Brassaï, genio y figura
París de noche es una fiesta en la cámara del reportero, escritor y fotógrafo del instante que nació en Hungría pero se consagró en la Ciudad Luz; lo mejor de sus imágenes, públicas y privadas, en la muestra del Museo Nacional de Bellas Artes
El Bicentenario, ya no hay vueltas, correspondió al protagonismo de los admirables postergados: la escultura y la fotografía, relegados junto al grabado, cuya movida ansiamos. Pruebas al canto. La seguidilla virtuosa se inició con la muestra de Aurelio Macchi en la entraña fundacional del Riachuelo; luego fue Juan Carlos Distéfano, en pleno centro (ahora peatonal) del otrora edificio de Maple, el mismo sitio que ofrece el repeluz intenso de la primavera de Praga asolada en 1968, registrada por Josef Koudelka, huésped de Buenos Aires.
Este preámbulo es constituyente, ya que se tratará de Brassaï. Fotógrafo, sí, pero mucho más. Flâneur insigne, supo atisbar, en callejas y boulevards parisinos, esas magnitudes esmeriladas por el ejército de las sombras en la ciudad que fisgoneó precozmente al socaire de su padre, profesor de literatura francesa, y a la que volvería. Brassaï fue un lapin agile ; valga decir que corrió la coneja, no la bohemia elegida, por esas callecitas empedradas, hostiles, que bien conocemos los porteños.
La espléndida muestra que le erige el Museo Nacional de Bellas Artes tiene su opertura en la imagen de Gyula Halász, sombrero gacho, cigarrillo en la comisura, curvado sobre la cámara sostenida por un trípode. Al acecho, las manos en los bolsillos del raído gabán, ya llegará el instante de obturar por siempre lo fugaz en permanente. Brassaï y el tiempo que fluye, modifica, olvida, hace imperecedro lo que la pupila, entre párpados casi cerrados, espiga de la disforme visibilidad.
Calles de París, seres anónimos, obreros desempleados, alcoholizados, meretrices en flor y oferta, o, en el ocaso espléndido de Bijoux, empedrada de oropeles. También la frescura del beso a consumar registrada especularmente en un café de extramuros. Los amores que no osan decir su nombre. Brassaï es, en suma, Honoré de Balzac a la búsqueda de la comedia humana.
El Brassaï del París nocturno obtura la tardía llegada del húngaro a la fotografía. La necesidad no hace maestros pero estimula aprendizajes. Nacido en Transilvania (Brasso, 9 de septiembre de 1899), Gyula se enroló en el éjercito durante la Primera Guerra Mundial. Estudió Bellas Artes en Budapest y Berlín, donde trató a Kandinsky, Kokoschka y Bartók. Excelentes antídotos antiacadémicos que tuvieron consonancia en Brassaï. Llegó a París y se mantuvo malamente como periodista en su lengua natal. Acompañaba las notas con fotografías de su compatriota, el rumano André Kertész, nada menos. Grabador, caricaturista, diseñador de textiles, más tarde ayudante de filmación, entre otros oficios, Brassaï tuvo lances de picaresca laboriosa para sobrevivir. Al filo de la madrugada, afinaba la pupila, medía distancias con un prosaico cordel y se servía de la luz de las farolas y de los autos para capturar en forma impagable la entraña de la ciudad. Obra para sí, trajinada tras largas horas diurnas mal pagas, sólo compensada por la compañía de otros flâneurs , los surrealistas. Ahorremos la nómina de poetas, artistas y chanssoniers que acompañaron sus marchas nocturnas. Eventualmente, la santa cofradía de disidentes le dio acceso a las revistas Minotaure , Verve y -¡quién diría!- Vogue , Harper´s Bazaar .
Se asumió fotógrafo, y este lenguaje le permitió el encuentro con Pablo Picasso, otro parlante chapucero en la lengua de Racine. El reconocimiento fue instantáneo y selló cuarenta años de amistad sin rivalidades. Brassaï captó las nocturnidades del atelier de Picasso, la obra escultórica y la efímera, mágicamente plegada en servilletas de papel que consolaron a Dora Maar -fotógrafa también-, devastada por la muerte de su mascota. Brassaï captó como nadie las pavesas vivas, perforantes, de los ojos de Picasso.
Todo es admirable en Brassaï, el inagotable buceador de la maravilla cotidiana. A la espera de un panorama total, habrá que detenerse en Transformaciones , opus nigrum . La serie ocupa el segundo piso del MNBA. Allí, la curadora destiló con exactitud, precisión y gracia el complejo procedimiento, las capas sucesivas de napas fotográficas, verdaderos palimpsestos subyacentes en la imagen final. Era otra vuelta de tuerca a los grafitis que imantaron a su compinche español. El tiempo, la intervención anónima, celosamente registrada en "estado de obra" datado con minucia antropológica, consumaron lo más granado de esa mirada cribada, como san Sebastián, por saetas profundas, ontológicas y poéticas.
© LA NACION
FICHA. Brassaï
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Gyula Halász (Brasso, 1899-Beaulieu-sur-Mer, 1984)
Periodista, escritor, escenógrafo, diseñador, artista plástico, fotógrafo, cineasta. Entrañable amigo de Picasso, frecuentador de surrealistas, disidente y amigo de la fauna y flora del Jardin des Plantes en París, ciudad cuyos personajes nocturnos y calles reveló con desvelada pupila