Carlos Gallardo fue un artista de alma
Escenógrafo y diseñador de vestuarios, murió el domingo en un accidente automovilístico. Su obra tuvo proyección internacional
Una tristeza infinita acompañó ayer la despedida del artista Carlos Gallardo, que murió el domingo en un accidente automovilístico en la ruta 9, a la altura de San Nicolás.
La lluvia y el mal estado de la autopista fueron determinantes de la tragedia que le costó la vida en la plenitud de su carrera. Con su compañero inseparable, Mauricio Wainrot, iban en busca del merecido descanso tras un año de éxitos locales e internacionales.
El destino era la casa de La Cumbre, transformada con tiempo y cariño en el refugio perfecto, desde que llegaron a las sierras cordobesas invitados por su amiga Norma Morandini. Ese era el ámbito donde prodigaban con generosidad la amistad sin límites. El refugio quedaba en las puertas de El Paraíso, donde vivió y escribió "Manucho" Mujica Lainez.
Gallardo contaba los minutos que faltaban para llegar a las sierras, disfrutar del café del mediodía en el pueblo, y entregarse a las largas sobremesas con los amigos del arte, con Kovensky, Jitrix, Dompé y otros. Eso contaba el jueves por la noche, en la despedida de fin de año en la terraza del Museo Nacional de Bellas Artes.
Diseñador gráfico en sus comienzos, Gallardo era escenógrafo y vestuarista del Teatro General San Martín, donde tuvo a su cargo las puestas de Carmina Burana , El Mesías , La consagración de la primavera y Un tranvía llamado deseo . En su producción plástica, marcada por el minimalismo y el arte conceptual, encontró un camino de crecimiento personal en el que confluían intereses y preocupaciones profundas: la memoria, la ausencia, el paso del tiempo, los números y los grafismos; la palabra, en suma, como un hilván que sostenía todas esas tramas.
Sus búsquedas quedaron registradas en las muestras Kronos , Un golpe a los libros y Close Up (2003) y en la serie Erratum , donde sus citas suenan hoy premonitorias: "Todo el amor de las antiguas cosas, a las que dimos, acaso sin saber, la duración exacta de la vida".
Alto, con su porte imponente, regalaba sin retaceos la sonrisa franca que iluminaba su cara de piel morena. Expuso en las ferias de Chicago, en Art Basel, Suiza, en la New York Art Fair, en la feria de arte de Bruselas y en París. En 1997, representó a la Argentina en la Bienal de la Memoria organizada en La Habana. Sus obras integran importantes colecciones públicas y privadas.
Tenía 64 años, muchos sueños y varios proyectos en marcha, según había contado semanas atrás en el homenaje que organizó el Malba para recordar a la curadora Corinne Abadi, de quien destacó su especial sensibilidad para cuidar a los artistas. "Cuidar" era un verbo que Gallardo conjugaba de manera cotidiana: en sus relaciones más entrañables, en su pasión por la jardinería y en la amistad de tiempo completo. Prueba de ello fue el emotivo adiós de ayer, en el cementerio Jardín del Sol.
El año último, su coreografia para La tempestad , presentada por el teatro Bolshoi de Moscú, le valió un galardón internacional. Otro más, que Carlos recibía con la más absoluta naturalidad, con esa sensación de estar a mano y en paz con la vida, satisfecho, dispuesto a disfrutar de un camino pródigo en oportunidades para él y para su compañero Mauricio Wainrot.
Bailarín y coreógrafo, Wainrot, de 62 años, es director artístico del Ballet Contemporáneo del San Martín, coreógrafo permanente del Ballet Royal de Flandes, Bélgica, cuyo gobierno lo distinguió este año, y director artístico de Les Ballets Jazz, de Montreal. Herido en el alma y en el cuerpo, ayer encontró la fuerza y la entereza para despedir a Carlos en la capilla ardiente.
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