Civilización o barbarie
El hijo del viento
El miedo y el rechazo a lo diferente es un tema recurrente en la obra de Henning Mankell, y su nueva novela, El hijo del viento , que no tiene relación con el género policial ni con su detective Kurt Wallander, profundiza en el dolor que padecen los que llevan el estigma de ser distintos. El autor es un hombre de dos mundos que vive la mitad del tiempo en su tierra de origen, Suecia, y la otra mitad en la adoptiva, Mozambique, por lo que conoce bien de prejuicios y menosprecios de unos y otros hacia lo que no se conoce.
Otra vez, los escenarios son Suecia y África, y el planteo es el de una problemática humana a partir de personajes imperfectos, frustrados, ofuscados por la vida que viven, entre la incomprensión y la soledad. También otra vez el autor se niega a ser frenético, veloz, impaciente. Todo pasa lentamente en El hijo del viento . Y en esa lentitud exhibe su destreza narrativa. Contra las claves de la moda, el autor desarrolla una voz propia que exige la entrega sin ansiedad del lector.
Mankell desarrolla la acción en esta oportunidad a fines del siglo XIX. Hans Bengler quiere ser médico, pero la primera vez que ve sangre se descompone, de manera tal que decide abandonar la carrera. Y no se le ocurre en qué ganarse la vida; una vida oscura, sin pasiones, sin familia. Se le ocurre entonces dedicarse a descubrir insectos que no estén registrados en los libros. ¿Dónde? En África. Allí quiere encontrar un escarabajo exótico y desconocido para los científicos. Eso justificaría su existencia. Que su nombre esté ligado al descubrimiento de un bicho de África.
La narración de Mankell avanza lentamente, informa con sutileza sobre el protagonista y sobre quienes se le cruzan en el viaje al desierto. Bengler no sabe bien qué hará con su vida una vez que encuentre el insecto que justifica su huida hacia África. Pero con el escarabajo encuentra también a un niño huérfano, que integra la galería de los típicos personajes desencantados de Mankell. Lo encuentra dentro de un cajón de madera; todos sospechan que podría morir en pocos días, asesinado por el abuso golpeador de algún patrón o por hambre o por tristeza. Y Bengler, que no tiene la menor idea de cuál va a ser el próximo paso en su vida, decide adoptarlo.
El sueco se lleva al niño negro para darle "una vida mejor", a pesar de que otros europeos con los que se cruza en África le insinúan que está llevando una rareza, y que por eso mismo va a sufrir en el país europeo más de lo que sufre en el desierto. Pero Bengler quiere creer que el chico tendrá más posibilidades en Suecia de tener una buena vida que en su lugar de origen, y aunque critica el trato que los ingleses, portugueses y franceses les dan a los negros, por lo que se cree un cultor de la libertad, decide atar al niño para que no se escape. Así pasará todo el viaje en barco.
Mankell expone las contradicciones humanas con crudeza. Llevar a un niño negro bastante maltrecho a un país como Suecia en 1870 y mostrarlo como su hijo adoptivo lleva a que los otros se formulen casi siempre las mismas preguntas: "¿Qué es eso? ¿Para qué lo saca de su cultura? ¿No ve que entre nosotros va a ser más infeliz aún que en África?" Bengler tiene claro que su hijo adoptivo es una rareza y que así será observado, vaya donde vaya: "La gente teme lo diferente. Y tú eres diferente, Daniel", le cuenta al niño, que ni siquiera habla, y a quien estará dispuesto a exhibir junto con los insectos traídos de África.
Otra parte de la novela es narrada desde el punto de vista de Daniel, cuyo nombre original -que nadie sabe- es Molo. Mankell deja en claro que los mismos hechos pueden ser experimentados de manera opuesta por los protagonistas. Mientras Bengler cree que su hijo pasó a tener una vida indudablemente mejor que en el desierto, el niño sueña irse de esa otra forma de desierto cuando aprenda a caminar sobre el agua como sobre la arena.
A Mankell le preocupa la supremacía de una cultura sobre otra. Frente a la lógica de una cultura europea "superior", sugiere despojarse de los prejuicios, mirar todo nuevamente. Incluso la idea de la civilización y la de barbarie.