Cazadora de talentos: la francesa que le abrió camino a la generación del 60
Germaine Derbecq impulsó a la joven vanguardia del arte argentino que luego fue el corazón del Di Tella: Minujín, De la Vega, Greco, Cancela; una muestra la redescubre ahora como pintora
No hubiera sido lo mismo. La historia del arte argentino en la encrucijada de los años 60 hubiera sido distinta si antes, en París, hacia 1920, la estudiante de arte Germaine Derbecq (1899-1973), hija de un farmacéutico que inventó el jarabe contra la tos convulsa, le decía que sí al cubista Juan Gris. De ese modo, quizá, se hubiera proyectado como pintora, pero no habría conocido nunca al argentino Pablo Curatella Manes en la Academie de la Grand Chaumière, donde estudiaba escultura con Antoine Bourdelle, enviado por el gobierno de Alvear, que le había "dibujado" un puesto en la embajada argentina en Francia.
Así, siguiendo a Pablo, tras una parada diplomática en Atenas, Germaine se bajó de un barco junto a su marido escultor y Jorge, el hijo de ambos, de 17 años, en el Puerto de Buenos Aires en 1951. Y empezó a escribir un capítulo nuevo y decisivo de su vida. Germaine se volvería la cazatalentos mayor de la escena artística porteña desde su lugar estratégico en la galería Lirolay, que, un par de años antes de que el Instituto Di Tella se instalara en Florida 936, irradiaba la luz de la vanguardia más joven y radical en esa misma manzana del centro de la ciudad.
Ahora, Calvaresi, un nuevo espacio de arte en San Telmo, trae de vuelta el nombre de la francesa al exhibir por primera vez en más de treinta años las pinturas que hizo en Francia y Buenos Aires, entre 1920 y 1950. Jorge Curatella Manes, actualmente de 84 años, había encontrado las obras de su mamá guardadas y enrolladas en un armario en lo que había sido el taller de su padre a principios de los 80.
Más allá de la muestra, que recupera a una pintora que navega por las estéticas de la entreguerra europea, el nombre de Germaine es omnipresente como el sol aquel de la canción pop: aunque no la veamos, siempre está. Solamente pensando en 2018, vienen a la memoria las muestras antológicas que tuvieron David Lamelas y Pablo Suárez en el Malba y la de Delia Cancela en el Museo de Arte Moderno. Las tres recuperaron obras que fueron bautismos de fuego para artistas fundamentales de los últimos cincuenta años de arte argentino. El Superelástico, instalación de Lamelas; Muñecas bravas, pinturas objeto de Suárez, y Love & Life, ambientación de Delia Cancela & Pablo Mesejean, fueron estrenadas entre 1963 y 1965 en Lirolay. La galería estaba dirigida por un matrimonio francés, los Fano, y Derbecq ocupaba el rol de lo que hoy sería una curadora jefa, aunque en ese momento nadie la llamaba de esa manera.
Volviendo a Lamelas, recién había cumplido los 18 cuando Derbecq aceptó su propuesta de exhibir retratos pop de Carlos Gardel. "Ya había visto muestras de Antonio Seguí, Marta Minujín, Dalila Puzzovio, Kenneth Kemble, Federico Peralta Ramos... Ellos estaban exponiendo en Lirolay cuando yo todavía cursaba Bellas Artes. Y me di cuenta de que la gente que más me interesaba pasaba por esa galería", recuerda el artista en diálogo con LA NACION.
Edgardo Giménez diseñó el afiche de aquella muestra y muchos otros con los que Lirolay promocionaba a los artistas. "El resto de la escena era un páramo yermo en Buenos Aires; la galería estaba en la calle Esmeralda, entre Córdoba y Paraguay. Los dueños eran el matrimonio Fano, pero también tuvo mucha influencia de Germaine, que era una persona ya grande, como Romero Brest, pero que sabía ver y detectar talentos", escribió en su autobiografía Carne valiente. Germaine, de hecho, los vio antes que Romero Brest y su lugarteniente Samuel Paz, quienes después expandían sus nombres con el poder de vidriera que tenía el Di Tella.
Derbecq ejercía su influencia a través de las columnas que firmaba en el diario Le Quotidien, donde anticipó, por ejemplo, la revolución de Alberto Greco, a quien llamó "el mago de Buenos Aires". Lo vio venir cuando escribió: "A su cuadro no le es suficiente la pared, desciende en la arena, o más bien se mezcla entre los espectadores. El cuadro sale del marco, se expande en la sala de exposición, dos bastidores cuadrados recubiertos de tela de arpillera deshilachada, aterciopelada, de un isabelino indefinido, sirven de telón de fondo o un tronco de árbol medio calcinado, de un negro intenso". El año pasado, el MoMA de Nueva York incorporó a su colección Besos brujos, de Greco. Germaine lo había incluido en la muestra "14 pintores de la nueva generación", entre diciembre de 1960 y enero de 1961, junto con Roberto Aizemberg, Jorge de la Vega, Luis Felipe Noé, Rogelio Polesello, Kenneth Kemble y Luis Wells, entre otros. Su mirada, está claro, anticipó el actual fenómeno de mercado de De la Vega, quien, en vida, era el menos cotizado de la Nueva Figuración.
El texto que escribió para aquella muestra guardaba el fuego original de los manifiestos que ella había leído de primera mano en la París de principios de siglo. Pura enjundia: "(...) El artista tiene siempre razón, los demás tardan cincuenta años y más para darse cuenta y mientras tanto poco les importa que los artistas mueran de hambre o de desesperación. Los jóvenes no quieren pasar por esa cuarentena; no serán de la raza de los malditos, dejando a los literatos y cineastas en busca de temas y guiones de epíteto deleitable. Y tienen razón, tienen derecho auténtico a un éxito total y ahora mismo por esa justicia inmanente de las cosas terrenas".
En ese mismo texto Derbecq decía que la nueva generación estaba "frenéticamente decidida a ir hacia delante". El curador Federico Baeza creyó que esa frase era buena para esta muestra que ahora la rescata como creadora, justamente titulada "Germaine Derbecq, frenéticamente decidida a ir hacia delante". Sin Juan Gris, por suerte para nosotros.
Agenda
Hasta el 5 de mayo
La exposición "Germaine Derbecq. Frenéticamente decidida a ir hacia delante" se puede visitar de lunes a viernes, de 11 a 18; sábados y domingos, desde las 12; en Calvaresi, Defensa 1136.
En dos secciones
La exposición reúne pinturas de pequeño y mediano formato de la artista, crítica y curadora francesa, realizadas entre 1920 y 1950, producidas mayormente antes de su desembarco en Buenos Aires.
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