Caricaturista en Nueva York: cómo hizo Marius de Zayas para que la ciudad cayera a los pies del arte moderno
El mexicano promovió la obra de Picasso, Cézanne y Picabia; en el Malba, el historiador Antonio Saborit dará una conferencia magistral sobre este personaje tan singular
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Entre las especies en vías de extinción, una extinción cuyos efectos empiezan a estar ya a la vista, hay que contar la del galerista que hacía de su tarea una obra de arte, porque había sido el arte aquello que lo había llevado hasta allí. Cuando se piensa en Marius de Zayas (Veracruz, 1880-Stamford, 1961), uno tiene la impresión de que era un hombre de otro tiempo y a la vez enteramente de éste. Probablemente, era ya en su tiempo alguien de otro tiempo. El arte moderno llegó por intermedio de él a Nueva York. Otro mexicano, Antonio Saborit, explicará a Zayas este jueves a las 18, en el Malba, en una conferencia magistral con el título “Vida y tiempo de Marius de Zayas El caricaturista que llevó el arte moderno a Nueva York”.
Saborit, que dirige actualmente el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México, conoce a fondo al personaje, y se ocupó de recopilar y comentar sus escritos en los libros Un nuevo punto de vista sobre la evolución del arte moderno (BFE, 1997), Cómo, cuándo y por qué el arte moderno llegó a Nueva York (El Equilibrista / Unam, 2005); Crónicas y ensayos. Nueva York y París, 1909-1911 (El Equilibrista / Unam, 2008).
Pero ¿cuál fue realmente la singularidad de Zayas? Saborit encuentra en él condiciones raramente reunidas: “Marius de Zayas es un artista gráfico que al inicio del siglo XX asimismo escribe crónicas y ensayos sobre temas y artistas de su interés, lo que lo hace contemporáneo. Sabe cómo transformar un manuscrito en un libro y sabe cómo transformar asimismo un conjunto de obras en una exposición pictórica significativa; en otras palabras, es un editor calificado y es un curador sensible, con una formación artística y filosófica. De regreso a su arte, nunca duda de que la caricatura sea una de las formas de las bellas artes, y con ella añadió a sus retratos y conjuntos la oscilación del lenguaje abstracto de las vanguardias. Zayas está en su obra plástica, pero al mismo tiempo se impone la tarea de tratar de cambiar el mundo por medio del arte de su tiempo, para lo cual a toda hora imagina cómo construir nuevos públicos.”
No había en Zayas el espejismo actual -tan compartido por museos, teatros, funcionarios y periodistas- que confunde atracción con proselitismo de la cantidad. Más bien, orientó el esfuerzo en mostrar lo que casi nadie mostraba. Dice Saborit: “Este fue su empeño en la galería y en la revista de Alfred Stieglitz, The Little Galleries of the Photo-secession y Camera Work, y también lo fue más adelante en sus propias galerías: Modern Gallery y De Zayas Gallery, donde mostró su selección de Cézanne, Manolo, Modigliani, Picabia, Picasso, Rivera, Sheeler, Strand, Van Gogh y muchos más. Aquí cabe imaginarlo como un intermediario cultural entre diversas comunidades de artistas y escritores, aunque en su caso es imposible no pensar en el curador como autor”.
El “caso Zayas” permite ir más allá de él, o acaso más acá en el tiempo. Porque podría ocurrir que la penuria de tener ahora demasiados curadores y poquísimos galeristas. “Hay son más numerosos los primeros que los segundos, me parece”, tienta Saborit. “O tal vez sea que resultan mucho más notorios, sobre todo cuando con acierto se convida a creadores y pensadores ajenos a la conserjería museística a trabajar las colecciones y curar una exposición. Tal vez se pensará que es menor el riesgo de imaginar y montar una exposición significativa y plena de sentidos, que el riesgo que asedia a un galerista. Tal vez también sea que hoy resulta muy atractivo tener el cuidado de una exposición para un museo. Pero si esto es así es el momento de restaurarle a la galería sus sentidos, ya no originales, sino los que pudo concitar en medio del desarrollo urbano de las ciudades en el llamado siglo del progreso”.
En cierto modo, el galerista concentra la invención del artista y la observación del crítico. Pero también el crítico pide una restauración de sus sentidos. Saborit recurre a la autoridad de Luis Cardoza y Aragón: “Él tenía sus dudas de que la crítica de arte fuera la reflexión que elucida el mérito de una obra y un día terminó proponiendo esto otro: ‘La crítica de arte es la Venus de Milo llevando en sus manos la cabeza de la Victoria de Samotracia’. Si se excluye de ella a la poesía, como apuntó el mismo Cardoza y Aragón, la crítica no da para asediar el sentido de una obra que concita desconcierto, perplejidad, interés y maravilla en el espectador que es siempre quien se planta por unos momentos ante un lienzo o es quien se demora en las páginas de un poema. Repito lo que otros han dicho mejor. Un ala de la crítica está en el lenguaje, por lo que se debe en primer lugar a la palabra para así proyectarse sobre la pieza y quien la contempla junto contigo, mientras que la otra ala está en la historia”.
Para agendar
Además de la del jueves en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), Saborit tendrá otras dos actividades en Buenos Aires. Hoy, a las 19 hablará con Sylvia Saítta de “Prensa y vanguardia. El campo literario en los tiempos modernos”. El Auditorio del Rectorado de la Universidad Nacional 3 de febrero (Juncal 1319). El miércoles a las 19 presentará Poesía y policía (Capital Intelectual), de Robert Darnton en Librería del Fondo y Centro Cultural “Arnaldo Orfila Reynal” (Costa Rica 4568)