Caminos paralelos
Mientras Jorge Ortigueira despliega su expresiva figuración de ribetes paródicos, Gustavo Greguoli persiste en la abstracción.
HACE años que Jorge Ortigueira no exponía en forma individual. Lo que yo recordaba de sus obras era que estaban muy bien pintadas y que el artista imprimía a sus imágenes ciertas sutilezas entre irónicas y paródicas. En la muestra que inauguró en Praxis (Arenales 1311) se diría que la fuerza creadora de Ortigueira, contenida durante bastante tiempo, eclosiona con una potencia que salta por encima de las barreras del buen gusto para instalarse en lo que no me parece trasnochado calificar de expresionismo. Pero no se trata de un expresionismo de desbordes gestuales. Sus figuras aparecen enmarcadas dentro de un impecable dibujo que revela el gran dominio que Ortigueira tiene de su oficio.
Buen ejemplo de la vena paródica es el acrílico Función al aire libre , de 140 x 140 cm, que representa a dos figuras, una masculina y otra femenina. En esa obra, Ortigueira se ha lanzado a tamaños generosos, que no hacen sino acentuar su destreza plástica.
Aunque no soy entusiasta de la vena paródica, en el caso de Ortigueira no puedo evitar quedar atrapado en su frondosa imaginación, en la que lo sublime y lo ridículo se dan la mano (por algo están a un paso el uno del otro). Un ejemplo sobresaliente dentro de la producción de tan singular personalidad es su retrato del hombre con saco rojo, ataviado con corbata y pañuelo amarillos de estampados multicolores.
Si el artista logra que sus nítidas figuras no aparezcan recortadas con exceso, ello se debe a su capacidad de mover los fondos, a veces con pinceladas libres que pueden parecer caprichosas pero que, a juzgar por los resultados, responden a una condición visual que nos atrevemos a calificar de innata y certera intuición. Así como las figuras pueden aparecer plantadas sobre fondos que parecen neutros pero que están lejos de serlo, así también en algunos casos ocupan ambientes cerrados o paisajes enriquecidos por elementos que devienen simbólicos, tales como algunos signos de tránsito.
Jorge Ortigueira nació en Buenos Aires en 1941 y estudió con Felisa Zir. Esos datos escuetos, impresos en el catálogo a título informativo, y sus logros pictóricos son más que suficientes para que lo ubiquemos sin ninguna dificultad como uno de los valores que merecen atención en la prolífica Escuela de Buenos Aires.
Un abstracto obsesivo
Habiendo hablado de Ortigueira, paso a lo que podría considerarse la estética opuesta; me refiero a la muestra de Gustavo Greguoli, el pintor abstracto que exhibe sus trabajos en la Galería Van Riel (Talcahuano 1257). El caso de Greguoli es el de un abstracto obsesivo, enamorado de las formas cuadrangulares que dispone en el espacio de sus telas como quien arma el más desafiante de los rompecabezas. Sus acrílicos nos muestran una pintura plana en la que el artista combina pequeños rectángulos, las más de las veces sin perder la cuadrangularidad del todo, y en algunas ocasiones, moviendo algunas bandas que apuntan en diagonal.
Sería fácil caer en la tentación de acusar a este artista de incurrir en cierta repetición. Pero lo mismo podría decirse de uno de los grandes maestros del arte moderno, Piet Mondrian, quien, para el ojo inteligente, nunca se repite, pese a que algunos le dirigieron esa crítica.
En Greguoli, las variantes de mayor significación se dan en el uso del color, que emplea con diversos tonos dentro de una gama monocromática. Esto hace que el contemplador se enfrente a un mundo de sutileza: verdes o tonos ladrillo, o sienas a veces agrisados revelan una sensibilidad muy refinada y un grado de intelectualidad poco común.
Visitar esta muestra implica un importante grado de concentración para el espectador; algo que a Greguoli sin duda no se le escapa.
Gustavo Greguoli (Buenos Aires, 1953), además de cursar las escuelas nacionales de bellas artes hasta el más alto nivel, estudió en el taller de Osvaldo Borda. Participó de numerosas muestras colectivas y ésta es la segunda vez que lo hace en Van Riel. Ha obtenido numerosas distinciones y ha dictado la cátedra de pintura en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón durante varios años.