción para el sobrecogedor final del ballet que tuvo a Francesca Hayward y Marcelino Sambé como brillantes protagonistas.
Compleja en su trama, con variados personajes reales y del más allá, que trascurre a lo largo de tres generaciones e incluye recetas, fue un desafío creativo. El resultado en la Royal Opera House se tradujo en una larga ovación de pie y críticas favorables sobre la capacidad narrativa del coreógrafo y la belleza visual y musical de la producción. No en vano Wheeldon tiene un Prix de Lausanne, un Olivier, premios del Círculo de Críticos de Danza, dos Benois coreográficos y un Tony.
Desde tiempos inmemoriales historias verbales y escritas se usaron para crear danza narrativa, siendo los cuentos de hadas los preferidos. Un puñado de ejemplos lo comprueban: La Sylphide, tanto la original de Filippo Taglioni como la versión de August Bournonville que sobrevive, se inspiró en la historia fantástica del romántico francés Charles Nodier, hecha libreto por Albert Nourrit. El navideño Cascanueces, del famoso coreógrafo francés de la corte imperial rusa, Marius Petipa, usó una versión de Alexander Dumas sobre el cuento de E.T.A. Hoffmann “El cascanueces y el rey de los ratones”. Y no olvidemos Don Quijote, muy libremente inspirado en la obra de Cervantes. A mediados del siglo XX, el coreógrafo británico Kenneth MacMillan revolucionó el ballet animándose a coreografiar nada menos que Romeo y Julieta.
Sin embargo, además de usar la literatura, los creativos de la danza hacen de su trabajo un ejercicio literario inteligente que requiere disciplina, lectura, análisis, reflexión, visualización y escritura, no siempre reconocido. En este caso, coreógrafo, compositor y diseñador organizaron metódicamente un libreto que divide la obra original en actos y escenas sobre las que la danza se crea. Eligen, extraen y resumen los aspectos más convenientes de la trama que forma la columna vertebral del baile escénico. No se usa un solo lenguaje, sino varios para hacer lo mismo que una pieza literaria: comunicar una historia. Sólo que, en la danza, el lenguaje es movimiento, música e imagen.
Esquivel, todavía en Londres, decía ayer a LA NACION: “Me emocioné hasta las lágrimas. Había visto retazos del baile que me envió Christopher y parte de los ensayos en abril, pero no es lo mismo que ver la obra completa y con la música orquestada. Me encantó ver que conservó el humor con que escribí en la novela la escena de las manos saliendo debajo de la mesa buscando los cuerpos, luego de que comen las codornices en salsa de pétalos de rosa”. Se refiere a la sensual escena de la hermana Gertrudis que, poseída por el efecto afrodisíaco del platillo preparado por la doliente Tita, huye en un arrebato de frenesí sexual a caballo con el revolucionario Juan Alejandrez, para unirse a la lucha armada.” Y continuó: “Christopher logró algo increíble, traducir emociones solo con movimientos. Correctamente cortó escenas de la novela, como pasó en la película, para su traducción artística”.
En cuanto a la satisfacción que le dio esta novela, la autora consideró que “la clave está en lo que te conmueve. Lo que toca tu corazón tiene que ver con una energía muy especial. Adonde sea que fui invitada por mi libro recogí el mismo comentario, desde la Patagonia a Japón y Finlandia me decían: ‘Usted no sabe cómo me acordé de la cocina de mi abuela’. El arte es ese puente, esa conexión en la memoria, y es parte de una cultura universal, que hace que algo perdure”.
El ballet Como agua para chocolate continúa en la Royal Opera House hasta el 17 de junio. En noviembre, durante la Feria del Libro de Guadalajara, Esquivel presentará su nuevo libro, escrito en pandemia: Lo que yo vi, una memoria colectiva de sus recuerdos de vida, a lo largo de sus 70 años.
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