Cien preguntas para develar un enigma literario: ¿qué es un escritor?
En un trabajo de artesanía editorial publicado en dos soportes con el título ¿Qué es un escritor? (en papel por Pánico el Pánico y en versión digital por IndieLibros), Patricio Zunini (Buenos Aires, 1974) recopiló de las entrevistas que realizó a lo largo de una década, entre 2007 y 2017, cien preguntas a escritores. La mayoría de ellos son argentinos, pero en la selección se incluyen también algunos autores extranjeros, como la colombiana Margarita García Robayo, el puertorriqueño Luis Negrón y el islandés Sjón, cuyas obras se conocen en el país.
Zunini hizo entrevistas para diferentes medios y durante encuentros literarios. Algunas respuestas, como las de Beatriz Sarlo , Martín Kohan y Alberto Manguel, se pueden leer como microensayos sobre la tradición literaria, las novelas que abordan la memoria y las influencias de Jorge Luis Borges y César Aira. Otras definen la idiosincrasia y las preferencias estéticas de los escritores e indagan las relaciones entre literatura y política, religión, fútbol y humor.
"Quería hacer una suerte de estado de la cuestión de los últimos diez años en la literatura argentina y creo que lo que terminó saliendo fue un mapa de mis obsesiones –dice Zunini, autor de otro libro al que rige un procedimiento similar: Fogwill. Una memoria coral, de 2014-. Con todo, hay un espíritu de época: la política, el sexo, la influencia del mercado y la academia. Me gusta pensar que no hay una respuesta a la pregunta del título del libro, que es una pregunta tramposa. ‘¿Qué es un escritor?’ es tan inasible o tan indefinible como ‘¿Qué es un lector?’. Cada pregunta es como un pequeño vidrio de una mampara que deja del otro lado a la figura del escritor, pero a la que nosotros solo podemos verla a través de ese esmerilado que la deforma y la oculta".
En el prólogo de Qué es un escritor, Esteban Castromán define las entradas (numeradas de uno a cien y con el nombre de cada escritor o escritora) como "adictivas y viscerales". Y agrega: "Se leen con la impronta de un baile narcotizado imposible de abandonar, como si fuese una excursión por la médula literaria y su sentido recién pudiera descifrarse leyendo hasta el final".
Fabián Casas
¿Es difícil asumirse como escritor?
No, para mí es tan natural como ser argentino. Soy argentino: es una fatalidad. Es lo que soy, no tengo motivo para reivindicarlo ni para elevar algo evidente. Desde chico soy lector y escritor. Lo que me molesta o me desgasta es… Si te dejás atrapar por lo que otros crean u opinen sobre vos, eso te liquida. Por eso siento mejor esta relación más plástica: escribo libros, soy periodista, hago un montón de otras cosas.
Ricardo Piglia
¿Cómo se maneja la ansiedad de escribir una novela durante más de una década?
En la Argentina es fácil: nadie se da cuenta de nada. Si uno publica cada dos años o cada trece es más o menos igual. Yo no me pienso ni me siento como un novelista en el sentido clásico, que es aquel que siempre está escribiendo novelas. Me interesan las novelas, pero me pienso como un escritor que a veces escribe novelas y otras veces relatos. No tengo la necesidad, que veo en otros amigos, de estar siempre escribiendo una novela. Como si fueran descendientes —no quiero decir patéticos porque sería demasiado; son amigos míos— de Dickens, de aquellos escritores que realmente tenían que escribir una novela cada tanto porque vivían de eso y entonces escribían con la intensidad que suponía mantener la industria que ellos mismos eran. La novela no es algo natural en la tradición argentina. Borges y Macedonio empezaron a desconfiar del género, a tomarlo con cierta distancia. Yo tengo una relación más personal. Hay momentos en que me digo que hay una historia que me gustaría contar y le busco algún elemento que me interese como desafío de experimentación. Entonces sí me pongo a trabajar y lo hago muy intensamente.
María Teresa Andruetto
¿Se trabaja de la misma manera en la literatura para adultos que en la literatura para niños?
Quizás haya un poco menos de elidido en los libros para chicos, pero no siento esa diferencia entre zonas de lectores. Solamente en los pequeñísimos lectores, pero también ahí dejo zonas opacas para que ingrese el lector. La escritura tiene que ver con eso: la pregunta es cómo escribir con un vacío lo suficientemente importante para que el otro ingrese.
Angélica Gorodischer
¿Cómo plantea la invención y la reinvención de los personajes?
Yo tengo la impresión de que no invento nada. A un amigo mío, un poeta que murió ya hace tiempo, una vez le encargaron recibir a Borges. Era muy joven, y Borges, que era más malo que una araña —no sabés las cosas que hacía—, se dio cuenta que ese muchacho era ingenuo y sincero en lo que le decía. Porque le dijo que le había gustado mucho el cuento de "Funes, el memorioso" y le preguntó "¿A usted le dio mucho trabajo el personaje de Funes?" Borges, como si tratara con un colega, le digo que sí: "Me dio mucho trabajo, pero cuando lo oí hablar tuve el cuento". Los personajes están ahí: yo no los puedo inventar. No les puedo hacer que digan lo que se me da la gana. Lo que sí puedo es cosechar el lenguaje que oigo. Tengo mucha oreja. Por ejemplo: las cosas que las mujeres dicen en la verdulería son sensacionales. No es que las vaya a transcribir, pero se une a lo que dijo Borges. Ese es el lenguaje de mis personajes.
Juan José Becerra
¿Por qué la felicidad no es tema de la literatura?
Ante la experiencia de felicidad no hay nada que restaurar. Cómo sería agregarle algo a la felicidad, cómo sería discutirle la verdad. Qué haría la literatura. Dejemos a la felicidad con la forma que tiene. La felicidad le pertenece a la literatura, pero a nivel del lector. La felicidad no está en la agenda de la literatura; es el más allá del arte. Ni siquiera le pertenece a la erótica, porque la erótica tiene también sus zonas negras: tiene desniveles, zonas de angustia, de goce. La felicidad pensada en términos clásicos es un instante de resplandor. Escribir sobre la felicidad es demasiado redundante.
Samanta Schweblin
¿Cuánto te interesa la cuestión política?
Me interesa mucho como ciudadana argentina, no me interesa nada en formato panfletario en la literatura. Sobre todo en el cuento, que le da muy poco espacio a ese tipo de cosas. En una novela podría ser, pero hasta ahí nomás. Hablar explícitamente de eso es didáctico y adoctrinador. Ya de por sí es explicativo y uno, en la literatura, no debe explicar nada. En Distancia de rescate tenía muy claro que el problema era el glifosato y, de hecho, en algunas versiones estaba la palabra. Pero no funcionaba. Me parece más interesante que un texto como ese pueda atemorizarte y hacerte tomar una conciencia más amplia de que en verdad estás en peligro, de que cuando te sentís seguro en tu casa y estás a punto de cenar quizás estás tomando una muy mala decisión. Es posible que ese miedo te lleve a averiguar lo que está pasando.
Juan Sasturain
¿Qué tiene el fútbol, que es tan narrable respecto de otros deportes?
Durante muchos años, incluso ahora, el fútbol ha sido para la mayoría de nosotros un relato. Yo me vine a vivir a Buenos Aires a los 18 años y era fana de Boca, pero nunca había ido a la cancha. ¿Qué era Boca para mí? Era un cuento transmitido por mi papá, que se hizo de Boca a los quince años cuando el club hizo la gira del año 25. ¿Y qué era el fútbol? Eran las fotos que salían en "El gráfico", que llegaba cuatro o cinco días después, era el diario, que llegaba al día siguiente, y, para mí, durante muchos años, era una transmisión radial. En ese sentido, el fútbol es relato y, como todo relato, es mito. Tiene todos los elementos del relato mitológico. Tiene la épica y la lírica, tiene todas las formas posibles de la literatura.
Damián Tabarovsky
¿Los escritores que están en el mercado siempre quieren entrar en la Academia?
En Literatura de izquierda hay un único momento en que hago un matiz y digo que en la Academia —donde yo tampoco estoy— reconocen lo que es un texto, en cambio en el mercado sólo piensa en términos de libros, de venta, de marketing. El autor de mercado gana muchísima plata, gana premios, lo traducen, lo llevan al cine, son millonarios, son celebridades. Tienen todo eso y además quieren que la Academia los reconozca. ¡Dejá algo para los demás! ¿Qué más querés? Sos Campanella, te ganaste el Oscar, ¿encima querés que Beatriz Sarlo hable bien de vos?
Mirta Rosenberg
¿En poesía se puede "escribir como se habla"?
Escribir como se habla es algo que dijo Kavafis y es algo que escribió William Carlos Williams en el ensayito "El idioma americano". Yo estoy en contra, porque: ¿escribir como habla quién? Cada uno tiene conformado un vocabulario especial que tiene que ver con su situación biográfica, con su cantidad de lecturas, con su estética, con su elección. ¿Cómo habla quién? ¿Como el chico de la calle que te pide el peso para el porrón? No es tan fácil escribir como se habla. A mí me parecería mejor que en la narrativa escribieran como se habla. O en el teatro, pero en el teatro se complica porque el vínculo con la poesía es diferente del que tiene la narrativa con la poesía. De todos modos, yo no creo en eso de escribir como se habla. Nadie debería escribir como se habla. O sí, pero insisto: contemplando el tema de la diferencia, cómo habla cada quien.
Sonia Budassi
¿Existe la literatura del yo?
Descreo totalmente de esa categoría y de la categoría de lo autobiográfico. Yendo a un extremo, ni siquiera lo que escribís en Twitter es totalmente autorreferencial. Ni el diario íntimo: mientras está mediatizado por la escritura, genera una distancia. Me gusta mucho lo que implica escribir en primera persona, pero no considero que mis libros tengan cuestiones autobiográficas. Sí preocupaciones mías: el mundo del trabajo, el mundo del sentido común, las relaciones. Trabajo el cruce entre lo doméstico, lo privado, y la esfera de lo social, pero en ningún momento siento que yo sea ese personaje.
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