Carmen Mola. Un suceso de tres hombres con nombre de mujer: “El éxito nunca es planeado; el éxito te atropella”
Los secretos detrás de La Bestia, una novela “diseñada” como si fuera una serie de televisión hecha a seis manos por los españoles ganadores del último premio Planeta; “Hemos sido capaces de dejar nuestro ego como escritores”, dicen antes de presentarse en la Feria del Libro
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MADRID.– Mariano José de Larra, José Zorrilla y José de Espronceda son auténticas celebridades y brillan en diversos géneros literarios. Mientras el Romanticismo brinda las páginas más fecundas escritas en español y la cultura despliega una alta sofisticación expresiva, una epidemia, el hambre y el horror azotan la ciudad. Otros tres escritores, casi dos siglos después, también conocedores de varios géneros, trasladaron su imaginación a Madrid de 1834. Este trío comenzó a pensar en su nuevo y secretísimo proyecto durante el confinamiento de otra pandemia igual de cruel a la que padecerían sus personajes.
Así nació La Bestia, la novela ganadora del premio Planeta de la última edición. Los fieles lectores que Carmen Mola venía cosechando desde la saga policial protagonizada por la inspectora Elena Blanco no salían de su asombro cuando vieron el rostro de “la creadora” de estos universos tenebrosos, o, mejor dicho, los rostros. Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero llevaban la máscara de la misteriosa Camen Mola, seudónimo que cosechó un fenómeno editorial con la saga integrada por La novia gitana, La red púrpura y La nena (Alfaguara), traducida a más de 15 idiomas, serie que en breve se completará con Las madres. Es decir, un suceso de dimensiones tan amplias que se publica, en simultáneo, en las dos mayores casas editoriales.
La Bestia, coinciden los Carmen Mola, no es un policial, sino un thriller histórico, donde una niña de 14 años, Lucía, debe desplegar múltiples recursos, desde los más atroces hasta los más ingeniosos, y tejer insólitas alianzas para sobrevivir, primero, y luego para encontrar a su hermana menor que ha desaparecido. Esta trama transcurre en un contexto donde un depredador de niñas anda suelto por la ciudad. Los autores estarán presentes en la Feria del Libro de Buenos Aires el 7 de mayo, a las 20.30, pero antes conversaron con LA NACION en un encuentro vía Zoom.
Díaz, Martínez y Mercero tienen una extensa carrera como guionistas de TV. La novia gitana, la novela con la que se dieron a conocer, se ha convertido en una serie (Atresmedia) que pronto terminará de filmarse. Allí Darío Grandinetti y Miguel Ángel Solá componen a dos personajes clave de la trama protagonizada por Nerea Barros, la heroína. Elena Blanco y su saga se suma a la tradición reciente de detectives que han brindado grandes autores españoles: Zarco, la criatura de Marta Sanz; Melchor Marín, cincelado por Javier Cercas; Pepe Carvalho, de Manuel Vázquez Montalbán (y luego continuado por Carlos Zanón); Amaia Salazar, de Dolores Redondo; o Petra Delicado, de Alicia Giménez Barlett.
-¿Resulta más complejo escribir una novela negra ambientada en el pasado con una suerte de detective como lo es Lucía?
-Jorge Díaz: Nosotros teníamos el interés de escribir un personaje dickensiano, como es Lucía: una niña pobre, de los arrabales, en una época en la que vale menos que una gallina, porque la gallina pone huevos. Y le ponemos un problema de muy difícil solución, que es buscar a su hermana. La planteamos como una heroína, pero no como una detective, aunque quizá termine ejerciendo como detective. Se ve obligada a investigar no porque sea su deseo, sino porque tiene que encontrar a su hermana. Para salir de esa situación debe buscarse aliados, y así aparece Donoso, un Guardia Real, el Gato Irreverente, que es en realidad un periodista un poco fracasado y que quiere ser como Larra.
-¿Dónde piensan que radica la fascinación por el mal, aquello que buscan y con lo que se topan los lectores en este género?
-Antonio Mercero: No sé por qué nos genera tanta fascinación el mal. Es como el reverso del ideal platónico de que el hombre tiende al bien. Eso es algo que nos enseñan siempre: el hombre tiende al bien, pero, sin embargo, sabemos que también anida en nosotros el mal. Hay una atracción por el mal. Leerlo desde la comodidad de tu sillón está muy bien porque estás a salvo, si el escritor hace bien su trabajo. Nosotros, como cultivadores de novela policíaca y de thriller, hemos convertido al mal como tema de exploración.
-El escritor suele ser un ermitaño, alguien aislado, pero, ¿cómo es escribir a seis manos? ¿Hay roles asignados en Carmen Mola?
-Agustín Martínez: Lo que hicimos fue trasladar el sistema de trabajo del guion a la novela. Nos sentamos y diseñamos, como si fuese toda la temporada de una serie, una novela. Diseñamos y hablamos durante meses sobre el argumento, la estructura de la trama y el tono hasta que los tres tengamos la misma imagen de los personajes y de la historia. Cualquiera de los tres puede escribir, por ejemplo, a Donoso o a Lucía, de La Bestia, y que ese personaje no cambie dependiendo de las manos que lo escriban. Después pasamos a una fase de escaleta y trabajamos con una especie de tratamiento pormenorizado donde resumimos capítulo a capítulo la novela y nos repartimos el trabajo. Uno escribe unas cien páginas; otro, otras cien; y otro, otras cien. Lo que ocurre es que en realidad esa primera versión de la novela escrita por tantas manos no es lo más importante, porque se va reescribiendo. Al final se convierte como en un amalgama de los tres, porque la realidad es que cada uno de los tres ha pasado por cada una de las páginas de la novela y se crea algo extraño que es el estilo de Carmen Mola. Cuando abro la novela no soy capaz de identificar si esa página la ha escrito Jorge, Antonio o yo.
-Mencionabas recién el verbo “repartir”, pero con estas reescrituras el trabajo es mucho más que si hubiera un solo autor.
-Agustín Martínez: El trabajo no es tres veces menos, sino tres veces más. Hemos sido capaces de dejar nuestro ego como escritores. Si alguien quita una palabra o cambia algo, nadie se enfada.
-¿Hay alguna particularidad en los detectives españoles? Pienso, por ejemplo, en los suecos: Wallander, Lisbeth Salander, Mikael Blomkvist.
-Agustín Martínez: Me cuesta encontrar un canon del detective español, no sé si realmente exista, aunque a veces lo intentamos. Quizá hay elementos en común con los detectives mediterráneos, sumando a los griegos y a los italianos. Quizá los suecos son más fríos y aquí se juega más desde el lugar de las pasiones. Creo que sí es posible que haya un elemento cutre [podría ser traducido como berreta] en las investigaciones de los detectives españoles. Nos nos creemos infalibles a la hora de resolver todo. Dentro de la novela uno se encuentra con gente de baja estofa, muy tonta, gente de distintas clases sociales, y eso forma parte de quienes somos los españoles.
-Jorge Díaz: No creo que haya tantas diferencias entre los detectives españoles y los de la novela escandinava, por ejemplo. Creo que partimos del mismo sitio: una persona perspicaz con ciertos defectos. Buscamos que su humanidad se imponga muchas veces sobre su trabajo. Nuestra detective Elena Blanco tiene una serie de características que podrían estar perfectamente en una detective de Gotemburgo. Quizá sí se diferencia un poco más de los anglosajones que me parecen menos creíbles. Buscamos crear un personaje que podamos cruzar en el ascensor de salir de casa.
-Antonio Mercero: Nosotros hemos querido salir del cliché de Sam Spade [el detective ficticio creado por Dashiell Hammett], por ejemplo. Hemos querido hacer un personaje femenino más actualizado, en torno a los 50 años, para poner en valor a esa mujer que a esa edad queda en cierto modo invisibilizada. No es una detective mona de 30 años. Es un personaje con una herida muy potente y muy extrema.
-Además de novelistas, son expertos guionistas. ¿Participaron en la adaptación de La novia gitana?
-Antonio Mercero: Yo he llevado la coordinación de esos guiones junto a José Rodríguez, otro guionista, y Jorge Díaz ha escrito dos guiones. Agustín no ha trabajado porque no tenía tiempo.
-Su estilo a la hora de segmentar la narración consta de capítulos cortos, dentro de partes identificadas claramente, casi como si se tratase de escenas. Hay también una tensión diría episódica. ¿Es algo que se plantean cuando construyen la novela o decanta a partir de su formación y experiencia en TV?
-Antonio Mercero: Nos planteamos desde el primer día que nos sentamos a planear La novia gitana esta idea: trabajar con una estructura en la que haya muchos capítulos muy cortos y que vaya muy rápido la historia. Y, a la vez, que cada capítulo significa un giro y que termine colocándote en un lugar de tensión como lector que te obligue a avanzar al siguiente capítulo. De hecho creo que eso es lo más complicado que hacemos. Conseguir eso en todos los capítulos de una novela nos cuesta mucho trabajo, construir una trama que vaya dando constantemente esos giros para que el escritor no se despegue de la novela.
-¿Se hubiesen dado a conocer con sus nombres si no hubiesen ganado el Premio Planeta?
-Antonio Mercero: Creo que seguiríamos ahora mismo bajo el seudónimo manteniendo nuestras rutinas de escritor que han saltado por los aires desde la concesión del premio y han cambiado tanto nuestras vidas. Sí teníamos la sensación de que se estaba estrechando el cerco y de que en algunos “mentideros” empezaban a murmurar, por ejemplo, que uno de los tres era Carmen Mola, pero nunca se imaginaban que éramos tres. Creo que nos hubiésemos mantenido también bajo un cómodo silencio.
-Virginia Woolf distinguía la creatividad femenina de la masculina, una idea que tiene detractores y defensores. ¿Escriben de modo diferente los hombres de las mujeres?
-Agustín Martínez: Yo personalmente no encuentro diferencias, pero sí creo que hay distintas sensibilidades entre todos los autores, sean hombre o mujeres. Cuando salimos a la luz había gente que decía: “Pensaba que Carmen Mola no era una mujer porque las novelas son muy violentas”. Creo que no hay territorios vedados para nadie, y las cosas más violentas que he leído últimamente fueron escritas por mujeres.
-No quiero decir que crearon a Carmen Mola como un juego, ustedes tienen una trayectoria, pero ¿piensan que se les fue de las manos Carmen Mola? ¿Habían imagino un suceso así?
-Jorge Díaz: No quieres decir que era un juego, pero lo digo yo: “Era un juego entre los tres”. Cuando empezamos a escribir la novela ninguno pensó que fuese a ser capaz de acabarla, porque perderíamos interés, o nos surgirían otros trabajos. Tuvimos la oportunidad de publicarla y el día que salió la novela pensamos que en el fondo iba a ser una de las tantas, que iba a tener una temporada en los escaparates. De repente la novela se empezó a leer. Empezó a tener críticas, buenas, malas, y a tener esa visibilidad. Nos llamaba la atención poder crear un esquema de trabajo diferente y acabar con esa figura de un escritor al que no se le puede toser, que la novela no fuera de ninguno, sino de los tres. Y también creo que el éxito nunca es planeado; el éxito te atropella.
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