Los 50 años de La gallina embarazada, templo de la contracultura porteña, desempolvan ahora la aventura de Lino Patalano y compañía, los debuts de Gasalla, Perciavalle, Edda Díaz y Enrique Pinti
Una frase puede predecir un éxito. Eso sucedió con La gallina embarazada, un sótano, en Libertad 1069, que por obra de sus creadores se convirtió en un templo de la contracultura porteña, en los 70, y en uno de los café-concertmás emblemáticos que tuvo la ciudad. Con el Instituto Di Tella, de la calle Florida, clausurado por el gobierno de Juan Carlos Onganía, solo quedaban como espacios de vanguardia y reservorio para descubrir a nuevas figuras, los más conocidos, La Fusa y La botica del ángel.
La idea fue de Lino Patalano, una tarde, luego de una función del infantil Viaje a la aventura, que presentaban en el teatro Embassy, les dijo a sus socios "Che, ¿que les parece si ponemos un café-concert?". El equipo lo integraban, el actor y autor Elio Marchi, la diseñadora y escenógrafa Maggy Risdon y la cantante Valeria Vanini. Con más ganas de cumplir un sueño que dinero, la flamante sociedad El gallinero SA inauguró el 18 de septiembre de 1970 La gallina embarazada. Años después, debido a la repercusión de aquel reducto, inauguraron El gallo cojo y El pollito erótico, en San Telmo. Por esos espacios, que precedieron a las hoy innumerables salas de teatro independiente desfilaron Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle y Edda Díaz –que previamente a La gallina… habían debutado con su mítico show Help, Valentino, en un conventillo de Retiro– y, entre muchísimos otros, Cipe Lincovsky, Marikena Monti y Claudia Lapacó.
Patalano, un empresario teatral que suele jugar a ser un trapecista sin red, por aquellos años era la mano derecha de Luis Mottura y María Luz Regas. A los dueños del Regina, Lino, que entró a trabajar con ellos a los 18, los consideraba sus padres, y un día a la salida del teatro, descubrió que a la vuelta, por la calle Libertad, se alquilaba un viejo sótano. El lugar antiguamente era la cocina de un petit hotel en decadencia, en el que arriba se vendían cuadros. Al verlo pensó que era el espacio ideal. En su tournée de innumerables anécdotas de los 70 resulta indudable que la experiencia adquirida en el Regina tuvo mucho que ver con la creación de los café-concert. "Fijate que en el Regina debutó Astor Piazzolla e invitamos a Mercedes Sosa a su primer concierto en una sala, porque venía de actuar en otros ámbitos. Otro hecho curioso sucedió un día que tuve que ir hasta Santos Lugares a convencer a Ernesto Sabato para que regresara al teatro a hacer El romance de la muerte de Juan Lavalle, con Eduardo Falú, porque decía que las luces que le habían puesto parecían de un circo". En el historial de artistas de esa época en la vida de Patalano se ubican Niní Marshall, Ana María Campoy y José Cibrián, Joan Manuel Serrat y Chico Buarque. "A Cipe Lincovsky, que estaba por irse a Alemania la invitamos a inaugurar El gallo cojo y en diciembre de 1970 estrenó Yo quiero decir algo, con un éxito rotundo. Mientras que con Antonio Gasalla abrimos El pollito erótico, en el 72. Fue una época realmente maravillosa", destaca Patalano que por estos días programa distintos espectáculos al aire libre.
No cubría ninguno de los requisitos para estar habilitada, aunque el lugar era muy bello. Hasta que llegó un momento que se hizo insostenible
¿Por qué La gallina embarazada solo funcionó tres años? "Sufríamos de las visitas continuas de inspectores municipales, porque no cubría ninguno de los requisitos para estar habilitada, aunque el lugar era muy bello. Hasta que llegó un momento que se hizo insostenible. Finalmente nos quedamos con El gallo cojo, que cerró en el 1976", recuerda Marchi, mientras pone a punto su restaurante a puertas cerradas, a la espera de que baje la curva de contagios.
En La gallina…, Edda Díaz, que gozaba de la popularidad que le otorgaban Los Campanelli, disfrutó de la compañía del público; hizo tres espectáculos: El show de la gallina, Orgullosamente humilde y Chiquitita como soy. Por las funciones que se hacían a las 23.30 y los sábados se agregaba una más, a la 1.30, desfilaron Enrique Pinti y sus Historias recogidas; Nacha Guevaray Alberto Favero (que habían actuado en el mítico Di Tella), con Nacha de noche; Amelita Baltar, la inolvidable intérprete de "Balada para un loco", de Piazzolla y Ferrer, María Vaner, el mimo y actor Ángel Pavlovsky, Cacho Tirao.
Hoy, que por temor alvirus vivimos encerrados, surge la pregunta ¿cómo era aquel lugar que agotaba sus entradas?. Elio Marchi cuenta que "al llegar a ese sótano casi en ruinas, lo primero que hizo Lino fue tomar una maza y con su frustrada vocación de arquitecto tiró una pared abajo y al lado de la boletería construimos un cómodo camarín. En la sala había una pequeña tarima y entraban unas 60 personas, pero llegamos a meter 90. Se hizo a pulmón, con muy escaso dinero, ayuda de amigos, Linda y Luigi, María y Juan, los padres y la hermana y el cuñado de Lino, nos prestaron dinero para hacer realidad nuestro sueño. Mientras mi madre, Florencia Llanos, atendía la boletería. Trabajábamos con canjes de publicidad, Hiram Walker nos proveyó su whisky de moda, Old Smuggler. Servíamos gaseosas y jugos de fruta. La firma Atlántida nos regaló las alfombras, Rosenthal la cristalería, Susana Mazuh, las mesitas y banquitos fraileros de lapacho con almohadones de pompones, y Carlos Martinelli, el ceramista, nos proyectó unos simpáticos ceniceros con el logo del local. Con esta ayuda –continúa Elio–, los cuatro y Monona Frías, que se había sumado al grupo, convertimos a La gallina… en uno de los locales más sofisticados de la época. El día del debut con Edda Díaz estaba el toutBuenos Aires gracias a los contactos de Lino. Edda hacía un par de números, decía mi poema dedicado a La Gallina… y Valeria Vanini cantaba covers de Mina y Ornella Vanoni.
Edda Díaz, que se animó al streaming e interpreta unas cartas de Lucía Mansilla, hermana de Lucio V. Mansilla, el escritor (ver en YouTube Cartas. Capítulo 3. Palabras escondidas, un ciclo de Gabriela Pereda), en diálogo con la nacion comenta que "en sus show invitaba al público a gritar cocorocó, en la escena de la violación de la gallina y el coro de voces se extendía, a veces, hasta 10 minutos. El público venía dispuesto a divertirse. Cuando los textos eran míos, improvisaba de acuerdo al entusiasmo de la platea y el show podía llegar a durar dos horas. Lois Blue, la gran cantante de jazz me presentaba y me venían a ver Mercedes Sosa, Marilina Ross, el boca a boca y las críticas no se cansaban de recomendarnos. Cuando Mirtha [Legrand] me invitaba a sus almuerzos, tenía prohibido mencionar La gallina embarazada y decía la gallina en el bar. Fue una época increíble. Al llegar a las cien funciones, salimos a desfilar por las calles del centro porteño, con una gran gallina de papel, que tenía que ser trasladada por dos personas en su interior. Años después con mi espectáculo La noche y la Díaz, hice giras en las que convocaba más de 2.500 personas por noche".
A Enrique Pinti –que presentó con éxito días atrás dos shows por streaming, junto a Marcelo Polino, en Polino al hueso–, debutar en el café-concert de la calle Libertad, con textos propios, fue hacer realidad un deseo. "Venía de actuar en el Nuevo Teatro, en el que me había formado con Alejandra Boero y Pedro Asquini, entre el 57 y el 69. Y Elio y Lino me fueron a ver a Juan Moreira Super Show, que dirigió Alfredo Zemma, para proponerme actuar en La gallina… Había escrito un espectáculo sobre la historia de la humanidad, que terminó titulándose Historias recogidas, en el que me refería a Séneca, decía que los romanos copiaron a los griegos o hablaba del tango como la gran tragedia nacional. Lo hacía con humor. Por aquellos años no se podía hablar de política. Cuando les conté mi libreto en una cena en que tomamos clericó, Lino se quedó dormido. Yo me dije: acá soné. Pero al otro día me llamó y me propuso debutar. Luego pasé al Gallo cojo y de ahí me llamaron del Maipo para la revista. Poco después me convocaron para Pigalle, para hacer Polvo de estrellas, dirigido por David Stivel. Me dicen que fui el que inventó el stand up, pero ya lo hacían Florencio Parravicini, en los años 20 o el mismo Tato Bores", responde Pinti que en estos días, confiesa, se siente como una fiera enjaulada.
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