Buenos Aires, de fiesta para celebrar los veinte años de la Noche de los Museos
En una edición extendida que empezó por la tarde en el Distrito de las Artes, unos 250 espacios culturales convocaron miles de personas en el tradicional encuentro anual, que incluyó muestras de arte, shows de música en vivo, mappings sobre fachadas de edificios históricos, experiencias inmersivas, hologramas y obras creadas con inteligencia artificial
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¿Veinte años no es nada? Las estrellas no parecieron burlonas ni indiferentes esta noche, como cantaba Gardel. Todo lo contrario: Buenos Aires volvió a ser una fiesta al celebrar la vigésima edición de la Noche de los Museos con muestras de arte, shows de música en vivo, mappings sobre fachadas de edificios históricos, experiencias inmersivas, hologramas y obras creadas con inteligencia artificial.
Tampoco fue febril la mirada de cientos de miles de personas que participaron de este encuentro anual organizado por el Ministerio de Cultura del gobierno porteño. Sí errante, ya que el pase libre que permitió circular con transporte gratuito por toda la ciudad hizo posible una vez más elegir con libertad entre la oferta multidisciplinaria de más de 250 espacios.
Esta vez, la jornada creativa fue “extralarge”: una verdadera maratón de 12 horas que comenzó a las 14 en el Distrito de las Artes, con el Gallery impulsado por Pinta, con cierre previsto para las dos de la mañana. Pasado el mediodía comenzaron las visitas guiadas gratuitas para conocer el Street Art y la arquitectura de San Telmo y La Boca, bares notables y exposiciones en fundaciones, museos y galerías.
A las 19, mientras este circuito gratuito cerraba su última edición del año al ritmo que marcaron los DJs en la galería W, la Noche de los Museos tomaba la posta al inaugurar en el Planetario con una experiencia inmersiva y música de películas y de óperas interpretada por la Banda Sinfónica de la Ciudad.
La fiesta también comenzó a esa hora con jazz en el Patio del Tilo del Centro Cultural Recoleta, donde continuó con recitales, danza y más DJs en la terraza. Incluso hubo un line-up en lo alto de la Torre Monumental de Retiro, más conocida como Torre de los Ingleses; construida en 1916, alojó también un taller de estampa de remeras para niños y una muestra de fotografías de Sameer Makarius. También se pudo visitar el Edificio del Molino, en Congreso, que abrió sus puertas para mostrar la restauración integral de sus espacios: la confitería de la planta baja, el salón de fiestas del primer piso y el salón de encuentro arquitecto Francisco Gianotti, donde se encuentra la cocina histórica.
Las propuestas fueron pensadas para todos los gustos y edades, con actividades dentro y fuera de los espacios habituales. Sólo en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires la programación incluyó tres exposiciones, una feria del libro, talleres, visitas accesibles que permitieron aprender sobre las obras exhibidas a través del tacto, mediante lenguaje de señas o con un “kit de exploración” pensado para niños y adultos con condiciones del espectro autista.
En la Usina del Arte, otro de los puntos más convocantes cada año, el público pudo intervenir una un busto escultórico y asistir a un show inmersivo de luces UV, performances en vivo, talleres y un concierto de la banda de indie rock/pop 107 Faunos. Desde las 21 hubo un espectáculo audiovisual con mapping y música en vivo.
Otro de los grandes protagonistas de la noche fue el festival lumínico XReal, que incluyó mapping sobre las fachadas de la Academia Nacional de Bellas Artes desde los jardines del Museo Nacional de Arte Decorativo -con diseños inspirados en el legado de Ary Brizzy y creados con Inteligencia Artificial- y del Palacio Bosch, sede del embajador de Estados Unidos.
Luego de que esto fuera anticipado el jueves por LA NACION, hubo una pregunta recurrente en reuniones de amigos y en mensajes de desconocidos enviados por Instagram: “¿Me recomendás dónde ir?” Difícil respuesta ante tanta variedad, como puede comprobarse en el programa disponible en festivalesba.org: desde el legado de los Incas en Fundación Proa y las impactantes escenografías de óperas en Colón Fábrica hasta una clase en el Museo Marco para construir un horno cerámico, como el que usó Tomás Espina para construir sus esculturas.
Desde fotografías de Leonora Vicuña y Cecilia Szalkowicz en Fundacion Larivière, hasta las abstracciones de Roberto Aizenberg, Ernesto Ballesteros y la joven Stella Ticera en el Macba; los textiles de Mónica Millán y Chiachio & Giannone en Fundación Santander y Colección Fortabat, o la muestra colectiva de arte argentino recién inaugurada con grandes referentes del arte contemporáneo argentino en el Palacio Libertad. Buenos Aires demostró, una vez más, que su oferta es única, diversa e inabarcable.
¿Cómo elegir, entonces? La primera respuesta fue: “¿Te gusta hacer fila para entrar a un lugar?” Porque esa fue la escena que se repitió en museos como el Malba y el Bellas Artes.
En casos como este último, muchos suelen repreguntar: “¿Por qué la gente se aglomera en la Noche de los Museos en lugares donde la entrada es gratis todo el año?” “Porque se disfruta que todos salgan a la calle con buen ánimo, esa sensación de fiesta colectiva”, opinó una atractiva mujer de cincuenta años mientras intentaba convencer a su novio de acompañarla en el recorrido, sin saber por dónde empezar. “Se crea una magia por la idea de entrar al museo de noche” opinó por su parte Victoria Noorthtoorn, directora del Moderno. Tal vez sea eso, entonces, lo más lindo, como propone Cortázar desde su muestra homenaje en el Recoleta: salir a perderse por la ciudad, dejarse llevar por el azar y abrirse a conocer otras formar de mirar.
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