Cartas familiares
EPISTOLARIO DE DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (Asociación de Amigos del Museo Histórico Sarmiento / PPC / Fraterna)-313 páginas
La figura de Domingo Faustino Sarmiento, dueño de una personalidad rica, densa y multifacética que deslumbró, irritó y confundió a muchos de sus contemporáneos, sigue suscitando hoy gran interés para los historiadores. El Epistolario de cartas familiares , en lugar de abundar sobre la imagen idílica que se ha construido del hombre público y del intelectual brillante, acerca a los lectores fragmentos de la vida familiar del prócer a través de las numerosas cartas a sus hermanas Bienvenida, Rosario y Procesa, y a sus nietos Augusto, Julio, Eugenia y Elena Belin Sarmiento, los cuatro hijos de su hija Faustina.
Las cartas coinciden en gran parte con el período más brillante de la carrera política de su autor, el que va de su cargo como representante diplomático argentino ante las naciones andinas y los Estados Unidos -durante los años de la presidencia de Mitre- hasta la primera magistratura, en medio de las convulsionadas circunstancias que concluyeron con la Guerra del Paraguay y abrieron camino a las sangrientas rebeliones de López Jordán en el litoral y del propio Mitre en Buenos Aires y el interior. La edición ha sido precedida de una escueta presentación de Marta Gaudencio de Germani, directora del Museo Histórico Sarmiento, y una no menos breve introducción de Enrique Mario Mayochi, a las que se agrega, al final, una sintética información, ordenada alfabéticamente, de las personas mencionadas en esa correspondencia.
La riqueza y el interés de esta singular edición, en la que se reúnen algunas cartas hasta ahora inéditas , reside en que permite al lector sumergirse en el círculo de estrechas relaciones de aquella sociedad de provincia que iba a dar sus frutos más perdurables en la vida y la obra de su vástago más brillante.
Así, entonces, confidencias de familia, amistades de barrio o de pueblo entretejidas desde la infancia, vínculos de vecindad construidos desde la colaboración o el antagonismo, confesiones políticas reducidas a comentarios sintéticos, amargos o picarescos entre hermanos, nietos y abuelo, dominan una correspondencia en la que también se hacen presentes escuetas revelaciones de viajero sobre el paisaje y sobre los hombres, y confidencias tiernas o admonitorias que, a medida que avanzan los años, se hacen cada vez más recurrentes entre el anciano que siente la cercanía de su muerte y los nietos distantes que vienen a convertirse en su ligazón más fuerte con la vida y con las novedades de la época. Las cartas revelan también un sentimiento poderoso que Sarmiento compartió con los hombres más lúcidos del siglo XIX: el deslumbramiento por el progreso. El vapor, la iluminación a gas, la enormidad de las ciudades y de las trincheras en los Estados Unidos, la pujanza de la prensa, la renovada eficacia de armas, instrumentos y transportes, el telégrafo y las obras portuarias aparecen como el telón de fondo en el relato de esas pequeñas historias de parientes y vecinos de la pequeña aldea que era su San Juan nativa.
Anotaciones sobre plantas, libros, pizarrones, borradores, recortes de diarios, discursos borroneados u olvidados, estudios terminados o a medio hacer, estadísticas o estimaciones numéricas y hasta láminas y cuadros circulan por esta red de corresponsales. Prisma y llave de esas perspectivas y conocimientos, este epistolario agrega un poco más de perplejidad a la perplejidad de la existencia de Sarmiento como figura fundadora de la tradición cultural argentina.
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