Caricatura política. ¿Tiene todavía futuro o ya no va más?
Aunque algunos medios la abandonan, sigue incomodando al poder; el caso de Pedro Molina, premiado y perseguido
"Una caricatura puede informar, analizar, denunciar, entretener, divertir... Y todo eso en un archivo que se lee en dos o tres segundos. ¿Decime si no debería ser uno de los medios más aprovechados en esta época en que la gente no tiene tiempo para leer?" La reflexión la hace el caricaturista Pedro Molina desde paradero desconocido -como otros periodistas de Nicaragua, debió pasar a la clandestinidad- y a raíz de haber sido distinguido días pasados con el Maria Moors Cabot, premio de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, a la excelencia periodística. En los fundamentos, el jurado de ese galardón destaca "el poder de la sátira y la caricatura como una forma de fomentar el entendimiento interamericano". Esto ocurre pocos días después de que The New York Times dejó de publicar viñetas políticas y despidió a dos caricaturistas tras el escándalo desatado por un dibujo tildado de antisemita. La caricatura muestra a Trump ciego, conducido por un lazarillo con forma de perro salchicha con la cara del premier Israelí, Benjamin Netanyahu. Este episodio y el anuncio de la revista MAD de que discontinuará la producción pusieron al género en el ojo de la tormenta.
MAD, clásico del humor y meca de todo caricaturista, dejará de producir material nuevo y se limitará a republicar contenidos de archivo. En representación del NYT, uno de sus editores, James Bennet, enmarcó la suspensión de las caricaturas políticas del servicio internacional en una línea editorial que habían comenzado a implementar en 2018 en la edición nacional. En un breve comunicado, Bennet aceptó que la caricatura de Trump y Netanyahu no debió publicarse y, sin dar mayores explicaciones, recordó un dato paradójico: el año pasado el NYT obtuvo un Premio Pulitzer en la categoría Caricatura editorial.
"Fue una respuesta absolutamente desproporcionada y desacertada, más allá de la caricatura que disparó la controversia. Se puede discutir si esa caricatura era buena o no, si era o no efectiva con lo que se quería decir, pero es una gran responsabilidad, no tanto del dibujante, sino del editor que la publicó. Podrían haber puesto el tema en discusión, pero no, quitaron todo de un plumazo", dijo Molina, uno de los afectados por la decisión de NYT, pues integra Cartoonist Syndicate, una agrupación de caricaturistas a los que ese diario comunicó que suspenderá la adquisición de sus trabajos.
Miembro desde hace seis años del staff de El Confidencial, un diario digital nicaragüense que hasta diciembre último publicaba una revista semanal y emitía dos programas periodísticos por TV abierta, Molina es colaborador de medios internacionales. Han publicado dibujos suyos diarios de distintos países, como el Chicago Tribune, The Washington Post y Los Angeles Times. En diciembre,la redacción y set de TV de El Confidencial fueron tomados por la guardia del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, su mujer. Buena parte de los redactores se exiliaron o pasaron a la clandestinidad, desde donde siguen actualizando el diario. "Me puse a resguardo después de que supimos que habían tratado de agarrar a alguno de nosotros", dijo Molina con LA NACION en una llamada de WhatsApp al explicar por qué no puede decir dónde está.
El año pasado la Sociedad Interamericana de Periodismo (SIP) premió a Molina por Trump twitting, un dibujo del presidente estadounidense con una larguísima nariz que evoca a Pinocho. En la fundamentación de ese galardón el jurado señaló que "las caricaturas editoriales, así como las palabras editoriales, tienen un propósito educativo para hacer que los lectores piensen sobre los asuntos políticos actuales".
En opinión de Molina, el caricaturismo es víctima de la crisis económica que sufre la prensa escrita -su "hábitat natural"-, que implica un cambio en el modelo de negocios. "Al tener que hacer recortes algunos diarios despiden a los dibujantes, lo que habla de una miopía terrible, porque si hay algo que crea audiencia, atrae y fideliza a los lectores de un periódico son las tiras cómicas y caricaturas. Otro factor son las redes sociales, en las que la gente encontró que puede opinar lo que quiera y esto ha derivado en linchamientos virtuales que han puesto nerviosos a los que estaban acostumbrados a una diferente interacción con los lectores", afirma el dibujante, que se convirtió en el séptimo humorista en ganar el Maria Moors Cabot. Entre los anteriores figuran los argentinos Hermenegildo Sábat y Juan Carlos Colombres, Landrú.
Patrick Chappatte, quien fue despedido de NYT junto a su colega Heng Kim Song, escribió en su blog que "la caricatura política nació con la democracia. Y está en peligro cuando la libertad también lo está". Afirma que sigue siendo optimista en relación con el caricaturismo, dado que esta es una era de imágenes en la que "los medios necesitan renovarse, llegar a nuevos públicos y dejar de tener miedo a la masa iracunda. En el loco mundo en el que vivimos, el arte del comentario visual se necesita más que nunca. Y lo mismo ocurre con el humor".
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