Ceremonias en serie
En los vestidos de Corcuera Terán hay una intencionalidad kitsch, pero no en el sentido almodavoriano del término; su visión es inocente y ornamental
La obra de María Silvia Corcuera Terán gira en torno de lo lúdico y lo mágico, pero en un universo temático ligado a lo artesanal y lo ornamental. Tanto los juguetes (que mostró hace más de 10 años en el Recoleta) como las máscaras, los peinetones y las "ciudades" que ha venido produciendo desde entonces oscilan entre el arte decorativo y lo ceremonial. Ese mismo espíritu (aunque relacionado con otro tipo de representaciones) es el que se expresa en la muestra que realiza ahora en la galería Principium.
En esta ocasión presenta tres series: los vestidos, los escudos y las protegidas. La de los vestidos es la serie más numerosa. A partir del molde de un vestido femenino, Corcuera Terán explora un amplio repertorio visual: la tela de cada vestido evoca la obra de pintores (como Xul Solar o Batlle Planas) o remite a objetos cotidianos (como los antiguos boletos de los colectivos o los tickets de los supermercados) o hace referencias a la realidad social o juega con las posibilidades de representar el mundo interior a través de metáforas visuales o trastrueca iconos culturales establecidos.
Los vestidos hablan de lo convencional y de la moda; por eso, su asociación con el kitsch surge espontánea. Pero no es el kitsch a lo Almodóvar, que critica las convenciones y que apuesta por el rescate de las emociones, enfrentando un universo mecanizado con el desborde de lo pasional. El de los vestidos es un kitsch inocente y ornamental, más cercano al mundo de la moda, en el que todo es exterior y visible y comprensible.
Las esculturas de la serie de los escudos, a diferencia del colorido múltiple de los vestidos, son monocromáticas: negros, azules o rojos, cada escudo es de un único tono y remiten a lo áspero, a lo vedado y a lo secreto (también a lo "vendado", a lo herido). Como su nombre indica, los escudos parecen hechos para proteger de ataques, pero muestran también las debilidades de lo atacado.
La última serie es completamente abstracta. En ella las formas geométricas puras (el círculo, el triángulo y el rectángulo) se interrelacionan en un fondo de papeles que simulan plumas: uniendo así el rigor de la forma con cierta sensibilidad del contenido. Esta es quizá la serie más interesante de la muestra.
La de Corcuera Terán es una obra que trabaja en el borde de lo alto y lo bajo, lo kitsch y lo intelectual, lo figurativo y lo abstracto. La oscilación en ese límite exige un guiño de complicidad.
(En galería Principium, Esmeralda 1357).