Camila Sosa Villada: “El paisaje de mi pueblo es como una espina que no puedo sacarme de encima”
La escritora y actriz siguió el consejo de Juan Forn y, después de “Las malas”, apostó a los cuentos; ayer lo presentó en Córdoba ante un Teatro Real colmado y se emocionó
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CORDOBA.- Horas antes de presentar su nuevo libro, “Soy una tonta por quererte”, en un Teatro Real colmado, la escritora y performer cordobesa Camila Sosa Villada compraba sábanas y almohadas para recibir en su nuevo departamento alquilado a su amiga y colega Dolores Reyes, acompañaba a su mamá a moverse por la ciudad y tramitaba la conexión de internet. En medio de esa vorágine decidió qué vestido ponerse y cómo hablar de su nueva obra, que llega después del éxito de Las malas.
En el 2020 Sosa Villada ganó el prestigioso premio Sor Juana Inés de la Cruz que concede la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México). Ya en ese momento tenía algunas “historias a medio contar”, dice a LA NACION. Asegura que Soy una tonta por quererte lo terminó “robando tiempo” a su “vida” y a su “descanso” y siguiendo una técnica que aconsejaba Gabriel García Márquez: “Saltar de un cuento a otro, ir y volver cuando no se puede terminar uno”. Fue Juan Forn quien le sugirió que escribiera cuentos.
El título del nuevo libro es la traducción de una canción de la cantante de jazz Billie Holiday, a quien Sosa Villada admira y a quien ya se refirió en su obra de teatro Llórame un río. Uno de los cuentos es sobre el encuentro de una travesti latinas con Holiday en un fumadero de Harlem.
Con un vestido dorado brillante, de tajo pronunciado, Sosa Villada sedujo a sus lectores y seguidores en el Real. “Una pierna afuera nunca falla”, había dicho a este diario el día anterior a la presentación, cuando admitió que le cae “fatal esta nueva moda de ropa de institutriz inglesa”.
Admite que le interesa la moda: “No es una frivolidad, es una piel que una se pone encima”. Claro que hay aspectos que no resigna; aunque no se use más el delineado debajo del ojo ella lo mantiene porque le “encanta tener el ojo negro, grande”.
Saber de antemano que el teatro estaría completo le generó nervios. “Cuando me dijeron que la presentación sería allí pensé que porqué algo tan pretencioso, tan grande”, dice y reconoce que el éxito de Las malas (lleva vendidos más de 100.000 libros) la condiciona y la presiona. “No quería defraudar a la gente, a la editorial”.
Los últimos días fueron complicados porque se mudó mientras hace teatro y preparaba la presentación. Relata que su cotidianidad es “bastante desordenada; muchos viajes por trabajo; no conseguía departamento, ahora ya estoy pero no tengo internet. Está mi madre, estoy grabando el audiolibro de Las malas, haciendo prensa y el teatro para el que tengo que cocinar scons antes de cada función”. En febrero regresó a las tablas con Carnes Tolendas, retrato escénico de un travesti.
“Soy un poco bruta, pero muy trabajadora y me puse con el nuevo libro para no desilusionar -cuenta a este diario-. Cuando me llegó en papel y lo leí me gustó muchísimo. Me hace sentir tranquila conmigo misma”. Sostiene que en esos cuentos desfilan “los niños que fui, el paisaje de mi pueblo natal que es como una espina que no puedo sacarme de encima”. Nació en La Falda, en el Valle de Punilla cordobés.
Al borde de las lágrimas
Reyes -autora de Cometierra- presentó el libro con un texto propio mechado con algunos tramos de la escritura de su amiga. “Despierta el corazón dormido”, definió a la obra y ponderó el relato de “experiencias que caen en crudo”. “Es fascinantemente musical”, agregó y aseguró que Sosa Villada logra el “imbatible efecto alucinatorio de lo real”. Invitó a animarse al “riesgo de transitarlo”.
“La Camila”, como la llaman todos, bromeó pidiendo a los invitados que se “portaran bien” y “no rompieran nada” en el teatro para que la volvieran a invitar. Ha actuado en el Real en varias oportunidades. Ya, libro en mano, arrancó con la lectura de “Gracias Difunta Correa” -un cuento prólogo- que repasa un viaje de don Sosa y “la Grace” -sus padres- a San Juan para “pedir que su hija travesti encontrara mejor trabajo” aun sin saber que “era puta y dos clientes la habían desmayado” en el cuarto de la pensión donde vivía.
Dos veces se quebró en esa lectura. La primera en el tramo en el que cuenta que a su madre un cura no le dio la comunión porque vivía en concubinato. En ese entonces, Camila era monaguillo. Y, la segunda, cuando recordó el día que su padre la vio por primera vez en Carnes Tolendas. A pesar de la cantidad de veces que ha contado y escrito esos dolores, no los termina de exorcizar. “Vamos a poner humor para que no crean que la Camila escribe autobiografías”, se río y pasó a “La Merienda”.
En su vida diaria Sosa Villada acaba de leer Río de las congojas de Libertas Demitrópulos, que le pareció “una maravilla”; ahora está con Amuleto, de Roberto Bolaño. Se define como una “buena” lectora y “si es con tiempo, mejor”. Apunta que le gusta la literatura “escrita por mujeres” aunque también lee varones. “Los maricones me gustan muchísimo, como (Federico) García Lorca, (Truman) Capote o (Pedro) Lemebel -sigue-. Me parece que en las mujeres hay algo menos de presión por hacer las cosas bien. Nos han tenido juntando polvo en las librerías, no nos prestaban atención. Estuve mucho escribiendo desde el anonimato, a los 34 años publiqué”.
“¿Escritora o actriz?”, pregunta LA NACION. “Me gusta la oralidad, escribir en el papel o en el aire; claro que en el teatro esa oralidad es mucho más palpable”.
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