Con dirección de Ricky Pashkus y Pichón Baldinu, trescientos artistas ofrecieron un show a gran escala que también contó con la presencia de figuras como Mario Pergolini y Moria Casán; importante convocatoria de público
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Este sábado, con las primeras sombras del atardecer, comenzó el espectáculo central de Buenos Aires Celebra 40 años de Democracia, con el que el Gobierno de la Ciudad, a través de su Ministerio de Cultura, festejó las cuatro décadas de vida democrática en el país.
El lugar elegido fue la simbólica Plaza de Mayo, centro ineludible del acontecer político, social y cultural de la Argentina. “Todos los argentinos celebramos aquella recuperación de la democracia con la firme convicción de no olvidar el pasado, pero con la necesidad de mirar hacia adelante. También, reconciliarnos con aquello que somos y con lo que aún nos falta”, reflexionó Enrique Avogadro, Ministro de Cultura porteño ante la consulta de LA NACION.
“Ocupar este lugar físico es pensar en la no grieta y en el futuro, algo que tiene una trascendencia importante”, sostuvo Ricky Pashkus, director, junto a Pichón Baldinu, del espectáculo que contó con la participación de trescientos artistas, entre ellos, una orquesta de 25 músicos en vivo y 40 bailarines aéreos. Pashkus, director de musicales como Los Productores y Kinky Boots, entre muchos otros, tiene experiencia en eventos a gran escala. La gala que se llevó a cabo en el Teatro Colón, en homenaje a los mandatarios del G-20 que visitaron el país en el 2018, contó con su dirección.
Em coincidencia con Pashkus, Baldinu reconoció que “al armar este show, tomamos mucha más conciencia de lo que implican estas cuatro décadas de democracia, por eso no queríamos caer en dilemas políticos, porque así vivimos permanentemente”.
El espectáculo central se montó en un escenario imponente que miró hacia la Avenida de Mayo, con una estructura montada en varios niveles, lo cual permitió la destreza en altura, uno de los códigos del trabajo estético de Baldinu, artista que creó un lenguaje teatral propio: ha sido uno de los fundadores de La Organización Negra, exponente del espíritu del período de postdictadura, y también fue creador de De la Guarda, el colectivo escénico que trabaja tomando una dimensión del espacio disruptiva y jugando con lo performático en altura.
Mucho de ese ADN se pudo apreciar en Plaza de Mayo, donde estuvieron Horacio Rodríguez Larreta, Jefe de Gobierno porteño y precandidato presidencial, Gerardo Morales, gobernador de Jujuy y compañero de fórmula de Larreta, y Martín Lousteau, aspirante a ocupar la jefatura de la ciudad de Buenos Aires, quienes traspasaron los cercos de seguridad para conversar con la gente.
Cuando faltaba una hora para el comienzo del espectáculo central, las celebridades invitadas para participar del mismo comenzaron a darse cita en los alrededores de la histórica pirámide. Hilda Lizarazu, Mario Pergolini, Gladys “La Bomba Tucumana”, Moria Casán, Poncho, Fernando Dente, José María Muscari, Flor Vigna y Mariana Genesio Peña fueron los convocados, elegidos en base a lo representativo de sus nombres en diversos momentos del período democrático de los últimos cuarenta años. “Moria, ¿me puedo sacar una selfie con vos?”, le dijo una mujer de avanzada edad que no podía creer tener al alcance de la mano a la actriz, que partió rauda para poder cumplir con la función de Brujas, la comedia que protagoniza en avenida Corrientes.
Previo al comienzo del show, que contó con coreografías de Verónica Pecollo y Nahuel Leguizamón; Matías Llaytun, de poco más de veinte años, y uno de los jóvenes bailarines que formó parte del espectáculo, reconoció que se sentía “muy emocionado, porque me recuerda a todo lo que vivió mi madre en su vida”.
Débora Ríos, vendedora ambulante de banderas y escarapelas, instaló su puesto frente a la catedral metropolitana. A pesar de reconocer que sus ventas han mermado en los últimos tiempos, afirmó que el inusual evento del sábado por la tarde le deparó un ingreso mayor: “Vendí bastantes escarapelas, lo cual me permitió repuntar un poco”, explicó la mujer que ofrecía las escarapelas de tela a doscientos pesos y las banderas en un rango que iba desde los quinientos a los mil pesos. Con el show ya iniciado, continúo ofreciendo su mercadería ante un nutrido grupo de turistas.
Cierre impactante
El espectáculo estuvo estructurado por décadas. En el inicio se pudo ver en imagen a Raúl Alfonsín, el presidente de la instauración democrática, quien despertó el aplauso de los presentes.
Luego, Mario Pergolini simuló la atmósfera radial y recordó el valor del rock nacional en la década del ochenta, durante la primavera alfonsinista. La mención de lugares icónicos como el Centro Cultural Recoleta, la injerencia de un programa de televisión como Badía y Cía., o el sonido de Charly García, emocionó a muchos. Luego fue el turno de Hilda Lizarazu, antes de un conmovedor pericón nacional.
Cuando llegó la década del noventa, hubo alusión a la convertibilidad cambiaria y al teatro de revistas. En esta parte, y cuando la lluvia había dejado de caer sobre el microcentro porteño, la moderadora fue Moria Casán enfundada en un traje platinado, similar al atuendo que utilizó en Julio César, la obra que protagonizó el año pasado.
Las pantallas iban reflejando cada momento, potenciando a la palabra, la música y la danza que habitaban el espacio escénico. Cuando le tocó el turno a Gladys “La Bomba Tucumana”, todos corearon su hit “La pollera amarilla” y la Avenida de Mayo se convirtió en una disco tropical.
Llegó el 2001 y las imágenes de una Plaza de Mayo humeante y sangrante connotaba fuerte. Era estar en el lugar de los hechos, muchos años después y con clima de fiesta, recordando aquel sinsentido. Apareció la música urbana, los sonidos de la nueva década y una imagen fugaz de Cristina Kirchner.
Cuando aparecieron en escena Fernando Dente y José María Muscari, fue el turno de pensar en redes sociales y una democracia que también se comenzó a anclar en las nuevas tecnologías y en las novedosas formas de vinculación. Antes del impactante final, los más chicos no salían de su asombro ante una grúa gigante que hacía pender a los artistas que “volaban” por el aire. Una nutrida delegación de Jujuy danzó con coloridos trajes típicos.
“Quisimos rescatar que el espíritu de estos cuarenta años fabulosos de democracia se expresa en la cultura, el deporte, la ciencia, la tecnología y en el espíritu de los argentinos, lo vivimos en el último Mundial”, reconoció Baldinu. Acertadamente, no faltó el Himno Nacional ni la alusión al fútbol.
Para la realización de Buenos Aires celebra 40 años de Democracia participaron más de trescientos trabajadores de producción técnica y sesenta productores y realizadores artísticos. El escenario montado abarcó veinticinco metros de frente por veinte metros de altura y estuvo enmarcado por dos pantallas laterales de diez metros. El sofisticado engranaje demandó un trabajo de diez días.
Livings de pensamiento
La fría tarde invernal y el cielo cubierto no impidieron la llegada de la gente desde temprano y, aunque la expectativa estaba centrada en el gran show de cierre, no fueron pocos los que pudieron participar de las charlas que se desarrollaron en varios espacios paralelos sobre Diagonal Norte y Diagonal Sur.
En un lounge organizado sobre la Avenida Julio A. Roca (Diagonal Sur), a partir de las 15 se dieron cita los escritores Mariana Enríquez, Selva Almada y Horacio Convertini, junto a Florencia Ure que ofició de moderadora, para conversar sobre literatura y democracia.
En ese mismo lugar, un poco más tarde, fue el turno de pensar los cuarenta años de democracia desde la mirada del cine. Esa mesa estuvo coordinada por Gabriela Rádice y contó con la participación de los realizadores Jazmín Stuart, Alejandro Maci y Marcelo Piñeyro.
El Ministro de Cultura de la Ciudad supervisó el desarrollo de la jornada recorriendo el backstage y mezclándose entre el público se ubicó frente de la escena. “El sueño democrático no alcanzó a todos. El progreso no llegó de manera equitativa. Pero esto no significa resignarnos, sino inaugurar una nueva etapa y saldar las promesas incumplidas. Reconocer que no estamos en el mejor lugar, en el lugar que imaginamos hace 40 años, es el punto de partida para empezar a cambiar nuestro destino”, reflexionó Avogadro, mientras disfrutaba como un más del espectáculo.
Con la noche cerrada, una temperatura gélida y una llovizna que irrumpía alternadamente, una multitud acompañó hasta el final al espectáculo multitudinario y con pluralidad de voces e ideas en el que la ciudad celebró los cuarenta años de vida democrática.
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