Caperucita, el lobo y todo lo demás: mejor que prohibir es sumar
La bella princesa que espera dormida el beso de un galán que la rescatará de su largo sueño. La joven linda y bondadosa maltratada por su madrastra y sus hermanastras que cambia de vida gracias a un hada madrina, un zapatito de cristal y un príncipe azul. Una chica que se distrae en el camino a casa de la abuela cae en las garras de un lobo feroz, pero se salva gracias a un valiente cazador. Son solo tres ejemplos de cuentos clásicos infantiles con personajes estereotipados: mujeres cándidas y abnegadas, soñadoras y enamoradizas; hombres heroicos y aguerridos, fuertes y protectores.
Esta semana, una escuela pública de Barcelona decidió retirar del alcance de los alumnos de los niveles iniciales unos 200 títulos que consideran "tóxicos" porque reproducen patrones sexistas. Entre ellos, los clásicos infantiles de siempre, como "Caperucita roja" y "La Bella durmiente". Siguiendo el criterio de los docentes y de la comisión de padres de ese colegio (al que luego se le sumaron otros en Barcelona) también habría que alejar a los niños y las niñas de las películas y series de princesas producidas por los grandes estudios de Hollywood que inundan los comercios con merchandising de toda clase y que se siguen reproduciendo, con más o menos variantes, porque resultan un éxito comercial.
La noticia que se difundió en estos días no alertaba sobre ese punto. Tampoco sobre algo mucho más grave porque ya está instalado como un consumo cultural generalizado: las letras de los hits de moda que se escuchan una y otra vez en radios, programa de tv, bailes, boliches y recitales. Esas que incitan a las nenas a menear las caderas con movimientos sexies o esas que invitan a "ser felices los cuatro" y que las chicas repiten aunque tengan cuatro años ("Y si con otro pasas el rato /Vamos a ser feliz, vamos a ser feliz / Felices los 4 / Te agrandamos el cuarto").
Frente a este punto, algunos podrán argumentar que hay muchas, muchísimas, otras canciones más allá de las de Maluma o Shakira. Claro. También hay muchos, muchísimos, libros, más allá de "La Bella durmiente" y "Caperucita roja". Y eso es, justamente, lo que quiero resaltar: hace años ya que autores e ilustradores de todo el mundo se largaron a reversionar los relatos clásicos con nuevos enfoques o distintos finales, personajes más reales y menos estereotipados, con vueltas de tuerca interesantes y, en muchos casos, inquietantes.
En la sección ¿Qué vas a leer con tu hijo esta noche?, del 3 de noviembre de 2018,revisamos doce versiones actuales de Caperucita roja: todas protagonizadas por una nena empoderada como las de hoy. En la versión de la francesa Marjolaine Leray, Una caperucita roja, la chica le dice al lobo en la cara que tiene mal aliento. En Caperucita en Manhattan, de la española Carmen Martín Gaite, que transcurre en Nueva York, Caperucita se llama Sara Allen y el lobo es un excéntrico millonario llamado Mister Wolf. En la adaptación de la británica Bethan Woollvin, Caperucita encuentra el modo de deshacerse del lobo sin recurrir a un cazador fuerte y valiente. Y antes, Giani Rodari ya había ofrecido a los lectores pequeños una Caperucita roja que secuestra al lobo en Cuentos al revés.
La estereotipada Cenicienta original también tiene sus lados B. Un ejemplo cercano: en La historia de Cenicienta tal como me la contaron a mí, Adela Basch, parte del famoso personaje maltratado por la madrastra y las hermanastras para construir un cuento muy divertido y original. En esta versión, la joven no es una sufrida sirvienta sino una obsesiva de la limpieza y de la perfección. Exigente y demandante, esta Cenicienta moderna no asume sus TOCs y trata bastante mal a las otras tres mujeres que solo quieren ayudarla. Todos los personajes de esta historia generan empatía. Todos menos Cenicienta.
A los que quieren sacar libros de circulación se podría proponerles, a cambio, sumar otros con nuevas miradas y enfoques. Así, los lectores podrán compararlos y sacar sus propias conclusiones. A favor, siempre, de mantener los libros al alcance de los niños. Es tarea de los adultos acompañarlos y guiarlos en la lectura. Esa postura es, sin dudas, más comprometida que prohibir y listo. Implica tiempo y ganas.
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