César Aira, un escritor vecino del barrio coreano
En la página 41 de Haikus, César Aira escribe: “Lo nuestro empieza a parecerse, pero como en un espejo deformante, a lo que pasaba cuando el Estado se ocupaba de los pobres y les daba trabajos que solo servían para repartir un poco la plata de los ricos, por ejemplo abrir una zanja y después volver a llenarla. Es como si ahora que el Estado ha renunciado a la más elemental beneficencia, los particulares hubieran tomado la posta, solo que en clave de sadismo”. La novela corta, como de costumbre en Aira pero esta vez más, su libro número 108 y el segundo en 2021 viene a ser la nueva novela pero está firmada 16 de noviembre de 1998. Se sabe: el tiempo en Aira está dislocado tanto como la cadena de producción (edita en multinacionales e independientes, aquí, allá y en todas partes). Textos, como este, de más de veinte años son efectivamente nuevos por inéditos pero también porque en su superficie no hay referencia alguna al contexto. Alguien podría cruzar año (1998) más esta descripción ligera de un estado ausente y sentenciar que Aira escribió su libro sobre el menemismo. Muy fácil. Tampoco hay haikus (esa forma contenida de poesía japonesa) en Haikus aunque sí en las ilustraciones de Nahuel Vecino (1977), un pintor de los de antes AHORA, para esta edición de Mansalva, el sello del poeta y trovador Francisco Garamona que lleva editados 14 títulos del cazador oculto de Coronel Pringles y Flores, su barrio de adopción en Buenos Aires. Vecino recibió el texto de Aira y trabajó separatas hechas en sanguina (más los óleos de la tapa y contra) con el mismo tipo de anacronismo excéntrico con el que suele jugar el autor. Un aire de libro infantil clásico atravesado por un siniestro deja vu del viejo Manual de Ingreso. “Un jarrón de flores en el estilo romántico del siglo XVIII junto a un barbijo y una SUBE”, explica el pintor. He ahí un haiku en Haikus.
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Por los mismos días en que Haikus llegó a las librerías y Aira se dejó ver en la FED firmando ejemplares como si fuera Adam West (el Batman pop de la tele) en la Comic Con, entró en el top ten de Netflix una serie coreana llamada El Juego del Calamar (ninguna relación con el ascendido club Platense) que sigue un subgénero del siglo XXI anticipado por Truman Show de 1998 (el año en que Aira escribió Haikus) en el cine. Se trata de ficciones basadas en los reality games de la televisión a partir del fenómeno global de Gran Hermano. Ficciones sobre juegos que pretenden revelar la realidad de la ficción y espectáculos de realidad. En este caso, los que juegan a muerte por una fortuna en wones tienen un común denominador: la deuda. Como un capítulo de descarte de Black Mirror agrega, sin embargo, su parte a este neorrealismo asiático que tuvo en Parasite su consagración. Lo perverso no es tanto aquí el personaje por detrás de estos juegos del hambre Gangnam style sino que Netflix nos aleccione sobre las desigualdades del tardo capitalismo. Puro Realismo Capitalista como escribió el suicidado Mark Fisher (Caja Negra).
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Aquella cita (la de la página 41) de Haikus extrapolada del texto podía leerse en clave política pero no, o por lo menos no tan evidente. En estas páginas que son a su vez libros en miniatura dentro del objeto libro lo que sí subyace, como en la serie coreana, es el tema de la deuda. Pero si quisiéramos leer el monólogo enloquecido de alguien que pide que se le devuelva una suma en apariencia ínfima de dinero a la luz argentina los roles están invertidos. Aquí sería un FMI lumpenizado el que le está pidiendo a la Argentina que le devuelva esa poca plata que alguna vez le prestó. Del deudor no sabemos nada acaso porque adquiere un rostro distinto en cada uno de los lectores a los que el prestamista caído en desgracia interpela en esa cruza de lenguaje erudito y callejero que caracteriza al César de Flores. Atrapados en ese clasicismo electrónico (Vecino pinta después de la televisión; después del manga; después de los fichines) los dibujos devienen escenografía de un unipersonal. El decorado de otro de los espectáculos de realidad (Espectáculos de Realidad es el nombre del ensayo modélico que Reinaldo Laddaga le dedicó en 2008 a la narrativa de Bellatin, Joao Gilberto Noll y Aira) del escritor vecino de Flores, barrio también coreano.