Claudia Fontes se pone en el doble rol de artista y curadora para la Bienal de San Pablo que abre el viernes
Para la inminente Bienal de San Pablo, que el próximo viernes abrirá su edición número 33, la propuesta del curador español Gabriel Pérez–Barreiro, titulada "Afinidades afectivas", intenta revisar la siempre repetida relación entre curador, tema y artista, que generalmente funciona de esta manera: la bienal elige un curador y el curador un tema que organiza el contenido de los artistas convocados.
Con la idea, entonces, de perder el hilo de esa relación, Pérez Barreiro armó un equipo curatorial compuesto por siete artistas de diferentes orígenes. Cada uno de ellos hará una exposición en la Bienal en la que incluirá su propio trabajo junto con los de los creadores que convoque. Ese equipo internacional forma con Alejandro Cesarco (Uruguay), Antonio Ballester Moreno (España), Claudia Fontes (Argentina), Mamma Andersson (Suecia), Sofía Borges (Brasil), Waltercio Caldas (Brasil) y Wura-Natasha Ogunji (Nigeria).
Radicada en Inglaterra desde comienzos de este milenio, Fontes (Buenos Aires, 1964) es la artista/curadora argentina convocada para cumplir ese doble rol. Con experiencia en bienales, el año pasado representó al país en la última edición de la Bienal de Venecia con la obra monumental El problema del caballo. Internacional desde jovencita, la escultora fue becada en el Rijksakademie van beeldende kunsten de Ámsterdam, participó del parque escultórico de Frieze Sculpture de Londres en 2011 y con The Wordly House formó parte de la Documenta 13 de Kassel, en 2012. Sin embargo, en su país, su obra más conocida es Reconstrucción del retrato de Pablo Míguez, emplazada sobre las aguas del Río de la Plata, que se destaca cual faro como homenaje a los detenidos desaparecidos del terrorismo de Estado en la Argentina en el Parque de la Memoria.
Con la exposición "El Pájaro lento" Fontes participará de la Bienal a partir del 7 de septiembre. En conversación con LA NACION adelantó algunos detalles del proceso de ese trabajo.
–¿Cómo te sienta este dobe rol de artista/curadora que estás desempeñando para la próxima Bienal de San Pablo?
–Me costó al principio decidir cómo quería asumir este rol. La propuesta de Gabriel Pérez-Barreiro fue muy amplia y ambigua, y de absoluta libertad y responsabilidad. Su invitación fue a "mostrar tu obra en diálogo con lo que tú quieras". Esa premisa, que parece tan simple, en realidad me llevó a pensar muy en profundidad en qué es mi obra, qué tipo de diálogo la alimenta y, de qué es lo que quiero hablar en diálogo con otros. Me pareció que lo más rico de la invitación era la posibilidad de experimentar y tomar riesgos. La primera decisión que tomé fue la de elegir compartir un proceso creativo con artistas, y no simplemente seleccionar obras ya existentes. Lo que más me interesa de ser artista es el camino al resultado. Así que elegí artistas pensando en sus procesos creativos más que en su obra ya hecha, y considerando incluir una diversidad de procesos creativos que se alimentaran y cuestionaran entre sí.
–¿Cómo empezaste a trabajar?
–Desde ese punto de partida armé un marco de trabajo que tiene dos niveles de lectura, en una estructura de ‘cajas chinas'. Por un lado la muestra podrá verse como una colección de obras que dialogan entre sí, pero por otro se puede acceder también a una metanarrativa, un hilo conductor que, lejos de ordenar el sentido de todas las obras bajo una misma idea o concepto, las toma como puntos de partida desde donde disparar nuevas líneas de sentido.
–¿Quiénes son esos artistas que trabajaron desde diferentes lenguajes las obras?
–Los artistas son Paola Sferco (Córdoba, Argentina, 1974), Sebastián Castagna (Argentina/Reino Unido, 1965), Elba Bairon (Bolivia/Argentina, 1947), Ben Rivers (Reino Unido, 1972), Daniel Bozhkov (Bulgaria/EEUU, 1959), Katrín Sigurdardóttir (Islandia/EEUU, 1967) y Žilvinas Landzbergas (Lituania, 1979). En el caso de Roderick Hietbrink (Holanda/Noruega, 1975), lo invité a mostrar una obra de 2011, que encontré hacia el final de mi proceso de búsqueda, y con la que quedé fascinada, no podría haber encajado mejor en lo que estaba armando.
–La muestra "El Pájaro Lento" incluye un cuento policial que funciona como hilo conductor de todas las obras. ¿Cómo llegaste a él?
–Cuando me llegó la invitación para trabajar en la bienal, estaba leyendo un avance de un libro de Pablo Martín Ruiz que aún está editando, al que llama ‘el libro heterogéneo". Es una colección de textos escritos y reunidos con el ideal imposible de que cada texto sea lo más diferente posible al resto, y que todos los textos sean diferentes entre sí en igual medida. Es decir, algo así como un socialismo de la diferencia. Me interesó mucho el sentido del humor detrás de esa premisa, la búsqueda por lo heterogéneo absoluto a sabiendas de que es imposible, en tanto en el proceso de interpretación que haga el lector éste siempre apuntará a encontrar sentido entre lo diverso, ya sea por asociación, comparación o desesperación. Ese rol que Pablo le otorga al lector en el libro heterogéneo es muy similar al que yo estaba pensando para el espectador/visitante de "El Pájaro Lento". Me interesa ver al espectador como un lector. Ni como un consumidor ni como alguien que viene a obtener conocimiento, sino como alguien que activa y extrema sus capacidades de lectura, tanto perceptiva como intelectual.
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