Ciudades en escala liliputiense hechas con mármol, madera y yeso
La artista Lucía Pacenza, que en su juventud estudió con Emilio Pettoruti y Leo Vinci, expone en el Centro Cultural Rojas un conjunto de esculturas que recrean en escala liliputiense el paisaje urbano
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Desde la Antigüedad clásica hasta hoy, la ciudad es un ícono de la democracia. Hasta el 30 de abril, varias ciudades se exhiben en la ciudad de Buenos Aires, en el Espacio de Arte y la Fotogalería del Centro Cultural Rojas (Corrientes 2038). Paisajes urbanos de mármol, yeso y acrílico; necrópolis, tótems de madera y obeliscos de cartón; postales hechas con imágenes y restos de escaleras de mármol de casas demolidas forman parte del itinerario gulliveriano propuesto en Ciudades, de la escultora Lucía Pacenza (Buenos Aires, 1940), al cuidado de Cecilia Escalante y Rocío Genovese. Con esta muestra se inaugura la gestión de Daniela Zattara como coordinadora general del Rojas que depende de la Secretaría de Relaciones Institucionales, Cultura y Comunicación de la UBA.
“La muestra reúne en gran parte obras inéditas -dice la artista a LA NACION-. Instalaciones y cajas, separadas en las distintas salas. Mi trabajo con las curadoras me sorprendió; fueron ellas quienes me convocaron, gestionaron y trabajaron como obreras, pintando bases y embalado cuidadosamente en mi taller. Ambas son recién recibidas de la carrera de curaduría de la Universidad Nacional de las Artes y debutan conmigo: tienen energía y voluntad admirables”. Ciudades se puede visitar de lunes a sábado, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita.
Sus ciudades están hechas con materiales diversos: yeso vaciado en cajitas de remedios que dieron forma a casas, monumentos y edificios; tallas en madera y mármol; acrílico, postales, restos de mármol y tapas de CD pulidas para las cajas. Paisajes urbanos de color negro, blanco y gris, deshabitados, coexisten con monumentos mudos. No se ven figuras de seres vivos en las metrópolis pacenzianas, “ni puertas ni ventanas; son espacios rituales que evocan la incomunicación y el aislamiento”, acota la artista.
En su juventud, la escultora se formó con Emilio Pettoruti. “Cuando ingresé al taller de Pettoruti, tenía dieciocho años y trabajaba en un banco -recuerda-. Él vivía en París y venía con frecuencia. Atendían su hija y Alejandro Vainstein, quien mantenía una disciplina férrea, de acuerdo a las instrucciones del maestro. Logré dibujar y pintar con precisión hasta que me aconsejaron practicar escultura, por ser mis obras muy corpóreas”.
“Así incursioné en el taller de Leo Vinci, y durante seis años aprendí todas las técnicas de la escultura, menos la talla en mármol y las resinas que nunca soporté por mi alergia -cuenta-. Él me presentó en mi primera muestra en Van Riel, en la calle Florida en 1971. Después, instalé mi propio taller”. En 2005, la artista expuso en el Centro Cultural Recoleta; en 2006, en el Museo Nacional de Bellas Artes, y en 2012, en el Museo Benito Quinquela Martín, por mencionar algunas de sus grandes muestras en espacios públicos.
Para la artista, las esculturas pueden llegar a mejorar la calidad de vida en una ciudad. “Siempre tuve la intención de llevar mis obras al espacio público, instalarlas en la ciduad como una presencia integrada y visible -sostiene-. Elaboro proyectos de esculturas a escala, en emplazamientos que me parecen adecuados, dentro de la ciudad real, y realizo fotomontajes de esculturas imaginadas en sitios existentes. Eso no me bastó, y comencé a crear mis ciudades imaginarias, a escala mínima”.
En 2016, con apoyo del programa de Mecenazgo porteño, la historiadora de arte María José Herrera publicó El devenir de la forma, sobre la obra “delicada y exquisita” de la escultora; el libro se puede leer en este enlace.
“El gobierno actual debe recapacitar sobre la importancia del arte; obviar el aspecto financiero que no condice con la búsqueda de la belleza, la verdad, el sentir y la comunicación entre las personas -dice la artista en referencia al contexto nacional-. ¿O debemos limitarnos a la pobreza intelectual porque no hay plata?”.
La curadora Cecilia Escalante cuenta que la elección de armar un proyecto con Rocío Genovese sobre la obra de Pacenza radicó en el impacto que les había causado ver “sus grandes urbes desplegadas en su casa taller”, en Boedo. “Y el hecho de saber que nunca se habían exhibido todas las ciudades juntas en una muestra nos motivó aún más”, dice a LA NACION.
“La artista realiza un cambio significativo en su modo de hacer; no solo modifica la escala, ya que pasa de trabajar con grandes dimensiones a la miniatura, sino que también lo hace respecto a materialidad, pasando del mármol de carrara al yeso, la madera o el acrílico -detalla Escalante-. Asimismo, el gesto de capturar una porción de la realidad para encerrarla en cajas y cubículos responde a una reivindicación del fragmento y el detalle como aspecto constitutivo de una totalidad. Lo significativo de la obra de Pacenza, con su acumulación de edificios sin ventanas que evocan la incomunicación, como sus espacios contenidos y cajas, invitan a reflexionar sobre nuestros modos de vida y pensar también cómo serán las ciudades del futuro”.
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