Ciegos que pintan gracias a una técnica desarrollada en el país
El método, creado por Amanda Ochatt, permite a los no videntes vender sus obras
La gaffe es terrible: "¿Se los regala a su familia cuando están listos?" Silencio absoluto en el taller. "Bueno, alguno le di a una nieta", contesta Ana Raffa, de 61 años, con dulzura. Y Amanda Ochatt, la profesora de pintura del grupo, inmediatamente aclara: "Son los ganadores de distintos premios en todo el país; sus trabajos se venden".
Y la verdad es que, en efecto, muchos de los cuadros lucen una gran calidad. Es casi imposible creer que fueron hechos por artistas completamente ciegos: ciegos congénitos, ciegos que perdieron la vista paulatinamente (por glaucoma, por ejemplo) o que, por un accidente, de un día para el otro se encontraron en la oscuridad.
Son personas que no ven la forma o el color que plasman en sus telas. Pero aseguran que su mayor honor es competir en bienales o concursos y que nadie se entere de su condición hasta la entrega de premios.
Acaban de terminar una exposición colectiva en el Sheraton Hotel de Pilar. Y trabajan todos los días en el Centro de Rehabilitación para el Ciego Román Rosell, de San Isidro, que depende del Consejo del Menor y la Familia, con una técnica desarrollada por Ochatt.
El ingenioso método ya está patentado como invento en la Dirección Nacional de Derecho de Autor y, a partir del año que viene, se enseñará como materia extracurricular en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Morón.
Comienzo casual
"Todo comenzó por casualidad", recuerda Ochatt, que a los 15 años entró por error al sector Oftalmología del Hospital de Niños. "Vi a esos chicos con ojos vendados, en silencio, y pensé, ¿qué puedo hacer yo, futura profesora de artes visuales, por ellos?".
Le llevó diez años desarrollar la respuesta. Su método incluye estudios morfológicos, de color, de composición, de historia del arte. En el taller usa maquetas como las que hacen los arquitectos para explicar los conceptos de forma y espacio. Enseña a usar las manos como regla y base del cálculo matemático para dibujar con precisión. Y el color lo transmite a partir de las experiencias adquiridas a través de los otros sentidos, las sensaciones y los sentimientos.
"Yo sé que este cielo que estoy pintando es azul porque lo asocio con una soledad placentera, una temperatura tibia o fría y el sonido melancólico de un saxo", ejemplifica Ana, que nunca vio un cielo de verdad porque su mamá tuvo rubéola durante el embarazo y ella nació ciega.
"Cada uno se las arregla bastante con lo que puede", agrega Luis, de 77 años (o "de la generación del tango" , como él se define). Por eso, aplicando las habilidades que heredó de sus años de tornero matricero, se armó un sistema de escuadras de hierro con las cuales garantiza exactitud en sus dibujos geométricos.
"Pero me gusta mucho dibujar la figura humana. Una vez hice el retrato de una médica que me atendió muy bien, juntando flores, y cuando se lo mostré se emocionó mucho", recordó.
A su lado trabaja Balerio Julio Jofre, que se quedó ciego un 2 de abril a 6.30 de la mañana. "Fui a trabajar con bronca por lo de las Malvinas y un accidente me dejó ciego. Pero, bueno, ahora tengo otra vida gracias a la pintura", aclara.
Y recuerda que después de que sus obras fueran expuestas en el Palais de Glace, lo invitaron las autoridades de la provincia de Santa Cruz a una visita de tres días. "Pero les gustó tanto lo que hacía que me dejaron ocho -y me nombraron personaje ilustre", dice con orgullo.
Julio recorta figuras en telgopor y las usa de modelo para los contornos de las vacas, caballos y motos de su último trabajo. "Es que yo nací en San Luis, soy un hombre da campo. Pero también me gusta la ruta, porque fui camionero", señala.
La estrella del grupo es "Tucho", o Arturo Enrique Laszlo, de 54 años y amigo personal de Pérez Celis, quien tiene una de sus obras como parte de su colección personal.
Con tres tiros en la cabeza no logró suicidarse, pero quedó ciego. "Increíblemente, estoy mejor ahora que antes, porque puedo pintar. Y me considero impresionista, surrealista y posmoderno", anuncia.
El único abiertamente abstracto del grupo es Sergio Chiner, de 37 años. "Lo que pasa es que me baso en las poesías que yo mismo escribo", explica. Y muestra su última creación: "Desnudo y con sombrilla", basado en un texto del mismo título.