Cabeza, ojo y corazón en un mismo eje
Historia de dos fotos, una de Sergio Pisani, otra de Antonio Massa, unidas por una frase de Henri Cartier-Bresson
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Además de los recuerdos familiares, tengo un podio de fotos favoritas. Algunas, enmarcadas en mi casa paterna, forman parte de mi educación sentimental, como A great Day in Harlem, el retrato del seleccionado de jazzeros que hizo Art Kane en 1958 o la de la Creole Jazz Band de King Oliver, de 1923. También una del Gato Barbieri que le sacó Tito Villalba en algún momento de los 70, y que pasó del cuarto de mi adolescencia a ocupar un lugar privilegiado en el living de mi casa. Pero tengo una debilidad especial por una foto que sacó mi amigo Sergio Pisani hace unos tres lustros. Fue tal mi fascinación la primera vez que me la mostró, que me la terminó regalando para mi cumpleaños en una copia de grandes dimensiones que está enmarcada en el cuarto de mi hija, Lulú. Es el retrato de sus hijos, Paloma y Camilo, con algunos amigos y amigas de su barrio, Catalinas Sur, formados como un equipo de fútbol. Hay en esos diez rostros, en sus expresiones y también en la composición de esa toma, una reminiscencia a Henri Cartier-Bresson (1908-2004). “Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo eje”, dijo alguna vez el célebre fotógrafo francés. Esa frase le hace honor a esa toma increíble y también a todas las fotos que saca Sergio, que aprendió el oficio de su padre, Oscar, que era fotógrafo de sociales. Se formó en la escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, y además de fotógrafo es un talentosísimo artista plástico, docente ejemplar y un notable mediocampista que, aunque pasó hace rato los 50, mantiene su gambeta endiablada. En la cancha, con la paleta o atrás de la cámara, es uno de esos tipos que hacen la diferencia. Con su foto “Diego está”, acaba de obtener el segundo premio del concurso Gente de mi Ciudad que organiza el Banco Ciudad y se puede ver, junto al resto de las obras seleccionadas, hasta el 3 de enero en el Parque de los Patricios.
Otra de mis fotos favoritas es el beso del Polaco Goyeneche a Don Osvaldo Pugliese. Me acompaña desde 1998, cuando irrumpieron en el paisaje urbano las postales gratuitas. Sin embargo, nunca había reparado en quién la había tomado. “Me hace muy feliz ver cómo la fotografía se vuelve más popular que su propio autor. De todas las que saqué en toda mi vida, esta es quizás la más vista por el público”, dice a sus 87 años Antonio Massa, sobre la imagen que es el leitmotiv de la muestra Un obrero de la fotografía, que se puede ver en la Fotogalería del Teatro San Martín (Corrientes 1530), hasta principios de febrero. “Se ha convertido en un ‘amuleto de la suerte’ para toda la industria”, celebra Massa. Y recuerda que fue tomada en 1984 frente a las escaleras del Congreso de la Nación. “Veníamos de un evento en la confitería El Molino donde la luz era muy mala y les propuse salir a hacer unas fotos caminando. Ese beso no solo es mágico, sino que significa casi todo el tango Argentino”, celebra Massa.
La muestra es una celebración de sesenta años del Estudio Massa, un proyecto familiar cuyo legado se extiende a su hijo, José, y a su nieta, Catalina. En estas seis décadas, retrató a figuras del espectáculo locales e internacionales, constituyendo un acervo de la cultura popular argentina. Sólo el conjunto de fotos de Sandro constituye una joya, que incluye la célebre toma del Gitano, parado en cuero sobre un caballo en una playa junto al mar. Pero el listado es exuberante: de Julio Sosa a Leonardo Favio, de Atahualpa Yupanqui y Alfredo Zitarrosa a Sumo y Soda Stereo, de Charly García y La Máquina de Hacer Pájaros a Luis Alberto Spinetta, de Carlitos Balá a Pipo Pescador, de los Rolling Stones a Los Chalchaleros y de Jorge Porcel, junto a Gerardo Sofovich y Rolo Puente, a Jorge Luis Borges. Un cambalache que define nuestra identidad: si miramos bien, veremos reír a la biblia junto al calefón, con la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo eje.