Campanas y cajas fuertes: Mariana Tellería y Adrián Villar Rojas le regalan al museo macro una obra a cuatro manos
Contemporáneos y amigos, ambos artistas representaron a la Argentina en la Bienal Venecia; ahora, hacen una intervención en los silos de Rosario que, subrayan, será “eterna”
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Una caja fuerte y una campana oculta son una nueva obra que pasa a integrar desde hoy la colección del macro de Rosario (sí, se escribe con minúsculas). Son intervenciones permanentes en el atípico museo con forma de silos que está a orillas del río Paraná, donación de dos de los más importantes artistas argentinos: Mariana Tellería, última representante del país en la Bienal de Venecia, y el muy internacional Adrián Villar Rojas, que ahora mismo participa en muestras en la Biblioteca e Imprenta del Parlamento Helénico en Atenas y en el Palais de Tokyo, París.
“Es una irrupción que se declara eterna”, dice Roberto Echen, artista y pensador, que es curador de la exposición Refundación zona_emergente, inaugurada esta noche con esta sorpresa, junto con obras del colectivo Brea, la Cátedra Posporno (Javier Gasparri, Mauro Guzmán, Didac Terre y otros) y Wladimir Ojeda. Es parte de la Cuarta Quincena del Arte, por la que el arte sale a las calles del 18 al 30 de octubre, bajo el título pandémico Tiempo suspendido, que incluirá su MicroFeria de arte presencial y virtual y la tradicional subasta La Fugaz. La muestra también está asociada a Bienalsur. Es la primera vez que una obra conjunta de estos dos artistas integra un museo.
La obra se llama Mariana, Adrián y el óleo y no tiene nada de pintura. La caja fuerte de 60x50x50 centímetros está en el quinto piso. “Se trata de un empotramiento en el silo de una caja de seguridad que tiene el fondo quitado, lo que hace que lo que contiene la caja o la caja misma sea el silo. La obra es donada para que forme parte de la colección de arte contemporánea del macro, pero a la vez forma parte del edificio y del museo, no sólo edilicia sino institucionalmente. La obra quedará allí mientras exista el macro”, explica Echen a LA NACION. Para la producción tuvieron el auspicio de las fundaciones Banco Santa Fe y Grupo Petersen.
La campana pesa 15 kilos y está suspendida entre los dos primeros silos a la altura del primer piso. Echen señala otra paradoja: “En tanto su propia irrupción, suena (resuena) como una pregunta y a la vez como un llamado”.
¿Por quién doblan las campanas? ¿Qué tesoro guarda la caja de seguridad? A eso, Villar Rojas y Tellería prefieren responder con el texto de Echen, donde están sus voces citadas: “El museo como dispositivo epistemológico está siendo utilizado de manera hiperbólica. La intervención eterna está hiperbolizando la función museo. La misión de un museo es parar el tiempo. Lo que entra al museo estará cuidado por siempre. El tiempo en el museo es otro tiempo. No es tiempo humano, no es tiempo geológico”.
Los dos santafesinos representaron al país en la Bienal de Venecia y, como son amigos desde hace años, se ayudaron mutuamente cuando les tocó la ocasión, primero Villar Rojas en 2011 y luego Tellería en 2019. Ahora vuelven al macro casi veinte años después de haber sido los primeros invitados a la primera versión de esta muestra, Zona Emergente, de 2003, donde se abrazaban prácticas que hasta entonces no tenían cabida en los museos, con obras de Eugenia Calvo, Mauro Guzmán, Carlos Herrera y Gina Valenti, entre otros. Se hizo en el Museo Castagnino cuando el macro era apenas una posibilidad, que a partir de esa exposición se pudo concretar un año más tarde. Irradiación macro retoma esa idea de museo hacia afuera como un plan maestro para que los museos no sean sólo contenedores de obra, sino que se expandan colaborativamente con otros ámbitos.
La pieza de dos partes y autoría compartida interactúa con los silos vacíos a los que fue adosado un edificio, que primero fue oficinas y hoy es el espacio más importante para el arte emergente y contemporáneo de Rosario. Tellería y Villar Rojas son los primeros que intervienen el macro como objeto-espacio: “Nos gustaría que la flecha de lo primero señale más al museo que a nosotros. O a esta relación amorosa no binaria que tenemos. Aquel gesto institucional de apertura, habilitador y posibilitante del 2003, reencarnado en el 2021. Esta relación; Adrián, Mariana y el museo puede (porque podemos) metabolizar las fuerzas que nos constituyen y nos dejan hacer arte al borde de su caída”, dicen en el escrito.
La obra a cuatro manos de estos dos artistas convierte al propio museo en una nueva pieza de arte.
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